DEMOCRACIA APAGADA O FUERA DE COBERTURA
Artículo de JOSÉ MARÍA CALLEJA en “El Correo” del 13.09.2003
No parece que haga falta constatar más datos de la
realidad para certificar que existe de hecho una coalición de intereses entre el
nacionalismo vasco que gobierna y el nacionalismo vasco que mata; no parece
necesario hacer acopio de más argumentos para que quede claro para la mayoría
que los nacionalistas que gobiernan quieren mantener con respiración asistida a
los que matan, no parece que sea una cuestión de linces sagaces ver que la
jugada consiste en crear una sociedad de apoyos mutuos, bendecida por la
Iglesia, con un mismo objetivo: descoyuntar la convivencia, relegar a los
constitucionalistas, imponer una dictadura de hecho que aburra y haga desistir a
quienes se oponen a ella. Llevamos casi treinta años de democracia en España y
ya tenemos abrumadoras evidencias de lo obvio: el nacionalismo que gobierna se
apoya en el nacionalismo que mata porque lo necesita para sus fines, el
nacionalismo con corbata se apoya en el nacionalismo con pendiente en la oreja
porque los dos quieren lo mismo: la independencia, la creación de un régimen que
aniquile a los distintos, que entronice a los que se sienten vascos de una forma
excluyente y aniquiladora de los otros.
Cuando los que matan estaban fuertes, los que no matan recogían los frutos en
forma de poder político y en sacas de botín económico. Ahora que los que matan
aflojan, los que han llenado las alforjas les tramitan los sueldos, les pagan
los viajes a la cárcel, les defienden ante organismos encargados de velar por
los derechos humanos en la democrática Europa, les dan el hisopazo de la
legitimidad y se la restan al Gobierno democráticamente elegido y a los poderes
del Estado que representan la garantía de la democracia en el seno de una Europa
moderna. Los que han transitado por moquetas y presupuestos bendicen a los que
en la calle defienden lo mismo que ellos porque, en el fondo, les une un
idéntico aliento autoritario, un clónico afán por acabar, política o
físicamente, con los otros, con los que están fuera de la tribu, con los que no
comparten los principios inefables de la exclusión.
Para que no falte de nada en la creación de este frente nacional, en la
instauración de este régimen nacional católico, la Iglesia española que trabaja
en la Comunidad Autónoma Vasca --que trabaja a favor del nacionalismo, se
entiende--, vuelve a reiterar su rancio discurso de deslegitimación del poder
civil democrático, vuelve a revestir de valores la posición de los que matan
mientras cubre de impiedad a los que mueren, porque ni los nombra ni los apoya
cuando son perseguidos, caso del cura de Maruri.
La jugada parece obvia a estas alturas del partido: unión de los nacionalistas,
patada al tablero de la convivencia y recogida de beneficios electorales de la
exhausta trama civil de la muerte, todo ello aderezado por el apoyo de la
jerarquía eclesial en la comunidad y alimentado por el imbatible argumento de
que lo que es bueno para el convento político, también es bueno para el convento
económico.
Posiblemente la guinda con la que se quiere adornar tan nefando pastel sea el
anuncio de una tregua o así, algo que permita edulcorar la cucharada sopera de
aceite de ricino que se nos quiere hacer tragar y que, de paso, permita a los
violentos presentar como éxito y generoso gesto lo que no es más que evidente
derrota.
Frente a este ataque por tierra, mar y aire, no queda más que ahondar en la
eficacia policial, asumida ya incluso por Balza, que tiene a los violentos
escuchimizados y perplejos, mantener el Estado de Derecho como garantía para los
vascos acosados por el régimen nacionalista y confiar que en el democrático
ámbito europeo, donde resulta un delirio tamaño atropello, les digan a los
nacionalistas vascos que sus casposas iniciativas no se compadecen con la
democracia y que no tiene legitimidad quien coloca etarras con apellidos
carniceros en comisiones de derechos humanos y luego reclama estos para quienes
son etarras en comisión de servicios.
Éste es el plan Ibarretxe : el que triunfa en Maruri, el que hace de enlace
sindical en la tramitación salarial para etarras en espera de destino, el que
defiende los derechos de los que matan y pasa por encima, como el buey, de las
victimas; el que exhibe falta de piedad para quienes peor lo pasan y se
presenta, con su victimismo habitual y después de llenar las alforjas, como jefe
de prensa de quienes matan, como acusador particular de la democracia.
Que no venga nadie con historias, que no venga nadie con la milonga
hipocondríaca de que el problema está en nosotros, que hay que hacer lo que sea
con tal de que los nacionalistas se sientan cómodos en España; están tan cómodos
que han puesto los pies encima de la mesa, se han calzado una copa y se fuman un
puro con la seguridad que otorga el haberse aprovechado reiteradamente de
debilidades anteriores. Ahora se trata de dejar claro que ya no valen las
añagazas de antes, que ya no cuelan los ardides de quien se presentan como
solución para eternizar el problema y beneficiarse de él sin límites.
La eficacia policial de inevitables consecuencias políticas, que siga poniendo a
los que matan en su sitio, subrayando su debilidad, dejando claro que pueden ser
derrotados; la actuación democrática del Estado de Derecho en el contexto de una
Europa que no traga con delirios totalitarios y la movilización ciudadana en
defensa de la democracia son los antídotos más eficaces, los que hasta ahora han
dado resultados positivos, para acabar con esta pesadilla que, si no fuera
porque hay muertes, provocaría hilaridad y que es hoy el resultado del plan de
un lunático alejado de la realidad y que quiere imponer sus delirios
totalitarios a un ciudadanía que ni entiende ni siente la llamada de la tribu.
Con este plan, la democracia estará apagada o fuera de cobertura.