COMBATIR EL TERRORISMO
OBSERVATORIO GLOBAL
Artículo de MANUEL CASTELLS en
“La Vanguardia” del 01/05/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Combatir
el terrorismo requiere tres estrategias: destruir las redes terroristas, desarticular
sus recursosy prevenir la reproducción de esas redes
Con un comentario a pie de título:
¡QUE FORMA DE ECHAR A PERDER LO BUENO! (L. B.-B., 1-5-04, 20:00)
Estos días observo en los ideológos de la
progresía un cambio de actitud: como ya han alcanzado el Gobierno los afines,
comienzan a variar el talante y a adoptar posiciones constructivas, aunque veo
difícil que se pueda remediar el desaguisado creado por el PSOE. Por otra
parte, en confianza y entre nosotros, me pregunto ¿son realmente afines,
o estos jóvenes posmodernos que nos gobiernan son un OVNI que brota desde las
cenizas del socialismo?
Pero tanto Castells como otros intelectuales
de calidad se mueven, como en este artículo, en la contradicción entre el
análisis afinado y las coces sectarias o desnortadas. Observen las zonas
del artículo formateadas en verde por mí y descubrirán como se echa a perder un
análisis valioso (L. B.-B.)
Si la guerra
es la continuación de la política por otros medios, según la fórmula consagrada
de Clausewitz, el terrorismo es la continuación de la
guerra por otros medios. Es la forma predominante de guerra en nuestro mundo.
Sus insidiosos efectos van más allá del desmembramiento de sus víctimas.
Penetra nuestras mentes, puebla nuestras pesadillas, pudre nuestras
instituciones, amedrenta nuestras vidas. Por eso la lucha contra el terrorismo
es una dimensión esencial de nuestra convivencia. El hecho de que se haya utilizado como pretexto para imponer
opciones políticas, manipulando a los ciudadanos, no resta importancia a la cuestion básica: cómo combatir
el terrorismo.
Lo primero es distinguir de qué tipo de terrorismo se trata en cada momento y en
cada lugar. Es una nefasta falacia confundir todos los terrorismos en un
genérico racionalizador del orden impuesto. Porque si la estrategia
antiterrorista no es específica a sus raíces sociales y políticas no surtirá
efecto. Sería como pretender curarlo todo mediante un fármaco único, a base de
jarabe de palo.
Por cierto, que ello evita entrar en disquisiciones metafísicas sobre lo que es
y no es terrorismo, a saber si tal o cual guerrilla latinoamericana es
terrorismo o si los asesinatos selectivos israelíes son o dejan de serlo. Por
tanto, no propondré una teoría general sobre terrorismo y contraterrorismo,
sino una reflexión sobre las estrategias que los expertos consideran adecuadas
en la lucha contra el tipo de terrorismo que, sin menoscabar la amenaza de
otros, está en primer plano de la geopolítica mundial: el terrorismo global de
las redes islámicas del tipo de Al Qaeda. Recordemos algunas características
relevantes: se trata de redes globales, con amplio grado de autonomía local; no
hay límites en el nivel de violencia de su acción; la represión contra sus
militantes tiene escaso efecto disuasorio, en la medida en que están
predispuestos al martirio; se otorgan una legitimidad religiosa; gozan de
popularidad creciente entre sectores soliviantados del mundo musulmán, en
particular entre los jóvenes; cuentan con un nivel apreciable de educación y
sofisticación tecnológica; utilizan redes de transporte global y de
comunicación electrónica; disponen de suficientes recursos económicos y de la
capacidad de generarlos; conocen usos y costumbres de cada país; están
integrados a la vez en medios locales y en redes globales; en fin, lo más
preocupante es que, para compensar el enorme poder tecnológico-militar de sus
enemigos, en particular de Estados Unidos e Israel, buscan el desarrollo y
eventual utilización de armas de tipo biológico, químico y nuclear. Las armas
de destrucción masiva no existían en Iraq, pero sí están en la mente de Al
Qaeda, además de en Estados Unidos e Israel.
Partiendo de esas características, el control y eventual erradicación del
terrorismo global del tipo de Al Qaeda requiere tres estrategias simultáneas y
combinadas: destruir las redes terroristas operativas; impedir su
reconfiguración, mediante la desarticulación de la infraestructura de recursos
y comunicaciones en las que se basan, y prevenir la reproducción de esas redes
actuando sobre las fuentes sociales de donde surgen. Cualquier intento de
actuar en una dimensión sin hacerlo en las otras está condenado al fracaso a
medio plazo.
La destrucción de las redes terroristas depende esencialmente de información.
Esa información ha de tener sobre todo valor preventivo. La represión a
posteriori incrementa el valor del martirio y no impide el efecto psicológico
que busca el terrorismo. Así, la eficaz acción de la policía española (más
efectiva que la estadounidense) para detener de forma inmediata a los autores
de la masacre del 11-M, a pesar de los problemas derivados del sesgo político
del ministro Acebes, necesita prolongarse más allá del castigo de los
culpables. Tiene que utilizar la información recibida para penetrar en las
redes terroristas y sus medios de apoyo. Esto sólo se puede conseguir mediante
una política continuada en ese sentido. Todo el mundo sabe que hay que plantar
informadores en esas redes. El problema es cómo hacerlo, encontrar personas del
medio en que se mueve el terrorismo y que estén motivadas contra él. Aunque
personalmente considero ilegítimos los asesinatos selectivos de Israel, la
forma en que el Mossad ha conseguido penetrar en las
organizaciones palestinas de liberación muestra la eficacia de esa política.
Algo que la CIA no consiguió porque subcontrata esas operaciones con escaso
control de calidad. Un segundo aspecto decisivo es la coordinación policial
internacional. A la red global de terror sólo la puede combatir una red global
de servicios de seguridad. Hoy día no existe. La Interpol es pura coordinación
burocrática de servicios nacionales. Y las cooperaciones existentes están
centradas en los servicios estadounidenses, cuya coordinación preferente es con
los isralíes y británicos. Por consiguiente la
información que se recibe no es siempre la adecuada técnicamente, sino que está
orientada por los intereses políticos de quien la da. Y, por cierto, lo mismo
pasa dentro de un país entre los distintos servicios, como está saliendo a la
luz en EE.UU. Por tanto, la reforma de la Interpol es esencial. Pero una
policía antiterrorista global que no sea instrumento de un Estado sólo puede
ser legítima como instrumento de las Naciones Unidas. ¿Utopía? Lo utópico es
vencer al terrorismo global en función de los intereses propios de una agencia
determinada.
La destrucción de un grupo o una red terrorista de este tipo sirve de poco si
se puede reconfigurar, es decir, si dispone de la infraestructura necesaria
para reorganizarse con nuevos reclutas. Aquí lo esencial es el control de la
financiación directa o indirecta. En este sentido ha habido progreso, porque se
hizo evidente el papel del capitalismo islámico en el apoyo a Al Qaeda. Pero la
gran contradicción es que una política eficaz en este sentido, al igual que la
política contra el blanqueo de dinero de origen criminal, implica un control de
los flujos financieros al que se oponen los bancos y, además, el propio
Gobierno estadounidense. Pues bien, los medios financieros tendrán que elegir
entre conservar sus secretos o conservar su seguridad. Es además necesario el
control de la infraestructura de comunicación y transporte. Aquí internet ocupa
un papel secundario, en contra de lo que se dice, porque los terroristas saben
que está vigilado. La principal forma de comunicación es mediante móviles y
aquí es casi imposible una intercepción eficaz masiva, a menos de tener de
antemano información sobre los números de teléfono. Pero, en cambio, el sistema
de transporte, tanto aéreo como terrestre, es la forma esencial de contacto: el
viaje personal. Lo cual implica, desgraciadamente, que tendremos que soportar
controles de seguridad cada vez mayores en nuestros viajes.
En fin, de poco servirá este gigantesco dispositivo de seguridad si las
condiciones de humillación cultural, opresión política y explotación económica
continúan para la mayoría de los musulmanes en el mundo. Y muy particularmente
para los inmigrantes musulmanes en la Unión Europea, que podrían constituir en
el futuro un medio de reclutamiento esencial para la expresión exacerbada de
sentimientos de marginación. Cualquier forma de estigmatización de los
musulmanes europeos agravará el problema a dimensiones inmanejables. De ahí que
sea esencial redoblar un esfuerzo de integración de las minorías musulmanas con
pleno respeto a su cultura y religión. En el ámbito internacional, mientras
Sharon y otros parecidos mantengan la ocupación de Palestina en contra de las
resoluciones de las Naciones Unidas, no habrá paz en el mundo. La comunidad
internacional, y en particular la Unión Europea, tendrán que imponer a Israel
el reconocimiento del Estado palestino a cambio de una paz duradera. Junto a
ello, es necesaria una nueva política multilateral hacia el mundo musulmán,
respetuosa de su soberanía, al tiempo que se estimula su democratización, se
contribuye a un desarrollo redistributivo y se establecen mecanismos de diálogo
intercultural e inter-religioso, sin prejuzgar el
fundamentalismo a partir de nuestros esquemas. O aceptamos de verdad que
vivimos en un mundo diverso, renunciando a “civilizar” a los demás a la fuerza,
o la guerra por otros medios acabará convirtiéndonos en cruzados dispuestos a
reinventar la Inquisición. Combatir el terrorismo requiere vencer nuestro
propio terror.