HORA DE DECISIONES
Editorial de “La
Vanguardia” del 19-2-04
Un comunicado de la organización terrorista ETA daba a conocer ayer una tregua
indefinida circunscrita exclusivamente al territorio de Catalunya, que habría
entrado en vigencia el pasado 1 de enero. La grabación de dos etarras
encapuchados, en la que no faltó el sarcasmo y el esperpento de la presencia de
una bandera independentista catalana y vivas a “Catalunya lliure”, irrumpe en la
vida política cuando falta un mes para las elecciones generales y agrava la
crisis política e institucional, cuando todavía resonaban los efectos del
polémico encuentro de Josep Lluís Carod-Rovira con miembros de ETA en Perpiñán
siendo aquél conseller en cap y presidente de la Generalitat en funciones.
DEJANDO de lado el grave delirio argumental de los etarras sobre la realidad
catalana, la mera intención de una tregua parcial de ETA limitada a una parte de
España provoca el rotundo rechazo moral y político de todos, por su perversión
intrínseca, por su iniquidad ética y por su inutilidad respecto del único
objetivo deseable y ampliamente compartido: el fin de la violencia de ETA en
todas partes, el completo e irreversible abandono de las armas y el fin de la
lógica criminal para defender un presunto proyecto político. El anuncio oficial
de una discriminación territorial de las víctimas del terror cae de lleno en las
simas más oscuras de la mentalidad fanática y totalitaria, allí donde la
deshumanización ha borrado toda capacidad de discernimiento.
Con su forzada irrupción en el escenario político, ETA trata, sin duda, de
compensar su evidente debilidad como máquina mortífera mediante su conversión, a
bombo y platillo, en actor político de rango que busca hacer girar todas las
acciones y palabras a su alrededor. La entrevista de Carod con algunos miembros
de la dirección etarra ha servido en bandeja de plata la oportunidad al grupo
terrorista de aparecer como una voz política, precisamente cuando el asedio
policial y judicial tienen más ahogado su potencial destructor. El desafío de
ETA a la democracia incluye la paradoja de ofrecer una tregua justamente en un
momento en que, gracias a muchos esfuerzos, la sociedad española cada vez padece
con menos intensidad los atentados de los terroristas.
Para todos aquellos que ingenuamente pensaron que ERC y Carod-Rovira tenían un
papel que jugar en la resolución positiva de la violencia de origen etarra no
estará de más tomar buena nota del enorme y vergonzoso desprecio que, bajo una
retórica iluminada, exhiben los falsos “gudaris” hacia los ciudadanos, las
instituciones y partidos de Catalunya y, sobre todo, los propios republicanos.
El oportunismo siniestro de ETA ha hecho cuña con todo lo que ha encontrado a su
paso, mezclando y distorsionando aquello que la ineptitud y la miopía política
de algunos ha puesto en el centro de la vida pública. En este sentido, sería un
servicio al autogobierno que algunos personajes, seducidos obsesivamente por la
imitación de modelos abertzales, abandonaran toda responsabilidad institucional,
aunque sea reciente y de segundo grado. Su influencia no ha podido ser más
negativa.
A propósito del llamado caso Carod, ya decíamos en el editorial publicado en
estas mismas páginas el 1 de febrero pasado que la crisis política e
institucional se había cerrado en falso. Estamos en la continuación inflamada de
aquella crisis y, esta vez, debe apelarse directamente a la responsabilidad del
president de la Generalitat para que tome decisiones claras, firmes, autónomas y
diligentes con el fin de evitar el descrédito de su Ejecutivo. No podemos
continuar en la provisionalidad, a merced de nuevas filtraciones, nuevos
comunicados y quién sabe si ante un atentado. Es la hora de marcar un definitivo
cortafuego en esta crisis para que sus imprevisibles derivaciones no acaben
quemando al conjunto del Govern y a las mismas instituciones autonómicas.
Pasqual Maragall reiteró ayer que su gabinete es “sólido” y “tiene voluntad de
permanencia”, pero la realidad descarnada reclama algo más que vagas referencias
a una renovación del pacto antiterrorista, un documento que, bajo el impulso del
PP y del PSOE, no fue capaz de integrar, en su día, a todas las siglas presentes
en las Cortes españolas.
El presidente de la Generalitat de Catalunya debe demostrar que gobierna y que
lo hace con firmeza. Sólo su autoridad puede romper la imagen de parálisis y
caos que se ha adherido a la vida política catalana, ahora intervenida por las
falacias etarras. Existe una dificultad objetiva a la hora de tomar un camino
frente a la nueva situación. Se haga lo que se haga, se realimenta el buscado
protagonismo de ETA. Pero todavía es mucho peor esconder la cabeza y dejar pasar
el momento sin tocar nada, puesto que la ausencia de un gesto relevante de
Maragall podría confundirse, por pasiva, con una legitimación involuntaria de
ETA y ser aprovechada por los violentos como tal.
Los límites se han rebasado
ES la hora de la responsabilidad y de ir más allá de los discursos. Se han
rebasado los límites. Si ERC, como partido democrático, no toma una iniciativa
clara con respecto al papel político de su secretario general y actual cabeza de
lista a las elecciones generales, deberá ser Maragall, en calidad de primera
autoridad de Catalunya, quien tome una decisión con respecto a sus socios
republicanos en el Govern. No hay más alternativas. Esta vez no caben medias
tintas ni salidas de compromiso que alarguen la crisis y la pudran mucho más.
Unos y otros deben olvidar, ante la gravedad del contexto, de qué forma y en qué
proporción han llegado al Govern de la Generalitat. La generosidad es un valor
en política, sobre todo ante casos extremos. En esta línea, debe destacarse el
alto sentido institucional de Artur Mas, como líder de la oposición, y del
popular Josep Piqué, cuyas ofertas de apoyo a la presidencia, para asegurar la
estabilidad, deberían ser bien consignadas por el líder socialista y por el PSC.
En esta tormenta política merece una mención aparte la insistencia con que
algunos remarcan, en clave electoral, que la irrupción de ETA en el tablero
político podría beneficiar al PP. Sin obviar cualquier lectura que incida en las
expectativas del 14-M, debe colocarse cada cosa en su lugar. Resulta obvio que,
a la luz de todo el proceso, ha sido y es Carod quien, con la torpeza de su
iniciativa de reunirse con ETA, podría acabar reforzando a Mariano Rajoy en las
urnas. Pero la sociedad catalana y española no pueden vivir de forma permanente
en una montaña rusa donde la política y el oportunismo den alas a los violentos.
Catalunya, cuya proyección e imagen no deben seguir siendo degradadas, espera ya
un Govern que gobierne y que se dedique a las preocupaciones de la gente.