LA DERROTA DE SIMANCAS, PRIMER GOLPE SEVERO PARA ZAPATERO
SE ABREN NUEVAS INCÓGNITAS EN FERRAZ
Artículo de Carmelo López Arias en “El Semanal Digital” del 27.10.2003
Primero
fue la decepción, después la euforia, y por último el desánimo. La derrota de
Rafael Simancas fue recibida ayer en un clima de desolación por el secretario
general del PSOE.
27 de octubre. La repetición de las elecciones autonómicas madrileñas
proporciona a los sociólogos una ocasión única en la historia de España (y
esperemos que tarde en repetirse) para medir sufragio a sufragio, barrio a
barrio, partido por partido, la repercusión exacta en la opinión pública de un
acontecimiento político concreto. Como no es previsible que ni un solo cambio de
voto del 26-O se haya debido a causas distintas a la crisis provocada por los
diputados Eduardo Tamayo y María Teresa Sáez, la finalización del recuento dicta
una doble sentencia.
Por un lado, corona al nuevo presidente: Esperanza Aguirre. Por otro, señala con
el dedo, más que en ningunos otros comicios, a los grandes derrotados: Rafael
Simancas y José Luis Rodríguez Zapatero.
El 10 de junio Simancas se encontró con una sorpresa que quizá –hemos sabido
después– merecía por su comportamiento en el partido, pero cuya causa, la
deserción de sus compañeros, no encuentra justificación ética posible en un
sistema de listas cerradas.
A partir de ahí, la sucesión de errores del frustrado presidente carece de
precedentes.
No tuvo cintura, no supo tragar sapos, ignoró la posibilidad de negociar (tres
habilidades imprescindibles para un político). Se embarcó en una acusación de
tipo conspirativo que en sí misma no tenía pies ni cabeza ni sentido, y de la
cual, además, no presentó más pruebas que unos listados obtenidos y/o difundidos
ilegalmente. Se empeñó en investigar al PP en una comisión cuyo resultado fue
exponer ante la opinión pública las miserias de su propia organización. Cambió
sus listas para la repetición de los comicios, señal inequívoca de que el
peligro para él residía en sus compañeros, y no en "los cheques". Y en vez de
olvidar el asunto una vez convocadas las nuevas elecciones, hizo del "robo" del
cual creyó ser objeto el eje central de la campaña.
¿Resultado de todo ello? No puede ser más dramático: los ciudadanos no le han
creído. Si el PSOE "ganó" el 25-M (esto es, perdió aunque podía gobernar); y si,
privado de ese "triunfo", denuncia durante meses que una perversa coalición de
espurios intereses se lo ha robado; y si, celebradas las nuevas elecciones,
pierde votos, diputados y gobierno... una de dos: o el PSOE da marcha atrás en
sus acusaciones, o habrá de inculpar a los electores por complicidad en el
"robo".
Simancas concluye hoy una etapa de su carrera política. Para siempre, si él
quiere y no sabe rectificar. Si aprende la lección, su juventud no le impide
expectativas futuras.
¿Y Zapatero? El secretario general del PSOE, quien después de tres años sigue
estrenando bisoñez cada mañana, respaldó desde el primer momento a su candidato
en todos y cada uno de sus errores. Tal vez se lo debía, pues la verdad es que
el 25-M Simancas fue el gong que le salvó del K.O.: los resultados le
abocaban a una dimisión que sólo evitó el "éxito" de Madrid.
Ahora es indiscutible que queda muy tocado. La distancia PP-PSOE ha aumentado en
2,8 puntos, en vez de disminuir. El caramelo de la Comunidad de Madrid, su único
consuelo aquel 25 de mayo tras el nulo efecto en los sufragios de la demagogia
Prestige-Irak, lo ha perdido. Su credibilidad queda bajo mínimos porque
se presentó como víctima de un atraco y ni siquiera sus votantes atracados han
sido solidarios con él.
Le queda ahora la prueba de Cataluña. Tal vez la pase, porque muy posiblemente
Pasqual Maragall gane y gobierne. Pero Zapatero habrá de meditar sobre su
capacidad real para liderar una alternativa a Mariano Rajoy que no descanse en
pactos de riesgo con todo tipo de partidos. Habrá de decidir si se siente como
el hombre del PSOE capaz, no de perder en marzo y gobernar (algo que no ha
ocurrido jamás en la democracia española), sino de obtener más votos que el PP y
buscar luego otros apoyos.
Y si la respuesta es negativa, quizá deba renunciar a ser el candidato.
Rodríguez Zapatero no ha demostrado electoralmente nada en su partido. Y sin
embargo, en el momento de la crisis decisiva, tomó la opción equivocada.
Que no se palíe el fracaso. El batacazo no es haber aguantado el tirón
intercambiando dos diputados. Consiste en que el 10 de junio, incluso con Tamayo
y Sáez fuera de la Asamblea, la Presidencia seguía siendo de Simancas.
Y han sido él y Zapatero quienes han invertido el resultado de las elecciones, y
quebrado aquella voluntad de los ciudadanos.