EL PROBLEMA NACIONAL

 

 Artículo de Amando de Miguel  en “La Razón” del 13/06/2004

 

 

Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)

 

Desde hace más de un siglo, cuando surgieron los nacionalismos actuales, tenemos vivo en España el problema nacional. Nadie lo ha resuelto. Quizá Franco lo agravó al exaltar una especie de nacionalismo español que no fue a ninguna parte. La democracia actual complicó más las cosas al conceder un desmesurado papel a los partidos nacionalistas, por ejemplo, a través de la ley electoral. La razón fue que los minúsculos partidos nacionalistas habían sido antifranquistas.
   La cuestión es simple. Vamos a suponer que en España dos de cada diez españoles se consideran nacionalistas o afines. Eso quiere decir que les molesta España, se sienten incómodos siendo españoles o manejando sus símbolos: bandera, escudo, himno, pasaporte, moneda, sellos, selecciones nacionales de deportes y, en general, todo lo que lleva la palabra nacional o España. La Telefónica dejó de ser «nacional» y de «España», y lo mismo pasará con la Renfe y otras compañías nacionales o españolas. El «.es» de la internet dejará de serlo.
   El problema no está en que ese 20% de españoles no quieran serlo. Faltaría más. Nada más español que no querer serlo o abominar de los toros o el flamenco. (También es curioso que se llame flamenco a una expresión artística que se considera en la raíz de lo nacional). El problema está en que ese 20% ejerce un desmesurado peso no sólo en el Gobierno vasco o catalán, sino en el Gobierno de España. Ese peso desproporcionado se nota en la progresiva y sutil desaparición de los símbolos nacionales. Quedan pocas banderas españolas en los centros de enseñanza; en los del País Vasco o Cataluña, ninguna.
   Se nos impone una especie de federalismo de hecho, por lo menos a través de los símbolos. Se ha llegado a promover en serio que el catalán, el vasco o el gallego sean idiomas oficiales ¿en Europa! A mi modo de ver, ni siquiera el español tendría que ser oficial en la Unión Europea, aunque sí en la ONU. No está lejano el día en que habrá traducción simultánea de las cuatro lenguas (los valencianos, allá ellos) en el Congreso de los Diputados. Naturalmente, habrá que cambiar la Constitución, pero se cambiará. El 20% de nacionalistas tiene mucho más peso que el que corresponde a esa proporción. En España se puede criticar todo, menos a los nacionalismos. Sus tesis se consideran sagradas. Los altos cargos no juran o prometen guardar la Constitución sino favorecer a los nacionalistas en todas sus peticiones y exigencias. Eso es lo que prometen.
   El problema es que el 80% de los españoles están hartos de las tendencias apuntadas. Votan a sus respectivos partidos nacionales, pero por inercia. Saben perfectamente que esos partidos no van a defender los intereses o los símbolos de la nación española. Ése es el problema nacional.