SOBRE LOS FALSOS PROBLEMAS
Artículo de FRANCESC DE CARRERAS en “La Vanguardia” del 08/07/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Una frase irónica e inteligente está de moda: “Los políticos están para resolver
problemas, no para crearlos”. Que tanto se invoque no es casualidad: significa,
s implemente, que el ciudadano se sorprende cada vez que en el debate público se
introducen de repente problemas muy alejados de sus preocupaciones diarias y, en
cambio, no se tratan los que verdaderamente le preocupan.
Varios días a la semana circulo entre continuos atascos por la autovía
Barcelona-Terrassa hacia las nueve de la mañana. Escucho las tertulias de radio:
papeles de Salamanca, nuevo Estatut, selecciones deportivas, la última
ocurrencia de Maragall, el catalán en la Unión Europea, etcétera. Agarrado
nerviosamente al volante escucho estupefacto estos problemas tan lejanos. En
cambio, nadie habla, por ejemplo, de que esta autovía fue inaugurada por Franco
y que en los años de democracia y autonomía, a pesar de haber aumentado tanto la
circulación, las comunicaciones por carretera en esa zona siguen siendo las
mismas y no hay ni siquiera proyectos para mejorarlas. Pero sigo escuchando los
patéticos soliloquios sobre lo desgraciados que somos los catalanes sin los
papeles de Salamanca. Quizás los tertulianos consideran que los irritados
catalanes aprisionados en las largas colas, angustiados por el temor a llegar
tarde al trabajo, estarán alegres y pimpantes cuando, una vez retornados los
dichosos papeles, sigan tan atascados como antes.
Todo ello viene a cuento de la reforma del Estatut, el nuevo falso problema que
más se llevará la próxima temporada, no en vano el actual Gobierno, con
sofisticadas técnicas de marketing, está realizando un costoso lanzamiento como
si de un producto comercial se tratara. Per primavera, el nou Estatut o Després
del Fòrum, l'Estatut, podrían ser buenos lemas que sugiero a los promotores de
la actual campaña. Y no se rían, cosas más grotescas se les han ocurrido.
Pues bien, ¿por qué necesitamos un nuevo Estatut? Tengo una teoría, permítanme
que se la explique. Empezaré por resumirles la conclusión: el nuevo Estatut
tiene su origen en el deseo del PSC de alcanzar la presidencia de la Generalitat
tras la derrota de 1999. Se trataba no tanto de reformar el Estatut sino de
derrotar a Convergència. Ocurre, sin embargo, que una vez esto se ha conseguido,
la reforma no es más que una patata caliente servida en unas condiciones que no
estaban previstas de antemano: en Madrid gobierna Zapatero en lugar del PP.
Pero vayamos al principio. Tras su derrota en las autonómicas de 1999, Maragall
elabora una nueva estrategia para llegar a ser presidente montada sobre dos ejes
principales: primero, una alianza con ERC que le permita restar votos a CiU,
plasmada en el grupo parlamentario conjunto en el Senado; segundo, una propuesta
de reforma del Estatut de autonomía para obtener patente de catalanidad. Como es
lógico en un partido nacionalista radical, ERC venía planteando la reforma del
Estatut desde 1980. El astuto y pragmético Pujol, por el contrario, desconfiaba
de ella, sabía de sus riesgos y dificultades: prefería obtener más competencias
mediante la negociación con el Gobierno central y, en su caso, con una
reinterpretación de la Constitución y el Estatut. No quería enfrascarse en una
reforma. Sólo a finales de legislatura pasada, con Mas ya al frente de la nave y
ante los malos augurios electorales, CiU apostó no por una mera reforma sino
–había que superar a ERC en nacionalismo– por un nuevo Estatut.
Poco antes de este paso adelante, el PSC, ERC e IC habían formulado muy
vagamente las líneas generales de un proyecto conjunto más orientado hacia la
reforma general del Estado de las autonomías que a la reforma del Estatut de
Catalunya. Con las elecciones autonómicas en perspectiva, cada partido formuló
sus respectivos proyectos: el de ERC era muy similar al plan Ibarretxe; el de
CiU también se le parecía bastante; el del PSC, como es natural, estaba en
sintonía con la política autonómica del PSOE. Ninguno de ellos ofrecía un texto
viable para un nuevo Estatut.
Ahora se quiere dar la impresión que lo substancial del nuevo Estatut está muy
meditado porque hace años que se está preparando el nuevo texto. Ello no es así.
Hasta hoy sólo había humo: únicamente en los últimos meses, acuciados por las
promesas electorales, con prisas y confusiones, el Gobierno y los partidos que
lo componen están trabajando a diversos niveles para intentar presentar un
proyecto. Ante las dificultades de no defraudar con un nuevo Estatut ceñido a lo
que exige el texto constitucional en su artículo 147, ahora parece que se va a
hacer un megatexto que aparente ser una Constitución de Catalunya. En realidad,
se trata de una parafernalia jurídica destinada a disimular lo descabellado del
proyecto. El nuevo Estatut no era imprescindible, sólo había necesidad de
derrotar a CiU y las promesas de reforma eran un mero instrumento con este único
objetivo. El texto que se elaborara en Catalu-nya ya se encargaría de frenarlo
el PP en Madrid. El victimismo y las frustración siempre, hasta ahora por lo
menos, han dado réditos en la política catalana, gobiernen unos o gobiernen
otros.
Pero la situación es distinta a la prevista y el lío en el que se ha metido el
PSC tiene un final incierto. Quizás habría que aprender una lección: hacer
política de verdad no es sólo crear falsos problemas para desgastar al
adversario hasta lograr que llegue extenuado a las elecciones y derrotarle.
Hacer política es algo más serio.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB