LA CRISIS VASCA
Editorial de “La Vanguardia” del 07.06.2003
LA negativa de la
Junta de Portavoces del Parlamento vasco de disolver el grupo Sozialista
Abertzaleak (SA), heredero de Batasuna, ordenada por una sentencia del Tribunal
Supremo, coloca a esta instancia soberana, básica en una democracia, en una muy
difícil situación. La respuesta negativa a la sentencia del Alto Tribunal por
parte de los dos grupos mayoritarios en la Cámara, PNV y EA, frente a los votos
favorables de PSE y PP y la ausencia de IU-EB, lejos de representar una decisión
democrática, abre una crisis de consecuencias impredecibles.
Esta crisis llega, además, el día siguiente al acuerdo unánime por parte de los
quince países miembros de la Unión Europea y los diez países de próxima
incorporación de incluir a Batasuna en la lista de organizaciones terroristas,
al considerarla un apéndice de ETA. Esta es la primera vez que se ilegaliza un
partido político en la UE.
Las resoluciones legales, gusten o no, deben cumplirse. Nadie, ni un Parlamento,
puede ni debe escapar al cumplimiento de las sentencias. Otra cosa es el derecho
a presentar recursos a las sentencias de los jueces y agotar los procedimientos,
hasta la última instancia judicial, para reclamar lo que se considere oportuno o
justo. Pero no puede haber escape al cumplimiento de las leyes y de las
sentencias que aplican los tribunales. Ante la ley no hay ni puede haber
inmunidad para nadie. Otra cosa sería romper las reglas del juego que son el
fundamento de toda democracia.
Cuando se incumple la sentencia emanada de cualquier tribunal de justicia se
coloca uno al margen de la ley. Si, además, el que lo hace es, precisamente, una
mayoría desde un órgano legislativo, que ha de ser el primer interesado en hacer
cumplir las leyes, la contradicción resulta intolerable e inaceptable desde el
punto de vista democrático.
Si detrás de la polémica decisión del presidente del Parlamento vasco, Juan
María Atutxa, el cual utilizó ayer el ardid de traspasar la responsabilidad de
la ilegalización a la Junta de Portavoces, y del rechazo de los partidos
nacionalistas se esconde la intención de presentar la cuestión como un conflicto
jurisdiccional entre la Cámara vasca y el Tribunal Supremo, habrían cometido una
grave irresponsabilidad, porque, además de situarse al margen de la ley, habrían
abocado al País Vasco a una situación de crisis sin ningún precedente en la
democracia española.