LAS CATALANAS

 

  Artículo de Iñaki Ezkerra  en “La Razón” del 11.11.2003

 

Cuando Felipe aprovechó su intervención en un mitin de Baracaldo para decir que el PSE-EE. debía pactar con el PNV irrumpiendo de ese modo en la campaña para las autonómicas del l3-M que capitaneaba en la dirección opuesta Redondo Terreros, éste se limitó a no hacer comentarios y a seguir con su inequívoco mensaje. Hay gente, como Felipe, a la que todo le sale gratis. Cuando Jaime Mayor, sin moverse de su sitio, hace una comparación obvia entre los nacionalismos vasco y catalán que los propios interesados explicitaron por escrito en la Declaración de Barcelona ¬que Arzalluz deja en herencia la radicalidad de ETA como Pujol lega la de Esquerra Republicana¬ gritan algunos que ha irrumpido en la campaña de Piqué.
   Como el mensaje de Redondo Terreros fue claro pese a esa irrupción real en su campaña y como recogió los frutos que debía recoger, el mensaje de Piqué en las catalanas resulta inequívoco ¬o equivocamente inequívoco para ser exactos¬ y recogerá los frutos que debe recoger de esa táctica ambigua. Ha quedado clara cuál es su apuesta en Cataluña y que no se le eche la culpa luego a Jaime Mayor ni a nadie del fracaso de esa táctica. Por pillar dudosos votos nacionalistas Piqué renuncia a recoger la enorme ola de votos que podía haberle venido de los desengañados de Maragall. Renuncia a copiar la ya trillada experiencia vasca del trasvase de electores del PSE-EE al PP. Allá Piqué. Que juegue esa carta pero no niegue unos paralelismos
   entre el País Vasco y Cataluña que los nacionalistas de ambas comunidades son los primeros en vocear y silenciar según les conviene. Si esas situaciones no Tienen nada que ver, ¿qué hace Maragall metiendo las narices en Euskadi? ¿Qué hace el Parlamento catalán aplaudiendo al lehendakari que pactó con ETA? ¿Qué hace ETA reclutando independentistas catalanes?
   Si Arzalluz y Anasagasti fueran vascos de verdad les heriría está cínica escrupulitis que de pronto le entra al nacionalismo catalán de desmarcarse de la pomada vasca, esas frasecitas de «nosotros no tenemos que ver nada con aquella barbarie», «no somos comparables». De pronto los vascos ¬no el nacionalismo vasco sino el País Vasco, los vascos en general¬ somos unos apestados que no podemos ser comparados con nadie. Nuestra bestialidad es única. Y lo más ridículo y autovejatorio es que la comparación indigna también al PNV, como si el sospechoso de chantaje mostrara solidaridad con el sospechoso de estafa y se indignara de que se le compare con él. Es como si dijera: «Está bien que digan que yo soy un chantajista pero no que a ese acusado de estafa lo comparen conmigo porque ¿todavía hay clases, por favor!, y yo soy de la más baja y despreciable».