CIU BUSCA EL NORTE
El batacazo electoral sufrido por la coalición nacionalista en las europeas provoca una crisis que Mas afrontará en el congreso de julio
Informe de JOSEP GARRIGA - Barcelona en “El País” del 20/06/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el Informe que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
"Aquí el que tendría que estar más enfadado soy yo, que gané unas elecciones y no soy presidente de la Generalitat. Entiendo que es muy duro estar en la oposición. Hacer un travesía del desierto, quedarse sin coche oficial y sin los privilegios que da el poder. Pero en este partido alguien se creyó que Dios nos puso en el Gobierno catalán y allí permaneceríamos eternamente. Pues no. Estamos en la oposición y hay que asimilarlo. A partir de aquí, yo soy el primero con ánimo de ganar las próximas elecciones". Esta semana, en los pasillos del Parlamento catalán, Artur Mas se confesaba con un estrecho colaborador dos días después del estrepitoso batacazo electoral que Convergència i Unió (CiU) sufrió en los comicios europeos. Bajó 12 puntos y perdió 477.000 votos respecto a 1999. Los nacionalistas se hundían amargamente en unos índices nunca vistos desde 1979.
El varapalo electoral llegó a tan sólo tres semanas del trascendental congreso que debe apuntalar a Artur Mas como líder de Convergència Democràtica (CDC), renovar la dirección del partido y sentar las bases ideológicas. Una fórmula para poder taponar la lenta y paulatina fuga de votos que los nacionalistas arrastran desde 1995 -de casi 13 puntos- y recuperar el Gobierno catalán en 2007.
Los desastrosos resultados del domingo hicieron aflorar, en la ejecutiva del lunes, las críticas que algunos dirigentes de la federación formulaban en voz baja desde hacía tiempo contra la gestión de Mas. Cansados ya de que el secretario general de CDC, poco dado a debatir estrategias, desoyera sus consejos y advertencias, en esa reunión Jordi Pujol y Josep Antoni Duran Lleida, entre otros, pidieron un cambio de rumbo y la formulación de un discurso que prime las propuestas sociales sobre las reivindicaciones simbólicas nacionalistas. Un análisis que Mas objetó.
"Por supuesto que combinamos ambos discursos, pero el que llega a la gente es el soberanista. El electorado lo que ha percibido de esta campaña europea es al candidato [Ignasi Guardans] defendiendo el diálogo con ETA o a Mas diciendo que votaría el plan Ibarretxe. ¿Qué tiene que ver esto con Convergència i Unió?", se pregunta un miembro democristiano de la ejecutiva de CiU.
La impresión de que la federación se encamina -si no hay un golpe de timón- inexorablemente hacia el desastre se ha impuesto ya en Unió Democràtica, el partido comandado por Duran Lleida.
Comparación con el PSOE
En Convergència, pese al desasosiego lógico de esta adversa situación, tienden a
minimizar la crisis. La comparan con la sufrida por el PSOE tras la dimisión de
Felipe González. A los socialistas, comentan, la travesía del desierto les costó
dos liderazgos, Joaquín Almunia y José Borrell, y ocho años apartados del poder.
Pero el PSOE celebró unas primarias de por medio y José Luis Rodríguez Zapatero
se sometió al veredicto de un congreso extraordinario. La elección de Mas, en
cambio, fue similar a la de Mariano Rajoy en el PP. Fue el líder quien les
designó.
Aun en pleno descalabro, los socialistas mantenían un más que envidiable poder autonómico y local, mientras que ahora CiU ha sido desalojada de la Generalitat y carece de ayuntamientos de importancia.
"Es relativamente normal lo que nos está pasando, y no nos podemos poner nerviosos porque entonces erraríamos el análisis", comenta un colaborador de Mas y uno de los futuros seis vicesecretarios generales que elegirá el congreso.
Pero hasta los partidarios de Mas sostienen que el cónclave de julio deberá corregir el profundo distanciamiento entre la dirección convergente y la sociedad. El electorado no se siente cercano ni colaborador de la actual cúpula del partido, circunstancia que Jordi Pujol solventaba con su estilo dicharachero y coloquial. Buena parte de los cuadros convergentes culpan de esta situación al equipo de Mas, al que acusan de levantar un muro a su alrededor y someterlo a un severo enclaustramiento. Este mismo equipo frena cualquier autocrítica. "Yo hablo regularmente con él, pero porque nos une una amistad de hace años. Pero reconozco que debería impregnarse más del partido y de la sociedad, y escuchar; sobre todo escuchar como hacía Pujol", señala un miembro de la ejecutiva convergente.
En cambio, otros dirigentes achacan este distanciamiento a la larga permanencia en el Gobierno. "Hemos de saber quitarnos de encima los 23 años de ejercicio del poder, recuperar la capacidad de colaboración con la sociedad. En definitiva, ponernos a picar piedra y pisar territorio", señalan.
Pujol, apartado de las tareas diarias del partido, incluso mantiene regularmente encuentros con numerosos cuadros convergentes, a quienes sondea sobre el rumbo del partido y la figura de Mas, consultas que extiende también a círculos empresariales. El diagnóstico, generalmente, es coincidente y crítico con la situación. Aunque nadie cuestiona el liderazgo de Mas -principalmente porque en la actualidad no hay alternativa posible-, sí dudan de su idoneidad para presidir un proyecto catalanista integrador y transversal como el fundado por Pujol.
La mayoría de los dirigentes consultados, a excepción del sector crítico, aseguran que el partido saldrá reforzado del congreso. Un optimista presagio que formula el círculo más cercano a Mas. "Será un congreso vivo. Mas no lo tiene regalado, pero sabrá salir boyante", opinan.
Nadie pone en tela de juicio que Artur Mas saldrá afianzado del cónclave. Pero los tres días de congreso prometen ser convulsos debido al descontento reinante entre algunos dirigentes territoriales y los pulsos de poder entre las familias convergentes, con mayor o menor peso en el partido.
Batalla territorial
Mas ha impuesto un rígido régimen de incompatibilidades y el reglamento prohíbe,
por ejemplo, que una persona que ocupa dos cargos institucionales pueda sentarse
en la futura ejecutiva. Una orden que numerosos barones censuran. "No es
lo mismo ser alcalde y, por consiguiente, estar en el consejo comarcal, que no
cobras ni un duro y sólo te ocupa tiempo, o ser parlamentario y senador, que
entonces te embolsas dos sueldos", critica un destacado dirigente afectado por
el futuro reglamento.
Algunos de los implicados piensan presentar batalla, sabedores del escaso control que Mas ejerce sobre el territorio, dominado en buena parte por Felip Puig, ex secretario de organización de CDC, actual portavoz parlamentario y adalid del sector soberanista. Pero Artur Mas situará a Puig al frente de la vicesecretaría general de mayor peso político.
Aunque Mas insiste en que la futura ejecutiva del partido integrará las distintas corrientes internas y sensibilidades catalanistas, algunos dirigentes dudan de sus intenciones y ponen como ejemplo este riguroso régimen de incompatibilidades. "Al final, se va a hacer una ejecutiva a su medida. Una dirección en la que, por ejemplo, habrá escasos alcaldes, y los alcaldes son los que más conocen el territorio y las inquietudes del grueso del electorado", señala otro dirigente territorial.
En el fondo de estas críticas subyace, comenta el entorno de Mas, la incapacidad de adaptación de algunos militantes a la pérdida del Gobierno y al recambio generacional que se está produciendo en el partido. "Esto es la deriva propia de los tiempos. Hay un cambio generacional que lleva consigo un cierto cambio ideológico y, por consiguiente, ciertas críticas internas. Es muy normal lo que nos está sucediendo, pero la militancia creo que está más cohesionada de lo que parece".
Desconcierto ideológico
Esta semana, Josep Antoni Duran Lleida, presidente del grupo de CiU en el Congreso, ha impartido órdenes a sus diputados: a partir de ahora hay que dar prioridad a las iniciativas de tinte social. Por una parte, son más fáciles de aceptar por el resto de partidos que las mociones de carácter simbólico y, por otra, reportan más réditos electorales.
Unos días antes, CiU se había apuntado un gran éxito al ver aprobada una iniciativa para compatibilizar el cobro de la pensión de viudedad con el SOVI (seguro obligatorio de vejez e invalidez), que beneficiará a 350.000 personas.
En cambio, en el plano reivindicativo, CiU ha tenido peor fortuna a causa de su desconcierto ideológico. Un reflejo de su radicalización ha sido su sustitución por Esquerra Republicana (ERC) como partido con voluntad de Gobierno al rechazar su apoyo al Pacto de Estabilidad en el Congreso. Los independentistas de Carod Rovira respaldaron el plan presentado por el ministro de Economía, Pedro Solbes.
Otro tanto ha sucedido con las propuestas sobre selecciones deportivas catalanas o el retorno de los papeles de Salamanca, que fueron aprobadas gracias al pacto entre ERC y el PSOE.
Pero Duran es el primero en acusar a sus socios de Convergència de haber perdido el centro político por su escoramiento hacia posiciones soberanistas y radicales, más propias de ERC que de un partido que dice ser el pal de paller (eje) del catalanismo. Y reclama, en contra de la opinión de Artur Mas, una reformulación del discurso de CiU.
Hasta el propio Pujol se llevó las manos a la cabeza al enterarse de que en una de las ponencias congresuales de Convergència se defendía la denominada "familia democrática" y se reclama la igualdad de derechos para los homosexuales. Y eso que no especificaba ni el derecho al matrimonio ni a la adopción. Similares críticas despertó entre el entorno más conservador de Artur Mas.
En otro punto de la ponencia, redactada por el soberanista Felip Puig, portavoz parlamentario, se pide el cierre paulatino de las centrales nucleares. Dos propuestas impensables cuando Pujol tenía en sus manos las riendas del partido.