LA FACTURA

 Artículo de Ignacio CAMACHO  en  “ABC” del 20/02/2004

DIJO Zapatero, tras el comunicado-bomba que ETA dejó el miércoles en la puerta del tripartito catalán y de su propio futuro electoral, que el asunto debía tener «consecuencias» en la Generalitat. Y las ha tenido, en efecto, bien claritas: Esquerra Republicana ha reforzado su poder y Maragall se fuma un puro. Con aliados como Carod no necesita ZP enemigos, y con compañeros como Maragall le sobran los adversarios.

En los días posteriores a la revelación por ABC de la siniestra entrevista de Perpiñán, Felipe González dijo con mucho tino dos cosas muy lógicas: que Carod no es más tonto porque no se entrena, y que en política estas equivocaciones tienen un precio tasado. Ojo: esto lo dijo Felipe González. No Aznar, ni Rajoy, ni Rato, ni Arenas, ni Zaplana: Felipe González. Pues bien, ese precio está por abonar. La factura del café de Carod con Josu Ternera y Mikel Antza sigue sobre la mesa, y alguien va a tener que hacerse cargo de ella.

Esa factura la tiene que pagar, en primer término, el propio Carod-Rovira. A este tío nos lo vendieron hace tres meses como un estadista, una revelación política, un galáctico en ciernes, y a las primeras de cambio se ha destapado como un piernas desleal y vanidoso, o ingenuo, o estúpido, o todo a la vez, y esto pasando por alto que podría resultar también malintencionado. No basta con que haya abandonado el Gobierno catalán; Carod se tiene que ir a su casa porque es una indignidad que se presente a diputado. Esto lo sabe mejor que nadie Zapatero, que debe estar temblando ante la posibilidad, anunciada por el interesado, de que le dé sus votos para una hipotética investidura.

En segundo lugar, ha de pagar su parte Esquerra Republicana, que se niega -aunque haya honrosas excepciones en su seno- a admitir la felonía cometida por su secretario general. ERC tiene que salir del Gobierno de la Generalitat, porque si continúa dentro alguien puede sostener que ya no es tripartito, sino cuatripartito: en la mesa de San Jaime se van a proyectar también las sombras de los encapuchados que le perdonan la vida a los ciudadanos de Cataluña.

Por último, la tercera parte de la cuenta le corresponde pagarla a Pasqual Maragall, que se empeñó en elegir a los peores aliados posibles. La factura de Maragall consiste en quedarse gobernando en minoría, y ya es barata, porque si continúa apoyado en esos socios le van a crecer los problemas. El presidente de la Generalitat puede aguantar perfectamente sin ERC, porque ya ha sido investido y no sería el primer gobernante, ni el último, que se sostiene sin mayoría parlamentaria. Antes que aceptar ciertos apoyos, es bastante mejor apoyarse en la decencia.

Si Carod, ERC y Maragall se niegan a asumir la factura, la va a acabar pagando el propio Zapatero, que quedará como Cagancho en Almagro. En estos momentos, toda España puede ver que el líder del PSOE carece de autoridad ante su propio partido en Cataluña, que se permite chulearlo y hasta le cambia el eslogan electoral para que no aparezca la palabra «España». Con su desahogado desprecio, Maragall está emitiendo un mensaje diáfano: que le importa un comino lo que le pase a ZP, porque el 15 de marzo será un cadáver político mientras él sigue gobernando tan campante. Eso se llama deslealtad. El muerto al hoyo, y el vivo al bollo.

Lo que está claro es que el «precio tasado» del ignominioso pacto de Perpiñán lo tiene que pagar alguien, porque la sociedad española no va a asumir ese coste por su cuenta. Y o lo paga Carod, o lo paga Maragall, o lo paga Zapatero. Se admiten apuestas.