LAS VERDADERAS CAUSAS
Artículo de GEES en
“Libertad Digital” del 12/08/2004
Por
su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo
en este sitio web. (L. B.-B.)
Con un comentario a pie de título: "B, A, BA" (L. B.-B.,
12-8-04, 23.45)
Lo que resulta
esperpéntico es tener que estar a estas alturas de nuestra historia recitando
el "B a Ba" al gobierno de España. En los últimos tiempos hemos
dado un salto hacia atrás espeluznante en nuestro liderazgo. De tal manera que
estamos vendidos: carecemos de política internacional, de política territorial
y de política económica; las alianzas del Gobierno son demenciales y no se las
puede satisfacer con talantes, diálogos y sonrisas. La que nos espera es de
órdago.
Cuando alguien dice que para entender el terrorismo uno debe
comprender primero sus causas, se está dando, consciente o inconscientemente,
un gran paso para justificar un supuesto “terrorismo bueno” y diferenciarlo del
“terrorismo malo”. Las causas explican y justifican muchas cosas, incluso
aquello de que lo que para uno es un terrorista, para otro es un luchador por
la libertad. El presidente Rodríguez Zapatero ha hecho unas referencias a las
causas últimas del terrorismo que aconsejarían que alguno de sus asesores le
refrescara el curso básico de lo que es y no es el terrorismo.
La causa última del terrorismo es su éxito. No es la pobreza,
como compasivamente suele argumentarse. Hay muchos indicios de ello. Comenzando
porque los países más pobres no suelen ser los principales productores de
terroristas, por ejemplo. Ni en sus orígenes, ni en su historia (¿cómo explicar
ETA o la Baader-meinhoff?) ni en su actualidad (Arabia Saudí. Irán y el Oriente
Medio). Tampoco puede defenderse que los terroristas, tomados individualmente,
son reflejo de las capas más pobres de la sociedad. Desde sus comienzos eran
pequeño burgueses quienes arrojaban bombas en pos de un anarquismo nihilista;
profesionales liberales quienes se refugiaban en los grupúsculos izquierdistas
europeos; e hijos de ricas familias, educadas, quienes estuvieron, por ejemplo,
tras el 11-S. Ahí está el claro ejemplo de Bin Laden. No fue la pobreza la que
le llevó a convertirse en el cerebro de Al Qaeda desde luego.
Es cierto que no se debe mezclar el fenómeno terrorista ligado a
los grupos marxistas revolucionarios de los años 60 y 70, con grupos armados
que buscan un cambio de gobierno por la fuerza, con el terrorismo
independentista. Cada caso refleja una problemática distinta y, por tanto, una
razón de ser diferente. Pero también es cierto es que no por dar satisfacción a
sus demandas más profundas se acaba con el fenómeno terrorista. Para acabar con
el terror hay que vencerlo. Su supervivencia es su éxito. Cada vez que asestan
un golpe y se crea la opinión de que se han salido con la suya, esto es, que
han sido exitosos, se les alimenta en su ambición, se les refuerza en su
fascinación y se les abre las puertas a un mayor reclutamiento. Por el
contrario, cuando a través de medidas policiales, una buena inteligencia,
acciones encubiertas y operaciones militares, no sólo se hace más difícil ser
terrorista, acceder a sus redes, recibir entrenamiento y adoctrinamiento, sino
que se presenta una clara falta de perspectiva para sus acciones violentas, es
decir, cuando no pueden gozar de la imagen de que tienen éxito, ese el
verdadero momento cuando su derrota se ha alcanzado. Cuando integrarse en un
grupo terrorista es percibido como un enorme sacrificio que no conduce a nada.
Y para lograr eso, no hay que tener en cuenta las causas últimas
del terror. Hay que olvidarlas y aplicar todas las medidas que tiene una
democracia a su disposición para luchar contra todos los terroristas y
terrorismos. Sin distinción. Si Zapatero todavía no se ha dado cuenta de eso
nos augura un porvenir más que negro. Con ETA y con todo lo demás.