ARAFAT EN LA MUKATA
Artículo de Lucrecio en “Libertad Digital” del 16.09.2003
No debieran las buenas intenciones ensombrecer jamás el
rigor del analista político. Deseos o intenciones, por muy buenos que sean,
cuando son confundidos con la realidad, llevan sólo a la catástrofe. Nada de lo
que está pasando en Palestina era imprevisible. Lo escribimos aquí, desde la
formación misma del gobierno de Abú Mazen: Palestina entraba en una situación de
doble poder; y no hay doble poder que pueda perpetuarse.
De un lado estaban Mazen y su consejero de seguridad Dahlan, a quien ni siquiera
pudo el jefe del gobierno palestino dar denominación de ministro porque Arafat
vetó tal jerarquía a quien, desde Camp David, se había mostrado favorable a la
adopción del plan Clinton-Barak y de la consiguiente eliminación de los
islamistas de Hamas y Yihad en territorio palestino. Se llegó a aquella ficción
de que ejerciese de ministro sin ostentar la formalidad del título. Mazen pensó
haber conquistado así un plazo, al menos, de maniobra. Probablemente hubiera
tenido razón, si ese compromiso hubiera venido acompañado de la contrapartida,
por parte del viejo y semialucinado Rais, de entregar al ejecutivo el pleno
control sobre las piezas claves del poder material en Cisjordania y Gaza:
ejército, policía y servicios de inteligencia militares y civiles. Precisamente,
lo que Arafat no estaba dispuesto a dejar escapar jamás de sus manos. Lo que ha
seguido monopolizando, a lo largo de todos estos meses en los que Dahlan no ha
mandado más que sobre una mínima parte de la policía de Gaza. Lo que Abú Alá, el
nuevo primer ministro, ha sido lo primero en garantizar como atribución
exclusiva del Presidente palestino.
Apenas unos días antes de su dimisión, Mazen había planteado su ultimátum:
Arafat debía poner en manos de Dahlan y de su gobierno el conjunto de los
dispositivos armados. Arafat respondió con uno de sus movimientos de peón
clásicos: restableció su rota alianza con quien, desde siempre, ha sido el rival
de Dahlan como posible heredero generacional en la OLP. Rayub llevaba tiempo
fuera de la política directa. También a él le alcanzó la ira de Arafat que, en
el 2000, saboteó un plan de paz ya redactado. Luego, problemas de salud lo
mantuvieron lejos de la primera línea. Cuando Arafat empezó a tratar de jugar
con su prestigio entre los hombres de la primera Intifada –clave para la
renovación generacional de una OLP cuyos dirigentes históricos tienen ya un pie
en la tumba todos por razón de edad– Rayub se mantuvo algún tiempo al margen. Al
fin, vista ya la inevitabilidad de la derrota de Dahlan y Mazen, juzgó llegado
su momento. La traición y el abrazo al enemigo de ayer son dinámicas muy
tradicionales en la lucha de clanes en la OLP. Su nombramiento como asesor de
seguridad de Arafat precedió en pocos días al derrumbe del último gobierno con
posibilidades serias de encarrilar una negociación razonable.
Ni intenciones, ni deseos. Tras la caída de Mazen, Arafat gana por jaque mate su
partida dentro de la OLP. Palestina pierde. De nuevo. Pero eso es tan viejo que
casi ya ni es noticia. Ninguna –digo ninguna– posibilidad de negociar queda
abierta a corto plazo. Todos saben –israelíes como palestinos– que se aproxima
un recrudecimiento de las operaciones bélicas. Y que, en medio de una guerra
abierta, no hay más lógica posible que la militar. Se gana o se pierde.
Arafat tendrá que ser anulado. ¿Cómo? Sería tonto jugar a las profecías. Pero
dudo mucho que la expulsión sea el sistema escogido: un Arafat de gira por la
estúpida Europa, que aclama al patrón de todo el terrorismo europeo de los años
ochenta, sería sin comparación más dañino que el de ahora. ¿Matarlo? Hace veinte
o treinta años hubiera sido rentable; ahora, cuando el viejo asesino se aproxima
a su natural extinción física, es bastante más dudoso. Queda la opción de
tapiarlo literalmente donde está. No permitirle moverse de la Mukata, por
supuesto, pero tampoco dejarle líneas telefónicas ni más derechos –tampoco
menos– que los de un presidiario, parece, pragmáticamente hablando, lo más
operativo. Tiene costes. Pero nada ya en la guerra israelo-palestina puede salir
a precio bajo.
Aguardan tiempos muy duros en el Cercano Oriente.