LAS COSAS DE PASCUAL

Artículo de Carlos Herrera en "ABC" del 7-3-03

El formateado es mío (L. B.-B.)

Con un breve comentario.

 

¿De qué Pascual? ¿De Pascual Maragall o de Tomás Pascual? ¿Del vendedor de humo o del vendedor de leche? ¿De cuál de los dos? Las cosas de Pascual Maragall tienen mucho que ver con la pérdida paulatina de la vergüenza y las cosas de Tomás Pascual tienen mucho que ver con la pérdida paulatina de mercado. Lo primero ocurre por un extraño proceso degenerativo según el cual un político pragmático y útil acaba imbuido del síndrome nacionalista que le rodea y lo segundo ocurre a causa del mismo síndrome paranoico y nacionalista que baña, como la miel espesa, a la sociedad civil catalana. A Tomás Pascual quieren fastidiarle el negocio en Cataluña como respuesta a su legítima decisión de comprar la leche a otros ganaderos distintos que los catalanes: parece que una controversia en cuanto a la definición de sus yogures ha desatado el desafuero y ha llevado las cosas a extremos que no desean ni Pascual ni sus consumidores ni nadie. Pero ya se sabe que los dictados nacionales que interpretan los druidas de la tribu sólo tienen una dirección y esa es la que señala la arcadia feliz de la soberanía. Lo demás, está de más. Si Tomás Pascual quiere que los catalanes beban su leche habrá de hacer las cosas como quieren los que deciden cuál es la Cataluña correcta, la Cataluña legítima, la Cataluña posible (no me cabe duda de que, antes o después, la cosa se arreglará: Pascual es listo y los consumidores catalanes también).

Son las cosas de Pascual, ha dicho Rodríguez Ibarra, no sé si con indiferencia o con desapego; son las cosas del nacionalismo, podría haber dicho, las cosas que hacen posible estar más cerca de verdugos que de víctimas, pero le ha faltado valentía al extremeño para alinearse un poco más con el sentido común. Son las cosas que impiden que, sin ir más lejos, un grupo de profesores de la Universidad de Barcelona pueda celebrar un acto igual que lo han celebrado Pepe Rei, Otegui o Ibarreche. El Magnífico Rector Joan Tugores ha estimado improcedente la solicitud y ha denegado las instalaciones de la universidad al colectivo de profesores que defiende, ya ven, el derecho elemental a la libertad de expresión. Para Tugores, pretender hablar de libertades desde la crítica al nacionalismo es una inaceptable provocación que no merece el concurso de sus abiertas instalaciones, tan abiertas que suelen entrar en ellas con total impunidad los muchachotes independentistas subvencionados por la administración autonómica que usan con frecuencia la violencia para impedir el normal desarrollo de todo acto en el que se exprese la más mínima crítica al totalitarismo nacionalista. Dice Tugores que el acto que pretendía encabezar Gotzone Mora, miembro de ¡Basta Ya! e impulsora de la plataforma Profesores por la Libertad del País Vasco, no concuerda con el «compromiso por la pluralidad, la tolerancia y el diálogo» por el que debe velar la Universidad y bla bla bla bla. Hasta el momento, Pascual, el de las cosas, no ha abierto la boca para decir que tiene la sensación de que Gotzone y sus secuaces tienen razón. Para Pascual, Marcelo el de «Egunkaria» fue torturado, pero, en cambio, Gotzone y otros profesores vascos a los que torturan a diario con la amenaza, la extorsión y el insulto, no sufren el desapacible suplicio de la injusticia. Para Gotzone, ni una palabra. Para Marcelo sí.

A Fernando Savater le arrearon sin disimulo -al igual que hicieron en su día con Jon Juaristi y Aleix Vidal Quadras- y tampoco Pascual sintió la necesidad de expresar sus sensaciones. Tugores calló como un miserable y nadie en Cataluña ha osado alzar la voz. Ese es el panorama que hace que algunos sintamos, desconsolados, el desagradable arañazo del desengaño.

Querido Tomás, estos sí que son la leche.

BREVE COMENTARIO (L. B.-B.)

Por fortuna son muy minoritarios y  no encuentran apoyo activo en la población. Pero son efectivos en la realización de sus objetivos, que consisten en silenciar  las posturas contrarias abiertamente al nacionalismo. Sucedió lo mismo hace dos años con Juaristi, Carreras, Martínez Gorriarán y Tubau en la Facultad de Filosofía. Y no se produce reacción activa.

Constituyen un grupo minoritario en los márgenes del nacionalismo catalán que boicotean a los vascos que defienden la libertad, y apoyan a los nacionalsocialistas vascos. Y eso es intolerable. Es intolerable que Savater sea expulsado de la Universidad de Barcelona y Otegui traído a ella con todos los honores. Es intolerable que por miedos, o cobarde prudencia política, o sectarismo nacionalista,  las autoridades académicas no sean capaces de defender la libertad universitaria. Es intolerable que se prohiban conferencias de vascos contrarios al nacionalismo. Es intolerable que los grupos filototalitarios campen por sus respetos en la Universidad de Barcelona sin que nadie se dé por enterado de ello.

La Universidad de Barcelona debería realizar un acto público de desagravio a Savater. Como profesor universitario me siento avergonzado. El nacionalismo democrático catalán debería sentir lo mismo. No se puede mirar para otro lado, como en Euskadi, ante cachorros totalitarios. Ya se sabe a dónde conduce eso.

¿Y la izquierda, qué? ¿Existe?