NO ES PUJOLISMO
Basta observar las respectivas corrientes para ver que Rajoy seguirá a Aznar y Mas no seguirá a Pujol
Artículo de XAVIER BRU DE SALA en “La Vanguardia” del 16.09.2003
A Mas le sucede, con sus propósitos, lo contrario de Rajoy. El gallego asegura
por activa y por pasiva que seguirá, con fidelidad y sin innovaciones, los pasos
de quien le designó, hasta el punto de que en cuestiones clave como la vasca no
caben siquiera matices. Pues mira por dónde, todo el mundo cree que lleva varios
ases en la manga, que con lo de Iraq habría actuado de modo distinto, etcétera.
Cuanto más continuista se declara Rajoy de la política de Aznar, menos le creen.
En cambio, Artur Mas lanza nuevos objetivos, hasta el punto de que propugna otra
etapa del nacionalismo, que se propone liderar. La creencia general es que se ha
sacado las propuestas de la manga para diferenciar su perfil. Pues, aunque sean
mayoría, andan los incrédulos del todo equivocados. No es que la mentira –o
cualquiera de sus variantes menores, la tergiversación y la ocultación– haya
dejado de ser inseparable del juego del poder. No es que debiéramos, en lo
sucesivo, bajar la guardia de la desconfianza hacia el parloteo, o hasta la
palabra, de los gobernantes. De eso nada. Pero, en el supuesto de que ambos
alcancen la victoria, Rajoy seguirá a Aznar y Mas no seguirá a Pujol.
No es cuestión de fe. No les estoy soltando una profecía. Basta observar las
respectivas corrientes principales, el “main streem” si quieren estar al día, de
la política española y la catalana. España está encauzada. Catalunya
desencajada. España está satisfecha. Catalunya, descontenta. Si creen que
exagero, pongan españolismo y catalanismo, y entonces sí admitirán que el
primero está encauzado y satisfecho, mientras el segundo está desencajado y
descontento. Es más, España acaba de encontrar su propio cauce uniformista
democrático –antes de Aznar las aspiraciones democráticas eran inseparables de
los nacionalismos periféricos–, mientras que Catalunya, y mucho más los
catalanistas, tanto los moderados como los soberanistas, consideran que debe
haber cambios sustanciales en los pactos y condiciones, o por lo menos en el
rumbo, del entramado constitucional y estatutario.
¿Ofrece Pujol estos cambios? Repasen su último discurso del Onze de Setembre.
¿Los ofrecen Mas y Duran? Lean, en la misma prensa, los anuncios a toda página
de CiU. Busquen luego las similitudes y considérenme idiota si las encuentran.
No es que Pujol siga basando su discurso en la identidad, es que acumula sus
últimas energías presidenciales para hacer hincapié en la conciencia nacional,
remachándola obsesivamente con clavos de amor patrio, como si temiera que
después de él pocos se acuerden. Mas habla de necesidades y conveniencias. Cinco
de los siete puntos en los que se basa su propuesta de nuevo Estatut –Pujol
siempre prefirió estirar el actual, como un chicle– se refieren al déficit
fiscal, las infraestructuras, el Estado asistencial, la seguridad y la
regulación de la inmigración. En el plano de lo simbólico se citan las
selecciones deportivas y el catalán, sobre el que sólo se pretende que sea una
lengua con futuro. ¿Es eso pujolismo? “De cap manera!” Hay que estar ciego, o
cegado, para no verlo.
El pujolismo se basa en los sentimientos de la colectividad. Los herederos de
Pujol, en los intereses. Protestando y refunfuñando, Pujol se ha conformado
siempre con lo que había. Sus herederos, no. La máxima concesión que le hacen, y
se hacen, consiste en afirmar que las “nuevas herramientas” son necesarias para
“seguir siendo un país de primera”. Aunque las quieren para que llegue a serlo.
Es posible que fracasen o se vean obligados a limitar sus ambiciones,
incompatibles con la España encauzada. Pero se la juegan. A diferencia del
pujolismo, que se caracteriza por su adaptabilidad y sus contribuciones a la
gobernabilidad, punto menos que desinteresadas, según sus (no) seguidores, ellos
tienen un empeño, un propósito concreto. Hasta el punto de unir su futuro, su
crédito y el de su entera generación al de la empresa que propugnan. Si eso es
pujolismo, hagámonos bomberos.