EL DESENCANTO CATALÁN DE AZAÑA
El líder republicano se lamentaba en el
exilio de lo que consideraba la deslealtad de algunos catalanes
EPISTOLARIO CON CARLOS ESPLÁ
Angosto publica 21 cartas
inéditas del presidente de la República en el exilio
Informe de
JOSEP M. SÔRIA
en “La Vanguardia” del
25/07/2004
Barcelona
Por su interés y relevancia, he seleccionado el informe que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Si los catalanes y vascos quieren continuar en la emigración (por el exilio) los
costosísimos dislates que han cometido durante la guerra, allá ellos; si piensan
recobrar la República y la posibilidad de hacer la burra nuevamente, sobre la
base de las nacionalidades y dels pobles ibèriques (sic) están lucidos”.
Manuel Azaña Díez, presidente de la República, expresaba así su decepción
personal por el nacionalismo vasco y catalán desde su exilio en Colonges, el 25
de abril de 1939. Lo hacía en una carta a su correligionario y amigo, Carlos
Esplá, que fuera gobernador civil de Barcelona cuando la redacción del Estatut
de Núria. La misiva era para rechazar formar parte de la Asociación Republicana
de Amigos de Francia por contar con tres secciones: la española, la catalana y
la vasca.
“Yo no paso por eso, y aunque no tuviera otras razones (que las tengo), para
abstenerme, me bastaría esa división inadmisible para negarme a firmar (...).
Como ya no tengo obligación de soportar sandeces y soy, al cabo del tiempo,
dueño de mis actos y único administrador de mis ideas, me he negado
terminantemente a autorizar con mi aquiescencia este proyecto”, concluía Azaña.
Esa revelación se incluye en las 21 cartas inéditas de Azaña a Esplá que
aparecen en Una lealtad entre ruinas. Epistolario Azaña-Esplá, 1939-1940. El
autor de este trabajo, editado por Publicaciones de la Universitat de València
(PUV), es el historiador alicantino, Pedro Luis Angosto, biógrafo de Carlos
Esplá (1895-1971), el político alicantino que presidió la Comisión de Traspasos
a la Generalitat republicana y que mantuvo una fiel amistad con Amadeu Hurtado,
Pere Coromines, Bosch Gimpera y Ventura Gassol.
Este epistolario, que empieza en febrero de 1939, en el exilio, es un
extraordinario documento sobre el último pensamiento de Azaña, así como su
obsesión por los que consideraba desleales, entre ellos los nacionalistas vascos
y catalanes, el último presidente del Gobierno, Juan Negrín, y militantes de su
partido, Izquierda Republicana. En junio de 1939 escribe que “no me indigna
tanto la animadversión conocida de algunos personajillos (...) como la
repugnante hipocresía de otros, a quienes siento no haber dado de bofetadas la
última vez que los tuve a mi alcance”.
Volviendo a la animadversión contra políticos catalanes, escribe Azaña a Esplá
en junio de 1939 si “¿ha visto usted el manifiesto de Casanovas (se refiere Joan
Casanovas, que fue presidente del Parlament), proclamando la independencia de
Catalunya? Me dirá usted que no debe tomarse en serio a Casanovas. Según. Su
descrédito personal no le quita significación al hecho. Sus eminentes
compatriotas no le han desautorizado que yo sepa. Estos catalanes se tienen muy
merecido lo que les pasa. Lo malo es que su locura ha dañado a todos”.