RANCIA ESPAÑOLIDAD
Artículo de XAVIER BRU DE SALA en “La Vanguardia” del 12/10/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Con un breve comentario al final: NO TIENEN REMEDIO, NO ENTIENDEN NADA
(L. B.-B., 12-10-04, 20:00)
Aunque así se llame, la fiesta de hoy no es de la Hispanidad,
sino de la Españolidad. Mejor dicho, de cierta españolidad, anticuada cuando no
agresiva, la que menos nos incluye como catalanes. No es una fiesta de
hermandad hispana, o sea hispanoamericana, sino una herencia de la nostalgia
imperialista, teñida de fascismo cutre, que se coló en la democracia por la
presión de la derechona y el exceso de miedo a irritar a los involucionistas.
De no ser por eso, hoy sería fiesta en Aragón si los aragoneses no hubieran
preferido el laicismo. La fiesta de España, el equivalente a la fiesta nacional
de todos los países, es la de la Constitución, en diciembre, que pasa sin pena
ni gloria porque la fiesta del corazón -españolero, que no español- es la de
hoy, y por mucho que se esfuercen los neoorteguianos de izquierdas, su
contenido emocional está reñido con la contemporaneidad. El desfile anual de
rigor debería ser el día de las Fuerzas Armadas y todos en paz. Mientras el 12
de octubre no sea laborable, lo único que seguirá habiendo bajo el manto
universalista de la Hispanidad es polémica, malestar, afirmación de unos,
teñida de desmesura histórica, y negación de otros. Si las fiestas no sirven
para unir, pues fuera y a otra cosa. Es más, incluso en el improbable caso de
que viéramos nacer esa nueva España compuesta, que Maragall se afana en
agasajar a pesar de que su tenue luz apenas asoma en el horizonte, este día
debería desaparecer, gracias precisamente a que celebraríamos otra cosa, un
pacto y no una imposición.
El fracaso de este día, que no la herencia española en el mundo, viene
certificado en Nueva York. ¿Qué hacen los hispanos en el Columbus Day, que
celebra el descubrimiento o encontronazo con América? Se quedan en casa, porque
los italianos se apropiaron por completo de una fiesta y desfile cívico que
hace poco más de un siglo engalanaba las principales avenidas con la bandera
rojigualda, según consta en las pinturas de la época. No resulta demasiado
agradable para muchos de los que le han votado, y menos para los que le han
puesto en el cargo a pesar de haber perdido las elecciones, que el president de
todos los catalanes, también de los más tibios catalanistas, acuda a la fiesta
como si tal cosa en vez de cuestionarla, o por lo menos además de hacerlo, y
con un argumentario incluso más contundente que el apuntado aquí. Partir del
supuesto de que los españoles y la España de hoy se identifican con esa
Hispanidad es un error, y eso que Maragall es un especialista en gestionar lo
simbólico. En fin, servitudes de partido obligan, si mandara Rajoy no iría (y
tal vez así obtendría paliativos presupuestarios para el déficit de la sanidad
o del de infraestructuras, aún más clamoroso).
Si algo está claro, es la unanimidad de los catalanes a la hora de denostar la
Hispanidad. Mientras unos, incluso habitualmente comedidos, atacan de frente,
como hoy un servidor de ustedes, y sin que sirva de precedente o desee ser
tildado de antiespañol en vez del neoespañol que cree tener merecido, otros
prefieren el método oblicuo y critican, no sin una dosis pareja de acidez
verbal, el contenido del desfile, que si la División Azul al lado de la Leclerc
o, todavía peor, el innecesario y bufonil desplante a Estados Unidos en momentos
de gran delicadeza para las relaciones bilaterales. Sea como sea, no hay un
catalán que en este día desborde de fervor. Y ni siquiera en Madrid han sido
capaces de inventar un maquillaje contra la antipatía que en muchos provoca. Si
ni siquiera se lo han propuesto es que, o bien esperan que el paso del tiempo
vaya borrando aristas, o bien están conformes, aunque no todos lo digan en voz
alta, con la españolidad rancia y vetusta que desprende la celebración. Mal
negocio pues para todos, para la izquierda porque la Hispanidad es muy de
derechas y no puede disimularse. Para el PP, porque le lastra y le aleja de la
modernidad desacomplejada que tan bien le iría.
BREVE COMENTARIO: NO TIENEN REMEDIO, NO
ENTIENDEN NADA (L. B.-B., 12-10-04, 20:00)
Sí que es rancio. Nada hay más vetusto
y decrépito que buscar la identidad de un país, que señalar hitos que
definen la huella de un país en la Historia de la Humanidad, como el
Descubrimiento o la Reconquista. Al fin y al cabo, son mucho más importantes
que todo ello, mucho más trascendentes, las Hazañas de un rey piloso, o las
heroicidades de un tal Casa Nueva, o de uno de los Sanchos del Norte. Todo lo
demás es pura leyenda negra, de un país decadente que debería avergonzarse de
sí mismo, para evitar que resucite y se fortalezca. Estos redentores de
la Hispanidad no tienen remedio, creen haber hecho algo relevante, creen tener
patria, quieren sentirse orgullosos de ella, sin darse cuenta de que lo
verdaderamente valioso es el resentimiento y el espíritu de campanario, la
miopía y la esquizofrenia. Por eso son rancios, porque no quieren renunciar a
una larga y antigua historia común, cuyos hitos deberían llenar de verguenza a
las personas modernas y cultas, ciudadanos de una Nación pujante, libre y
unida, que mira al futuro y quiere desembarazarse de la vergonzosa identidad de
la mitad de sus habitantes, parias sin tradición e historia, que no merecen
respeto por venir de donde vienen.