LA SOCIEDAD DEL CALLEJÓN SIN SALIDA

Artículo de JOSEP MIRÓ I ARDÈVOL en "La Vanguardia" del 14-10-02

 

Haga por un momento recuento de las últimas semanas y constatará el alud de actos violentos, por otra parte nada inusual: unos jóvenes que apaleaban a pobres desvalidos y grababan su hazaña en vídeo, el continuo goteo de mujeres muertas, agredidas por sus parejas, las imágenes salvajes de un guarda jurado apaleado en el campo del Sevilla. ¡Para qué seguir! Los hechos distintos en la forma reiteran idéntico fondo. Pero ¿cuál es su raíz?

Creo que nace en el centro del paradigma de nuestro tiempo: todo, la sociedad, sus instituciones de gobierno, están en función del deseo individual. De esta manera se han convertido en subsidiarias cuando no marginales los compromisos y obligaciones para con la familia, los trabajadores, la empresa, la comunidad entera. La vida se entiende y se proclama como un "Yo" sin raíces ni obligaciones, sólo pendiente de sus opciones estrictamente individuales. No existe ninguna exigencia de moralidad, ninguna presión social, ni sacrificio que hacer. Los individuos son tan libres, que acaban aislados, colapsados dentro de su "yo", porque ha desaparecido todo vínculo y toda trascendencia con los demás.

Esa es la proclama de nuestro tiempo, el mal de nuestro tiempo. Ante esto McInttyre, un buen filósofo, señala que el resultado es un gran desacuerdo moral en la sociedad, que no refleja una expresión del pluralismo, sino de una degeneración y pérdida cultural, porque la acción moral ha quedado reducida a una simple cuestión de preferencias y caprichos.

En Cataluña, sobre todo en Barcelona, la situación es todavía peor porque se añade al individualismo la ultrapermisividad mutada en cultura de la transgresión. Hoy el dogma no es el respeto, sino lo contrario, la transgresión.

¿Puede funcionar y ser feliz una sociedad bajo estos supuestos? La evolución está a la vista: el resultado es la violencia que todo lo invade, pareja, escuela, empresa, ocio. Todo ello conduce a una sociedad policial y carcelaria, porque la fuerza y la represión es el único mecanismo que queda cuando los vínculos son tan débiles, los impulsos individuales tan celebrados y la cultura que nos domina tan empeñada en celebrar lo que transgrede.

En su tiempo Sade fue un personaje marginado y castigado, hoy el sadismo es ensalzado como liberación en obras de teatro pagadas con dinero público. Sólo hace falta recordar a La Fura y su "XXX" o la muestra de mujeres crucificadas, sometidas a vejaciones con objetos y animales en la exposición del Ayuntamiento de Barcelona "El jardín de Eros". Sociedad policial para crear falsas seguridades. Pero también sociedad drogadicta para alcanzar una felicidad falseada. Drogas legales, ilegales, con receta, tradicionales, nuevas... etcétera. Drogas, esto es, dependencia insuperable de sustancias, juego, sexo... Esclavitud en lugar de libertad. Lo que nos proponen como modelo de sociedad es un callejón sin salida, que sólo conduce al estrés, a la angustia, la violencia y el aislamiento personal.

Es una trágica paradoja que en el momento de nuestra historia que disfrutamos de más posibilidades materiales seamos más incapaces de construir una sociedad amable, acogedora, benevolente. Por eso hay que decir basta porque también en esto otro mundo es posible, otra cultura colectiva, otro proyecto social donde la libertad de ser y realizarse no excluya la existencia de fuertes vínculos, la asunción de responsabilidades para con los demás. Donde existan bienes constitutivos que se expresen en la cultura, las costumbres y las leyes.