AHORA LE HA TOCADO A LA FERIA DE ABRIL
Bajo la excusa de exigir una gestión transparente del dinero público se intenta
asestar una andanada a todas las manifestaciones que escapan a una cierta
definición ideal de Catalunya
Artículo de JOAN Ferran, portavoz adjunto del PSC en el Parlament de Catalunya en “el Periódico” del 01/05/2004
Por su interés y relevancia, he
seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Soy de los que piensa que en el ámbito de la política pocas cosas son fortuitas.
El azar existe, es cierto, pero rápidamente aparece tutelado por motivaciones
confesables e inconfesables, por discursos subliminales y otros que no lo son
tanto. La polémica suscitada en torno a la Feria de Abril no es hija de la
casualidad. Lleva tiempo gestándose por algunos a la espera del momento oportuno
para hacerla emerger. Así, bajo la excusa de una gestión transparente del dinero
público, se intenta asestar una andanada a todo aquello que escapa de un
determinado cosmos cultural y relacional. Mal servicio al país cuando aquí, a lo
largo de muchos años, hemos ejercido con respeto nuestro derecho a gozar y
divertirnos como nos viene en gana. Sin complejos, con naturalidad, mezcla y
libertad. Sobre todo con respetuosa libertad.
Y ahora, como quien no quiere la cosa, nos hallamos ante una polémica que crispa
los ánimos y entrelaza aspectos que merecen una atención particularizada. ¿Por
qué? ¿Cómo es posible --por ejemplo-- que desde el Gobierno municipal se obvie
el rigor exigible a un alto cargo institucional empecinado en una polémica
superada? Insisto, poca cosa es fortuita en lo político.
Veamos. El concejal Portabella está en su derecho a exigir la transparencia y el
buen fin del dinero público empleado en todo tipo de eventos y certámenes que
gozan del apoyo de las administraciones. De acuerdo. ¡Faltaría más! Pero al edil
independentista también habrá que exigirle dos tipos de rigor: primero, el del
mismo trato a todo tipo de entidades y colectivos merecedores de subvención
independientemente de sus orígenes y actividades lúdico-festivas, y segundo, el
rigor, respeto y lealtad institucional hacia el equipo de gobierno del que,
supuestamente, forma parte junto al alcalde Clos. En un debate televisado,
Portabella, lejos de parecernos un equilibrado servidor de lo público, nos ha
dado la impresión de un acalorado tertuliano. Y eso no es bueno.
Cuando hablo de respeto y libertad respecto del goce lúdico de las fiestas
pienso en los centenares de hombres y mujeres que a lo largo del año laboran
incansablemente en sus entidades a la espera de su fiesta, de La Feria.
Trabajan, desarrollan actividades de todo tipo con el objetivo final de
disfrutar colectivamente de la música y la alegría junto a amigos y visitantes.
Porfían por lograr la belleza y los aderezos que les otorguen premios y
felicitaciones. Bailan y cantan. Son, y expresan, una vertiente de la cultura
popular catalana que se muestra de forma abierta y sin exclusión. Se sienten
parte del país porque lo son y porque ayudan a tirarlo hacia adelante. ¿O es que
a algunos les molesta acaso la manifestación pública de esta cara de lo popular
en Catalunya? ¿O es que acaso algunos prefieren una Catalunya de probeta, de
manual, irreal y artificial? Por respeto a los miles de catalanes que transitan
por la Feria de Abril no se puede admitir una descalificación personalizada y
malintencionada hacia el presidente de la FECAC y hacia el mundo asociativo al
que representa. Otra cosa será la exigencia contable que pueda demandar la
Administración. Portabella comete, con su actitud, un grave error.
Y es que, más allá de la polémica, una pregunta nos asalta: y tras la Feria,
¿qué?
Algo de esto comenzó con aquel olvidado toro de Osborne que se cuarteaba bajo la
lluvia y el viento en los márgenes de nuestras carreteras. Unos cuantos la
tomaron con él hasta convertirlo, para otros y por reacción, en un símbolo de
otra forma de entender su imagen. Luego, más allá de la digna causa de la
defensa de los derechos de los animales, comenzó también una cruzada antitaurina
con discurso subliminal. Ahora le ha tocado el turno a la Feria de Abril. Y
luego, ¡vayan ustedes a saber!
La Catalunya de las libertades, la tolerancia y el respeto no puede permitirse
el lujo de un maccarthismo provinciano. Transparencia, toda la que ustedes
quieran, pero respeto también a todas las expresiones asociativas y culturales
que nuestro país es capaz de generar en son de paz y alegría.