LA CATALUÑA DE TODOS
Artículo de JOSÉ CASTELLANO en “ABC” de Cataluña del 20/07/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
EL futuro de
Catalunya es nacionalista. La frase no es mía sino de Xavier Bru de Sala quien
días atrás (Futuro Nacionalista. La Vanguardia, 10 de Julio) afirmaba que «si
hoy no se habla de otra cosa que de selecciones, devolución de papeles, falta de
inversiones, Estatut y financiación, déficit de infraestructuras y fiscal, es
imposible imaginar un mañana en el que estos objetivos no vayan aparejados al
liderazgo del nacionalismo». O sea que, en palabras de quien fuera miembro del
primer gobierno de Jordi Pujol, viene a afirmarse, con notoria complacencia, la
misma realidad que yo he ido lamentando en no pocos de mis escritos.
Mas no acaban aquí las coincidencias en el análisis porque el Sr. Bru de Sala,
refiriéndose a Maragall, añadía que... «Si ha llegado donde está no es porque
encarne un proyecto de izquierdas para Catalunya, sino como vicario o
administrador de las pretensiones puestas en circulación por el nacionalismo
catalán», al tiempo que atribuía al actual Presidente de la Generalitat una
supuesta función histórica consistente «en irrigar la izquierda con caudales
trasvasados desde las cuencas del nacionalismo» lo que no es sino una manera de
elevar a la categoría de sublime lo que otros muchos entendemos como pura y
simple dejación de los principios socialistas cuando no traición expresa a
cientos de miles de electores y militantes.
Pero aunque estos párrafos han venido a confirmar, desde el espacio
sociovergente, las tesis que algunos hemos mantenido desde el campo de las
izquierdas, lo verdaderamente preocupante del texto que comentamos es cuando X.
Bru, luego de definirlo como inagotable, sentenciaba que «se le puede vencer,
como tantas veces ha ocurrido, pero nunca ha sido por las urnas» de donde
necesariamente se desprendería que si ese «futuro de Cataluña», democráticamente
invencible se convirtiera en presente, estaríamos asistiendo definitivamente al
final de la propia democracia, atrapados en esa nueva especie de régimen al que
me he referido otras veces. Pero como se hace muy duro admitir tan tenebroso
escenario, prefiero trivializarlo reproduciendo aquí la anécdota o, como lo
denominaba su anónimo autor, el panfleto que hace unos días se nos colaba por el
correo electrónico y que rezaba así:
«¿Estás convencido de que los partidos de izquierda catalanes se han olvidado de
sus electores?¿Estás harto de oír hablar del Estatut y no de tus problemas?
¿Crees que más autogobierno es sinónimo de más discordia, no de más soluciones?
¿Te fastidia que en nombre de la lengua propia de Cataluña te arrebaten tu
propia lengua? ¿Quieres una Cataluña leal y solidaria con el resto de España?
¿Quieres que las Instituciones catalanas respeten la pluralidad lingüística,
social y cultural de los ciudadanos? ¿Quieres un partido y un gobierno que se
olviden del victimismo y la identidad y se preocupen por el bienestar y el
progreso social de los ciudadanos?
Vota PINN (Partido de la Izquierda No Nacionalista)»
Evidentemente, las bromas sobre el -por ahora- supuesto partido no nos ocultan
las más que razonadas y razonables dudas que plantean cada una de las preguntas
anteriores como tampoco podemos olvidar la absoluta hegemonía actual del
nacionalismo y nuestra justificadísima preocupación e indignación por la
impunidad con la que desde sus propias filas se declaran electoralmente
invencibles, admitiendo sin complejos que se han instalado en un nuevo
movimiento nacional en el que se revuelcan alborozados todos los partidos
políticos con excepción del escasamente significativo PP catalán.Y mientras
tanto, ¿Qué hace o dice la sociedad civil al margen de los partidos políticos?
Casi nada porque casi nada escapa a la influencia de los partidos o de las
administraciones ni a las poderosas razones de los fondos o empleos que tan
sectariamente administran en este mal llamado oasis catalán bajo cuya sombra y
cobijo dormitan el otrora combativo movimiento vecinal, los sindicatos de clase
convertidos en esta clase de sindicatos, la nutrida vanguardia cultural de
aquellos tiempos, las antiguas casas y federaciones regionales y otros tantos
colectivos sin que nadie, salvo contadas y honrosas excepciones, se atreva a
exigir la restitución de la normalidad democrática a riesgo de verse también en
la inmensa lista de los que nos tememos exiliados en este país del que algunos
se sienten los amos ignorando que esta es la Cataluña de todos porque entre
todos la hemos hecho posible.