PARA ZAPATERO, LO PEOR VIENE AHORA
Artículo de Lorenzo Contreras en “La Razón” del 03.07.2003
A Zapatero se le viene ahora lo peor encima. No ha
ganado en términos políticos el Debate de la Nación después de la catástrofe de
la Asamblea de Madrid. Parecía haber consolidado su liderazgo con los resultados
del 25 de mayo, que arrebataron al PP la importantísima Comunidad madrileña.
Pírrica victoria que, a la luz de los posteriores acontecimientos, se ha
transformado prácticamente en derrota. Tiene por delante nueve meses para gestar
la continuidad de su liderazgo. Todo un parto difícil. La marcha de Aznar, que
podía haber representado un serio hándicap para los populares, no se percibe en
este momento como una ventaja del adversario. Aznar parecía hasta este vuelco de
la situación un desheredado de la fortuna política. Bastaba repasar el
repertorio de calamidades que se abatían sobre su figura, desde Iraq al
«Prestige», pasando por el Yak-42 y el «trenazo» de Chinchilla, sin olvidar la
inseguridad ciudadana y tantos otros problemas surgidos en los últimos tiempos
de su mandato. Sin embargo, contra todos esos factores negativos se elevó el
espectáculo de los desertores socialistas a la hora de la investidura de Rafael
Simancas, cuyo gesto ético de no aceptar votos tenidos por comprados no parece
representar un suficiente antídoto contra la enfermedad de desprestigio que hoy
recorre al PSOE.
Zapatero necesita imperativamente un éxito que restablezca su salud política
y mejore su maltrecha imagen. En octubre le espera la nueva prueba. Las
elecciones de repetición para la Comunidad de Madrid son vitales y pueden ser
mortales. El partido, cuya división interna forma parte de la convicción
general, necesita unir sus filas. Pero la pregunta fundamental es si Rafael
Simancas sigue siendo el hombre indicado para ganar esas elecciones o, como
suele decirse, los socialistas necesitan cambiar de caballo. La ofensiva
política del PSOE hasta octubre tiene que ser muy eficaz, aunque es obvio que
tendrá enfrente la contraofensiva del PP, cuya derrota podría ser interpretada
como una acusación del electorado.
En esta auténtica guerra política, todos los frentes están abiertos, incluido
el judicial por lluvia de querellas. Nada se diga del desmontaje de
reputaciones, inevitable si la historia de lo ocurrido se investiga hasta sus
últimas o por lo menos penúltimas consecuencias. Si no ruedan cabezas por todas
partes es que esta democracia ha perdido el sentido del decoro. El sentir de la
calle es muy negativo, como las encuestas, si se realizan, no tardarán en
acreditar. El 23-F no perjudicó a la democracia. La fortaleció y vigorizó al
sistema. El suceso de la Asamblea de Madrid ha sido una puñalada trapera. No la
mató, pero la ha dejado postrada. Si no fuera por los efectos curativos de la
desmemoria, el voto ciudadano se resentiría.