LA EXCUSA DE LA PAZ
Artículo de FLORENCIO DOMÍNGUEZ en "El Correo" del 9-12-02
A ETA le ha costado casi setenta días reaccionar al plan de Ibarretxe, pero
su respuesta no ha causado sorpresa, porque resulta bastante coherente con su
trayectoria. Arnaldo Otegi ya había adelantado hace algunas semanas las líneas
centrales del pensamiento de la izquierda abertzale sobre la cuestión: el
proyecto del lehendakari no puede garantizar la inclusión de Navarra y el País
Vasco francés en la pretendida unidad política llamada Euskal Herria y, por
tanto, ese plan no es aceptable.
ETA y HB han venido rechazando desde 1979 el actual Estatuto porque no incluía
a Navarra y no están dispuestos a aceptar otro programa que siga dejando fuera
este territorio. Ni tampoco al País Vasco francés, que desde el 98 ha pasado a
formar parte del irredentismo patrio. La crisis de ETA y la crisis de Batasuna
no les han hecho modificar su postura sobre este punto.
La respuesta de ETA echa por tierra el principal argumento que el lehendakari y
sus seguidores han utilizado desde mediados de octubre para defender su plan:
que era una iniciativa para traer la paz. ETA, la única organización que hace
la guerra y, por tanto, la única que tiene en sus manos hacer realidad la paz,
desarbola esta justificación y la deja convertida en una mera excusa. Aunque
Ibarretxe se saliera con la suya y lograra convertir su proyecto en una realidad
política, ETA seguiría matando como lo ha venido haciendo durante todo este
tiempo.
A partir de ahora, Ibarretxe no puede seguir invocando la necesidad de alcanzar
la paz como piedra angular de la defensa de su proyecto, porque ETA lo ha dejado
en evidencia. Puede alegar que responde al deseo de las elites nacionalistas o
de sus bases, al afán de dejar sin votos a Batasuna en las próximas elecciones
o a cualquier otro motivo, pero ya no hay lugar para sostener que es una
iniciativa por la paz.
Cuando el lehendakari presentó su propuesta en el Parlamento vasco, no utilizó
como razón de fondo la necesidad de hacer desaparecer el terrorismo. Su
discurso se centró en aspiraciones nacionalistas y en la invocación de
identidades ancestrales. La apelación a la paz se produjo unas semanas
después, al comprobar el rechazo inicial que el plan había suscitado. Entonces
se puso en marcha una operación para cambiar el envoltorio del regalo y hacerlo
pasar por otra cosa. Es la misma operación que se hizo en Lizarra, donde un
proyecto político nacionalista se quiso vender como un plan de paz. Pero
entonces, como ahora, ETA puso las cosas en su sitio. Su apuesta sigue siendo
todo o nada y no admite compensaciones parciales.