MODELOS DE INTEGRACIÓN CULTURAL
Hay que escoger entre el modelo multicultural que apoya el
gueto, el asimilacionista tipo wasp y el intercultural, que
fomenta el diálogo
Artículo de FRANCESC DE CARRERAS en "La Vanguardia" del 16/09/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Jordi Pujol dijo a finales de agosto que “el mestizaje” podría ser “el final de
Catalunya”. Agosto es peligroso para los políticos. Deben cuidar sus
declaraciones, no ofrecer flancos débiles, porque las noticias son pocas y el
tamaño del titular que aparece al día siguiente traiciona, a veces, lo dicho el
día anterior.
Pero éste no era el caso: Pujol está convencido de lo que dijo, lo ha expresado
así muchas veces y, además, es perfectamente coherente con la idea de nación
catalana que ha defendido desde siempre. Quizás su error fue utilizar la palabra
mestizaje, que, en su acepción clásica, remite a la biología, a la sangre, a la
idea de raza. Como sabemos, tras el holocausto tenemos prohibido mencionar la
raza: es una palabra políticamente incorrecta.
En efecto, es más fácil cambiar las palabras que las ideas. Si sustituimos la
palabra pero mantenemos lo sustancial de una idea que no nos atrevemos a
formular, de repente, como por arte de magia, este pensamiento perverso que se
esconde tras ella comienza a aparecer como aceptable. Así, estar contra el
mestizaje biológico es ser racista; pero si sustituimos la palabra biología por
la palabra cultura todo se hace mucho más digerible. Si además añadimos –como
hizo Pujol días después– que incluso el mestizaje cultural es aceptable siempre
que el elemento central e integrador de la sociedad siga siendo los valores del
país de acogida, en ello estarán de acuerdo tanto una gran mayoría de ciudadanos
como muchos de los más conocidos teóricos, desde Giovanni Sartori hasta Samuel
Huntington.
Pues bien, ésta es la posición, de ahora y de siempre, de Jordi Pujol. Para el
ex presidente, la continuidad de Catalunya está basada en la subsistencia de
unos valores propios y permanentes, una manera de ser característica, unos
hábitos culturales y unas costumbres tradicionales sin los cuales Catalunya
dejaría de ser lo que es. El objetivo irrenunciable es conservar el ser, velar
para que una supuesta identidad colectiva permanezca invariable. La posición de
Pujol continúa la tradición del catalanismo político, de Prat de la Riba a
Rovira i Virgili. Jordi Pujol no innova: se limita a poner al día el pensamiento
tradicional, a confrontarlo con los retos del presente. Y, sin embargo, hay
otras opciones que deberían barajarse en el debate, hay varios modos de
integración cultural.
A riesgo de simplificar, quizás, un poco, tres son las principales opciones
políticas ante el problema de la convivencia en un mismo territorio de personas
con culturas diferenciadas.
El primer modelo es el de separación cultural, también llamado modelo
multicultural, el cual trata de fomentar y consolidar las diferencias culturales
y responde a la idea de que toda acentuación de éstas es buena y toda
contaminación con otras culturas es perjudicial. Se parte de una concepción
cultural cerrada, de la cultura entendida como un gueto. El multiculturalismo es
partidario de preservar el gueto, de seguir en él. Un Estado estará, así,
compuesto por múltiples grupos culturales endogámicos cuyos componentes
encuentran su propia identidad en su propio grupo y rechazan el contacto con los
demás. En la actualidad, esta posición es defendida desde la negritud y el
feminismo en EE.UU., el indigenismo en América Latina o los fundamentalismos
religiosos o nacionalistas.
El modelo asimilacionista es el más frecuente en el mundo occidental. Implica,
sencillamente, que la cultura mayoritaria de una determinada sociedad debe ser
la predominante, la aceptada por todos. Desde estas posiciones, integrarse
significa renunciar a la cultura propia y adaptarse a esta cultura mayoritaria.
Los autóctonos actúan como los propietarios de la casa, con todos los derechos;
los inmigrantes son los humildes forasteros que han de someterse al amo. Así se
han ido homogeneizando muchos estados europeos con diversidad cultural previa y
ésta ha sido la política del melting pot estadounidense respecto a la
inmigración europea, la cual debía adaptarse al modelo wasp: blanco, de lengua
inglesa y protestante. Éste es, según parece, el modelo que propone Jordi Pujol.
Tanto el modelo multicultural como el asimilacionista tienen una base común: las
culturas son consideradas como identidades colectivas y homogéneas que deben
preservarse. En su fondo, laten las ideas de Herder y de Fichte que dieron
origen al nacionalismo moderno. Y si vamos más atrás, son consecuencia de la
idea aristotélica y tomista del hombre como ser social, fuente de los derechos
colectivos, previos y compatibles con los individuales.
Por último, un tercer modelo es el intercultural, que rompe con la idea de
homogeneidad y, respetando las diferencias, fomenta el diálogo, el contacto y el
mutuo intercambio de hábitos culturales. Para el modelo intercultural la
identidad es individual. Lo más común es que una misma persona pueda sentirse
tributaria de identidades diversas y todas ellas sirvan para construir su propia
identidad individual, la que él mismo elige con libertad y con plena
responsabilidad. A lo sumo, la identidad colectiva sería la resultante de estas
identidades individuales. Todo ello partiendo de la base de que el contacto
entre personas provenientes de culturas diversas es positivo y enriquecedor, ya
que amplía el abanico de opciones y, de esta manera, otorga mayor libertad para
que el individuo pueda construir su propia personalidad.
Ahí están los modelos. Entre ellos debemos escoger.
FRANCESC DE CARRERAS, catedrático de Derecho Constitucional de la UAB