PLURALISMO INTEGRADOR
Artículo de XABIER GURRUTXAGA en "El Correo" del 15-11-02
Mucho se escribe últimamente acerca del pluralismo como auténtico título
constitutivo de la sociedad vasca. Esa pluralidad que, lamentablemente, se
refleja de manera desgarradora en el ámbito de la actividad política y
atraviesa, afortunadamente con cara más amable, el terreno de la cultura y la
lengua, hasta impregnar de lleno el campo de las identidades nacionales. Somos
una sociedad plural, resultado de un proceso histórico en el que han
intervenido múltiples factores y decisiones. No somos estrictamente resultado
sólo de nuestras propias decisiones, sino también producto de otras externas
que, en ocasiones, se impusieron a la voluntad de los vascos.
La realidad del pluralismo lingüístico, por ejemplo, no es sólo el resultado
del comportamiento de los ciudadanos. El pluralismo es un elemento constitutivo
de nuestra sociedad, pero también es escasamente articulado. Tiene exceso de
compartimentos feudales y, en cambio, muy pocos espacios comunes y compartidos.
Hay quien desde el nacionalismo se lo plantea como algo a superar o eliminar a
través de la vertebración de un proyecto político en el que los únicos
espacios a compartir sean los estrictamente nacionalistas. Hay quien desde el
constitucionalismo la entiende en la dirección opuesta, como una manera de
mantener los espacios propios en lugar de consolidar los comunes. Es decir, la
pluralidad no se vive como integración, sino como separación para mantener la
identidad propia.
Frente a la supuesta comunidad nacionalista, no se plantean como alternativa la
creación de una comunidad nacional, sino dar cuerpo y vida a la 'dormida'
comunidad nacionalista española. Hay quienes desde el nacionalismo y desde el
constitucionalismo entienden la pluralidad como un factor para la integración,
para la creación y el fortalecimiento de espacios compartidos. Como la única
vía para que las fortalezas feudales dejen de tener el protagonismo y el
poderío que tradicionalmente han tenido. Gente que entiende que el reto no
está sólo en respetar la pluralidad, sino sobre todo en aceptar que es el
pluralismo el que debe inspirar las bases de todo proyecto de convivencia que
aspire a ser título constituyente y referente identitario de los vascos.
Por eso nuestro problema no se reduce exclusivamente a una cuestión de
mayorías; va más allá. No alcanzaremos soluciones duraderas y eficaces si no
son en origen compartidas. No se trata de reconocer a nadie el derecho de veto,
sino de asumir el consenso como objetivo. Tampoco se trata de negar legitimidad
democrática a las mayorías, sino de resaltar la idea de que el marco de
convivencia debe ser el resultado de un pacto entre los propios vascos.