LA FE DEL ZAPATERO
Artículo de Iñaki Ezkerra en “La Razón” del 17/05/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Sucedió ya durante la llamada «tregua» de ETA. Se creó tal clima de fe y
esperanza en la bondad de los terroristas y en su decidida voluntad de olvidar
las armas que la cuestión dejó de ser política para pasar a ser directamente
teológica. Había que creer a pies juntillas en que esa «tregua» era una «tregua»
en efecto por mucho que no nos halláramos en ninguna guerra y que aceptar tal
término supusiera colocar al Estado de Derecho a la misma altura que a unos
delincuentes. Y había que creer además que la supuesta «tregua» iba a ser
«definitiva» por más que la presentación de esos dos términos unidos el uno al
otro formara una contradicción insalvable, una antilogía de manual pues lo que
caracteriza de manera esencial a todas las treguas ¬como bien saben hasta los
párvulos¬ es que no son definitivas como los son las victorias, las derrotas o
los armisticios.
Pues bien, el socialismo español que parece empeñado en heredar las peores
mañas y artimañas del nacionalismo vasco ha logrado crear un clima teológico
similar en torno al talante de Zapatero. No creer en las bondades y capacidades
de ese ambiguo por no decir inexistente programa con el que va a contentar a
unos y a otros así como a salvarnos a todos se ha convertido en un «pecado
mortal» en España y quien se atreve a su práctica es directamente amenazado con
el infierno. Como los nacionalistas con la famosa «tregua etarra», los del PSOE
y sus aledaños acusan al ateo o al agnóstico del zapaterismo de desear que
Zapatero fracase y de que caigan sobre nosotros todas las plagas. La nocturna
figura del inquisidor que ve por todas partes resentidos que quieren que España
«vaya mal» es, de este modo, bastante más insufrible que la figura diurna del
optimista que se empeñó en seguir repitiendo que «España iba bien» aun cuando
comenzaba a tener fundados motivos para pensar otra cosa. De la fe del carbonero
hemos pasado, así, a la fe del Zapatero, la fe que el propio presidente del
Gobierno tiene en sí mismo y que los ciudadanos debemos compartir con él aunque
suframos un desgarramiento unamuniano y la razón nos diga que no, que el milagro
no es posible y que ese camino emprendido por el PSOE en su relación con los
nacionalismos vasco y catalán es el verdadero callejón que no tiene salida.
En realidad el carbonero se lleva la mala fama pero otros cardan la lana.
Aunque esa manoseada expresión ¬«la fe del carbonero»¬ ha pasado a significar
poco menos que fanatismo religioso su origen está en un cuento popular y en la
modestia con la que el carbonero que lo protagoniza hizo tres dobleces en su
mandil para explicar el misterio de la Santísima Trinidad a requerimiento de un
teólogo. El carbonero de la leyenda se limitaba a prescindir de los farragosos
argumentos del teólogo para demostrar que esas tres partes de su mandil formaban
un todo con sólo desdoblar la tela. Dicho carbonero, en fin, no desafiaba a la
lógica sino enseñaba al sabio cómo las razones sencillas pueden ser más eficaces
que las complicadas. Pero Zapatero lo que está exigiendo sin ninguna sencillez
ni ninguna modestia, sin ninguna lógica ni doméstica ni carbonera, es la simple
suspensión del juicio, la inhibición de toda actividad crítica en nuestras
cabezas ante ese trinitario e indemostrable misterio gracias al cual es capaz de
conciliar simultáneamente las demandas del Estado español, del nacionalismo
vasco y del tripartito catalán. Parodiando las virtudes de este último, Els
Joglars ha estrenado una obra con el título de «Retablo de las Maravillas», el
entremés de Cervantes en el que unos pícaros eran capaces de embaucar a una
localidad con un espectáculo inexistente pero presuntamente prodigioso que sólo
podía ser apreciado por los cristianos viejos. No conozco la obra de Els Joglars
pero creo que en el momento que hoy vive España, no sólo Cataluña, es más que
oportuno invocar esa comedia que viene a ser una versión culta del cuento
popular «El rey está desnudo» en el que unos granujas parecidos pretenden vestir
a un monarca con un traje que ¬según dicen¬ sólo es invisible e intangible para
los hijos ilegítimos y las mujeres sin honra.
Usando la razón uno puede valorar como positivo en el panorama catalán que
una formación política como CiU que se había perpetuado en el poder de tal forma
que se consideraba imprescindible para la marcha del universo y que amagaba la
eternidad quede desarticulada de pronto en toda su espesa red de intereses
institucionales y económicos. Utilizando la razón uno no tiene inconveniente en
valorar positivamente también la coincidencia del PSOE con el PP a la hora de
impedir que la post-Batasuna se presente a las elecciones europeas o la misma
negativa de Zapatero a bajarse del Pacto por las Libertades y contra el
Terrorismo que él mismo ideó y propuso pese a que ambas posturas no favorezcan
el acercamiento al PNV. Ahora que el PNV ya empieza a identificar a Zapatero con
Aznar, tal y como era previsible, uno no va a caer en la fácil tentación de
perder la razón y los principios reprochando a los socialistas la incapacidad
para el diálogo que han predicado aunque ésa fue la incoherencia en la que
incurrieron para hacer oposición al Gobierno popular. Es mucho más importante
que ganar unas elecciones tener la mente sana y no perdida en una marea de
contradicciones. Es muchísimo más importante asegurar la estabilidad de España
que hacer caer al PSOE hoy o al PP ayer.
Usar la razón es dársela a este Gobierno en aquello en que lo merezca, o sea
lo contrario a practicar la fe del Zapatero y a incurrir en este
neoconfesionalismo que se nos propone desde cierta izquierda. Si el fariseo de
la religión se caracterizaba por pegar una patada al primer pobre que veía al
salir de misa, el fariseo y el meapilas del PSOE se caracterizan por creer que
basta con confesarse y con comulgar en Ferraz para ser de izquierdas.