LO QUE NO SE
DICE DE LA CRISIS INTERNACIONAL
Artículo de
Luis Bouza-Brey, (16-11-08, 9:30)
Uno no es experto en economía, así que lo que les voy
a contar escúchenlo como las reflexiones de un lego que intenta interpretar la
realidad mediante instrumentos predominantemente intuitivos.
Veamos:
1.- En los años setenta del siglo pasado, Reagan y Thatcher
iniciaron nuevas políticas para contrarrestar las patologías del Estado de
Bienestar de aquella época, que resultaba ya disfuncional para la sobrevivencia
de la economía de mercado.
La orientación general de los neoliberales se fijó en
reducir el intervencionismo, la voracidad e ineficiencia del sector público,
los controles excesivos sobre el mercado, el endeudamiento público, el descontrol
de la carrera inflacionaria entre salarios y precios, el déficit endémico de
los presupuestos, la disfuncionalidad de las políticas anticíclicas aplicadas
entonces, el hiperburocratismo y el despilfarro público y, en general, el
crecimiento aberrante de un Estado ineficaz y derrochador que lesionaba la
economía de mercado.
2.- Las soluciones aplicadas consistieron en reducir
impuestos, privatizar y disminuir el tamaño del sector público, reducir los
controles, liberalizar los mercados, incrementar las estímulos a la
rentabilidad de la inversión, buscar el equilibrio presupuestario y la
reducción de la deuda pública, liberalizar las relaciones laborales y, en
general, incrementar la función del Mercado, en contra del Estado, como
mecanismo de asignación de recursos y de regulación de la economía.
3.- Las medidas tuvieron éxito para reactivar la
economía y salir de la crisis de los años setenta del siglo veinte, pero han
creado problemas estructurales de fondo que comienzan a reventar actualmente:
la supresión y reducción de impuestos puede producir como resultado un
incremento de la actividad y la recaudación, pero su extensión sin límites
produce un incremento gigantesco de la desigualdad, la pobreza endémica y
creciente de los servicios públicos, el incremento de la guerra de todos contra
todos y la ley de la jungla en el ámbito de las relaciones sociales, el
subempleo y el corporativismo neofeudal en las relaciones económicas y, en
general, el crecimiento de la anarquía oligárquica en la vida social.
4.- La crisis que está estallando demuestra que el
gobierno de las relaciones económico-sociales con criterios y orientaciones
dirigidas al interés general y el bien común es tan necesario como el impedir
la hiperintervención, si se desea evitar la patológica desigualdad estructural
propia de la esencia del capitalismo, como sistema basado en la concentración
del poder económico y la asignación de beneficios en pocas manos. Pues es un
hecho comprobado que el sistema se descompone cuando actúa sin un mínimo control
y redistribución, al elevar la explotación de la mayoría y los privilegios de
la minoría, la especulación incontrolada del capital y la creación de burbujas
financieras basadas en el beneficio rápido y desorbitado a costa del
alejamiento de la economía real, la desprotección de la mayoría de la sociedad
y la destrucción de la solidaridad y las relaciones equilibradas con el medio y
en las relaciones internacionales.
5.- Pero esta vez la crisis reúne un rasgo esencial
nuevo que altera sus características y efectos: la potencia de la tecnología en
manos del hombre, la dimensión de las organizaciones económicas y del capital
disponible, y el incremento de la
densidad social derivadas de la globalización, hacen cobrar a la crisis una
nueva dimensión mundial cuyo control se hace imposible con los instrumentos
estatales disponibles. Por eso suenan a obsoletas hoy las confrontaciones entre
intervencionistas y neoliberales en el contexto microeconómico de las
relaciones intraestatales, porque las fórmulas de solución han de ser
necesariamente globales, mundiales: el problema esencial es el de controlar
políticamente la globalización con instituciones internacionales nuevas, que
definan un marco normativo para el control de los flujos financieros globales y
para una nueva definición de las relaciones comerciales entre regiones de
diverso nivel de desarrollo en el ámbito internacional.
No es racional ni viable el dejar el desarrollo
económico y las relaciones sociales e internacionales en manos de los intereses
a corto plazo de las grandes corporaciones multinacionales moviéndose en un
mercado anárquico y oligopólico. Europa, nuevamente, tiene mucho que decir, si
quiere defender la sobrevivencia de la sociedad de bienestar, de la economía de
mercado y de la libertad, mediante la creación de instituciones políticas
europeas y mundiales que atiendan al sometimiento de la globalización a las
necesidades de desarrollo de la Humanidad.