ABURRIMOS A LAS OVEJAS MÁS ABURRIDAS
Artículo de ANTONIO GARRIGUES WALKER, Jurista, en “ABC” del 31/07/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
ESTAMOS
viviendo, desde hace ya algún tiempo, una guerra económica entre tres bloques:
de un lado, los países del área del Pacífico (especialmente, pero no
exclusivamente, India, China y Japón); de otro, los EE.UU. más Canadá y Méjico;
y por fin la Europa de los 25, que seguirá creciendo en número de países hasta
agotar la cantera europea. Hagamos un resumen de la situación de los tres
bloques y una predicción sobre vencedores y vencidos.
. El área del Pacífico se ha convertido en la zona de mayor crecimiento
económico y en su consecuencia en la de mayor atractivo para las inversiones
mundiales. Hasta ahora China era -y seguirá siendo- la estrella del espectáculo
con una media del 10 por ciento de crecimiento durante dos décadas, un
crecimiento esplendoroso que va acompañado por un buen desarrollo científico y
tecnológico y protegido por un realismo político verdaderamente sofisticado que
está poniendo en marcha una radical transformación de la sociedad para
prepararla a la auténtica libertad económica y política. A China se le une ahora
con fuerza la mayor democracia del mundo, India, un país de más de mil millones
de habitantes, que ha entrado en el desarrollismo económico acelerado con un
crecimiento del 10,4 por ciento en el 2003 y con una inteligente política
orientada a la atracción de centros y «hubs» tecnológicos en razón, al parecer,
de la especial y superior capacidad de sus ciudadanos para estas tareas. Mucha
gente opina que a medio plazo India será más importante que China en cuanto a
acción económica. Finalmente, Japón, con su democracia asentada, está empezando
a salir del túnel de una extraña depresión económica que ha durado más de una
década y que ha forzado una reestructuración absoluta de su sistema financiero,
cambios de fondo en el modelo empresarial y asimismo cambios sociológicos muy
significativos, y en especial en cuanto al papel de la mujer y de la juventud.
La recuperación de Japón es un dato de la mayor trascendencia por cuanto se
trata de la segunda economía del mundo con un PIB actual que supera al de India
y China juntas. La sinergia entre los tres países puede producir resultados
espectaculares por cuanto son tres economías de alta productividad con costes
laborales altos en Japón y muy bajos -más bajos que en los nuevos países
europeos- en India y China. Hay que tener en cuenta además que en el área del
Pacífico juegan otros países que pueden aportar nuevos incentivos, como es el
caso de Malasia (con un crecimiento del 7,6 por ciento), Singapur (7,5 por
ciento), Filipinas (6,4 por ciento) y Corea (5,3 por ciento). Es por estas
razones por las que un economista americano ha asegurado que a partir de ahora,
de cada dólar que se invierta fuera del país, 75 centavos irán al área del
Pacífico y 25 centavos al resto del mundo. Para los EE.UU. la agenda del
Pacífico es, en efecto, mucho más importante que la de Europa en todos los
sentidos y ese dato debe preocuparnos seriamente.
. Los EE.UU. son la primera potencia del mundo, una auténtica potencia
hegemónica. Es un país que, para mejor proteger su seguridad, ha decidido pasar
de la mera influencia a un liderazgo activo y que ya ha declarado oficial y
públicamente el objetivo concreto de mantener su abrumadora supremacía militar,
científica, tecnológica, económica y cultural sobre Europa y el resto del mundo.
Están, desde luego, en perfectas condiciones para lograrlo por más que tengan
que ir superando algunas incompetencias clásicas, sobre todo en política
exterior, unas incompetencias que la administración actual ha llevado a niveles
excesivos, a niveles verdaderamente intolerables. Tanto si es reelegido el
presidente Bush como si ganara el senador Kerry, los EE.UU. irán mejorando
aceleradamente en esta materia porque ya han empezado a darse cuenta -hay pocos
pero buenos signos- de que el poder blando que propugna Joseph Nye es mucho más
rentable y eficaz que el poder duro, prepotente y soberbio que han impuesto
hasta ahora los llamados «neocons», un grupo francamente peligroso que defiende
un americanismo agresivo, militante, fanáticamente patriótico, xenófobo y de
inspiración religiosa que tiene muchas similitudes con el propio fundamentalismo
islámico. Los EE.UU. acabarán siendo, sin duda, los mejores líderes de una
globalización con graves déficits democráticos y jurídicos y se convencerán de
que para hacerla viable será necesario -y muy conveniente para ellos mismos- la
existencia de un derecho y unas instituciones globales eficaces.
. Europa no está pasando ciertamente por su mejor momento. La propia idea de
Europa está en cuestión porque los líderes políticos no son capaces de darle a
esa idea el atractivo, el «sexy» que debe tener. Lo hemos visto en las recientes
elecciones y lo volveremos a ver en el referéndum constitucional. A esta crítica
general deben añadirse los problemas concretos siguientes:
- Una natalidad en decadencia (España encabeza esta lista) que, a pesar de la
inmigración, está produciendo un envejecimiento de la población que a su vez
reduce inevitablemente la vitalidad y el dinamismo de la sociedad. Ese no es el
caso de los EE.UU. que mantiene el índice de 2.1 hijos por mujer.
- Una inmigración poco controlada y asumida, generadora de conflictos étnicos
crecientes que necesita de políticas de integración muy costosas y muy difíciles
de diseñar.
- Sectores públicos, en general sobredimensionados, que, en varios países, en
vez de decrecer, aumentan en número y en incompetencia y que reducen gravemente
el ámbito del mercado.
- Un eje franco-alemán decisivo para la historia y el futuro de Europa, que está
afrontando una grave crisis económica que va a debilitar su capacidad de
liderazgo y que va a requerir una reestructuración y una reducción importante
del gasto social, lo cual puede generar en ambos países profundas y duraderas
tensiones internas.
- Una Gran Bretaña que nunca acabará de decidir su integración plena en Europa y
que conservará su mercado de capitales, su moneda y su relación privilegiada con
los EE.UU. y con la Commonwealth.
- Unos nacionalismos intensos que generan deplorables políticas defensivas en
forma de excepciones tanto culturales como económicas y sociológicas.
- Un mercado que está muy lejos de ser un mercado único tanto por el peso del
sector público como por las políticas proteccionistas, directas e indirectas,
visibles e invisibles.
- Una política agraria cada vez más absurda y más indefendible.
- Una incapacidad absoluta para poner en marcha políticas comunes en temas
básicos como defensa, política exterior e inmigración.
- Un antiamericanismo que, aunque esté causado en parte por los propios
americanos, hace cada vez más difícil recuperar el diálogo Atlántico y favorece
el del Pacífico.
- Un cansancio histórico profundo y un grave descenso de los niveles éticos.
Con este pesado bagaje a cuestas -aún aceptando que se trata de una descripción
demasiado pesimista- el futuro de Europa, entre una América claramente superior
y un área del Pacífico con productividad y crecimiento imparables, es como
mínimo inquietante. Tendremos que hacer bastante más y sobre todo algo muy
distinto de lo que estamos haciendo para que nuestra bella y culta Europa
recupere el realismo, el vigor moral y la capacidad de acción que necesita en
esta difícil coyuntura. Vamos a ver si el núcleo duro ibérico (Barroso, Borrell,
Solana y Almunia) es capaz de animar el cotarro. Siguiendo así -es frase de un
funcionario español en Bruselas- «vamos a aburrir a las ovejas más aburridas». Y
además perder la guerra.