EL VOTO DEL EMPRESARIO
Artículo de Francesc
De Carreras en “El País de Cataluña” del 23.10.2003
Francesc de Carreras es
catedrático de Derecho Constitucional de la UAB.
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo que
sigue para incluirlo en este sitio web
Hablar
de los empresarios en general es como hablar de los profesionales, los
agricultores o los obreros: son muchos y de muchas clases, cada uno con sus
propias ideas, intereses y personalidad. Pero cuando hablamos de empresarios en
la política catalana sabemos que nos estamos refiriendo a los presidentes de
las escasas grandes empresas y a las cúpulas de sus más importantes
instituciones representativas. Quizá muchos empresarios no se sentirán
representados por ellos, pero en el lenguaje político catalán éstos son
"los empresarios" y se caracterizan por ser liberales en economía,
conservadores en política y moderados en materia de nacionalismo.
Pues
bien, desde 1979 los intereses que estos empresarios representan han tenido un
muy notable peso específico en la política autonómica catalana. Hace unas
semanas explicábamos cómo la campaña antimarxista desarrollada por
Fomento en aquel año fue decisiva para el triunfo de Jordi Pujol en las
primeras elecciones autonómicas de 1980. Pujol, aunque proveniente del mundo de
la banca, no era exactamente uno de los suyos. Sin embargo, lo admitieron como
mal menor ante la división y debilidad de los partidos de centro y de derecha
catalanes de la época. A cambio, Pujol les hizo asumir un nacionalismo light,
un catalanismo moderado. Unos con bastante convicción, otros a regañadientes,
todos aceptaron el pacto. Con el tiempo se ha visto que han obtenido buenos
frutos de todo ello. Desde entonces los empresarios constituyen un poder
fáctico en la política catalana.
Pero,
tras su largo reinado, a Pujol le sucede Artur Mas en un escenario político español y catalán muy distinto
al de 1980. Por una parte, el PP, a diferencia de UCD, es un partido bien
asentado en la sociedad española, con buenas perspectivas para continuar en el
Gobierno durante otra legislatura. Por otra, el catalanismo moderado y pragmático
que hasta ahora ha mandado en Convergència i Unió
(CiU), parece estar agotando sus reservas y debe entrar en competición con el
nacionalismo de Esquerra Republicana (ERC). Miquel Roca ya se fue, Macià Alavedra y Joaquim Molins también, otros, como Josep López de Lerma, siguen y
seguirán el mismo camino: hay un cambio generacional ineluctable. Se trata, en
realidad, de un camino parecido al del Partido Nacionalista Vasco. Hasta hace
poco -recuérdese que votó con entusiasmo en 1996 a favor de la investidura de
José María Aznar- era un partido equilibrado, un partido que merecía un amplio
crédito por parte de los empresarios vascos. Sin embargo, en un determinado
momento se encontró en una clara disyuntiva: o buscaba el voto de los sectores
moderados de Herri Batasuna que rechazaban la
violencia etarra o perdía las elecciones. Igual le está pasando a CiU: o se
radicaliza hacia posiciones cercanas a la filosofía del plan Ibarretxe o ERC le gana la partida. Ahora bien, todo lo
que se gana por un lado se puede perder por otro. Situada en estas posiciones
un tanto maximalistas, CiU corre el riesgo de no contar con el respaldo de la
otra parte de su público, puede perder el voto del empresario del que estamos
hablando.
En
este complejo escenario debe analizarse la personalidad política de Artur Mas y lo que representa.
Como se sabe, el voto, en muchos casos, se decide por la confianza que suscita
el líder. Sin duda, Mas se encuentra menos alejado del
empresariado medio que Pujol lo estaba en 1980: por su trayectoria y perfil más
técnico que político, porque es tibiamente nacionalista, porque aparece como
más pragmático que fundamentalista. Ahora bien, precisamente por todas estas
razones, debe convencer a un partido crecientemente radicalizado de que es todo
lo contrario: un nacionalista de pura cepa, de soca-rel
como decimos en catalán, un hombre con proyectos políticos ambiciosos como es
la reforma del Estatut y de la Constitución, en
definitiva, se trata de demostrar de que es una personalidad que no desdice en
nada de la de Josep Lluís Carod Rovira. Así podrá llegar a convencer a los
numerosos sectores de su partido o de sus votantes que lo consideran un parvenu del catalanismo y no lo reconocen todavía
como uno de los suyos.
Sólo
por una mala interpretación de este papel que no le sale de dentro puede
llegarse a entender su gran metedura de pata al proponer algo tan extravagante
como son las selecciones deportivas conjuntas con Andorra. Como es un tema
puramente simbólico, cuyo alcance real no comprende todavía bien, ignora que lo
menos nacionalista del mundo es compartir selección deportiva con otra nación,
en este caso una nación-Estado, que si bien tiene idéntica lengua, debe ser
forzosamente distinta -según los cánones del nacionalismo- en cuestiones tan
centrales como son la cultura, la historia, las tradiciones, el carácter y toda
la retahíla habitual de hechos diferenciales que se quieran añadir.
Ello
es una muestra de que si bien Mas -y Josep Antoni Duran Lleida, por supuesto-
no pueden asustar a los empresarios moderados que les conocen bien, el partido
al que Mas y Duran pertenecen -en cierta manera, una ERC bis- puede
resultarles inquietante. Hasta ahora estos empresarios sabían que Pujol les
aseguraba moderación. Lo comprobaron cuando al firmar CiU la Declaración de
Barcelona se desmarcó rápidamente al referirse desdeñosamante
a aquel documento como "cosas de Pere Esteve". Hoy Pere Esteve está
de número tres de la lista de ERC y muchos de los que piensan como él
siguen en CiU. Pujol, con una sola mirada, controlaba a su partido. Hoy el
partido controla a Mas y a Duran. Ésa es la diferencia.
Nuestro
empresario dio en 1980 su voto a CiU o a UCD, según su grado de catalanismo. En
1984, 1988 y 1992, su voto fue siempre fiel a Pujol, su salvador ocasional.
Comenzó a serle desleal en 1995 y 1999, pero los gobiernos de Pujol que han
sido resultado de un acuerdo entre CiU y el PP le han parecido positivos y, por
tanto, quiere que el acuerdo continúe. Sin embargo, para asegurar esta
continuidad, esta vez comienza a pensar que no debe votar a Mas, sino al PP. De
otro modo, podría estar favoreciendo un gobierno de CiU con ERC, quizá con
Carod Rovira como presidente.