LA IZQUIERDA TIRA AL MONTE
Artículo de Amando de Miguel en “La Razón” del 07.04.2003
Es una inmensa fortuna el hecho de que los españoles de
la última generación hayamos gozado de un sistema democrático, pero todavía no
está consolidado. Necesitamos que se cumplan algunas condiciones, siempre
laboriosas. Por ejemplo, la alternancia de los partidos es una prueba de madurez
democrática. Esa es la razón por la que muchos españoles saludamos esperanzados
la sucesión pacífica de los socialistas en el poder con el triunfo de 1982.
Todavía más alegría nos produjo la nueva alternativa del PP en 1996. Ahora bien,
así como la derecha esperó paciente a reorganizarse a partir de 1982, la
izquierda no ha digerido la derrota de 1996. Esa reacción constituye un gran
obstáculo para la carrera democrática, un obstáculo no reglamentario. Hablo de
la izquierda porque, en lo tocante a suceder al PP, el PSOE tiende a aliarse con
los comunistas y ahora incluso con la izquierda extraparlamentaria. De tal
suerte que, si el PP no gana por mayoría absoluta, gobernaría el PSOE con sus
aliados. Es la vieja querencia revolucionaria del PSOE, la de Largo Caballero,
Negrín o Álvarez del Vayo, que tan desgraciadas consecuencias tuvo para la
República y en definitiva para los españoles.
Malo es que el PP, tras su victoria en 1996, se haya tenido que disfrazar de
centro. Pero peor es aún que el PSOE se constituya en una parte de la izquierda
revolucionaria. No otra cosa es la consecuencia de que los representantes
electos del PSOE llamen asesinos a los del PP, mientras las sedes de estos
últimos son asaltadas. Lo que es peor, los nuevos dirigentes de la izquierda
unida con los socialistas se dedican a reabrir las fosas comunes de la guerra
civil. Por cierto, todavía no se ha reabierto la de Paracuellos del Jarama. Por
mí, que siga en ella mi primo Tomás (el pobre no pasó de la adolescencia). El
resentimiento es el peor consejero de la política. Resentimiento es lo que veo
ahora en la conducta pública de los socialistas. Simplemente los socialistas no
han logrado digerir el hecho de que el PP pueda gobernar.
Una democracia sana supone que el partido de la oposición espera con
paciencia y ánimo crítico a que los electores echen del poder al partido
gobernante. Pero esa misma espera indica que la oposición tolera que otros
manden. Pues bien, esa condición no se cumple. Los socialistas no tragan con que
los del PP gobiernen, por muy de centro que quiera ser la derecha. Es un
problema de estómago no de cabeza.
Es fácil imaginar a Cánovas tomando una jícara de chocolate con Sagasta. Eran
adversarios, mas no enemigos. Pero no me imagino a Zapatero compartiendo un
descafeinado de máquina con Aznar. Nunca tuvo lugar esa escena pacificadora
entre Aznar y Felipe. Con Zapatero, menos. ¿Ésa era la «oposición tranquila»?
No; está siendo la oposición cerril, la de aliarse con la excrecencia anarcoide,
si es preciso, con tal de llegar al Gobierno. Éste no es mi PSOE, que me lo han
cambiado.