CARTA ABIERTA A RODRÍGUEZ ZAPATERO
Artículo de Pío MOA en “La Razón” del
24/09/04
Por su interés y relevancia he seleccionado el artículo siguiente para incluirlo en este sitio web (L. B.-B.)
Ha dicho usted a «Time» que no desea ser un gran líder, sino un buen demócrata.
No nos vamos a engañar con su falsa modestia: excusatio non petita… Usted se
considera un gran dirigente, sólo hay que ver las lecciones que va dando por el
mundo. Pero estas cuestiones de vanidad tienen aquí poca importancia. Lo que
llama la atención es la incoherencia, la falta de lógica de la frase, como si un
director de cine nos dijera que no aspiraba a hacer grandes películas, sino a
portarse bien con los actores. No tiene que ver una cosa con la otra. Ser buen
demócrata está al alcance de cualquier ciudadano, de un taxista, de un ama de
casa y hasta de un intelectual. Dirigir el país exige más, mucho más. Y como
jefe del gobierno español todos desearíamos que usted aspirase, si no a un gran
liderazgo, al menos a un buen liderazgo.
Pero, en fin, usted quiere ser un buen demócrata, cosa alarmante porque esa
cualidad debiera ser tan obvia como el valor en la milicia. Y, sin embargo, a
poco que hagamos memoria, no resulta tan obvio. En el pasado, desde luego, no ha
sido usted un buen demócrata. Nadie le recuerda levantando la voz contra los
tremendos episodios de corrupción de su partido, o contra su política hacia el
terrorismo etarra, mezcla de claudicación y de crímenes de estado, o contra los
intentos de «enterrar a Montesquieu». Cabe deducir que o bien estaba usted de
acuerdo con todo ello o le faltaba el valor de protestar, cosa igualmente poco
recomendable. Pero ahora quiere usted mejorar en ese sentido. La pregunta es:
¿lo consigue? Hay más de una razón para dudarlo. Observe que quienes más le han
felicitado y se han felicitado hasta ahora por su acceso a la Presidencia de
España han sido gente como «El Egipcio» (el organizador, o uno de los
organizadores, de la brutal matanza de casi doscientos españoles en Madrid), o
como Fidel Castro, Mohamed VI y otros personajes a quienes, es de esperar, usted
mismo nunca llamaría demócratas. La satisfacción de los inspiradores de la
matanza de Madrid y diversos tiranos podría ser gratuita, nacer de una
interpretación errada de su política, señor Rodríguez Zapatero. Pero por
desgracia no parece ése el caso. Usted mismo acaba de reafirmar en visita
oficial a Túnez (otra dictadura) esa política que tanto complace a esos señores.
Y la ha repetido a «Time»: «¿Está Iraq mejor después de un año y medio de
ocupación? La respuesta es no. Hay una espiral de violencia y muerte. Tenemos
dos opciones: cerrar los ojos o afrontar la realidad. Iraq necesita recobrar su
libertad, estabilidad y soberanía cuanto antes». Me parece que nuevamente
estamos ante esa desconcertante falta de lógica tan observable en sus discursos.
¿Cuándo tuvo Iraq esa libertad, estabilidad y soberanía que ahora debe recobrar?
¿Con Sadam Husein, otro tirano genocida por cuyos logros muestra usted aquí,
implícita pero claramente, una admiración tan asombrosa? ¿Es verdad que las
cosas estén peor ahora en Iraq que con un dictador corrupto que gaseaba,
torturaba y fusilaba por decenas de miles a sus súbditos? ¿Va a conseguir Iraq
libertad, estabilidad y soberanía si se abandona a su población al poder de unos
terroristas especialmente desalmados, a los mismos, en suma, que asesinaron en
Madrid? Pues eso, abandonarlo y proponer que hagan lo mismo las demás
democracias es exactamente lo que usted ha hecho.
Arguye usted que tras un año y medio la violencia sigue, y por ello conviene
«afrontar la realidad» cediendo el terreno, precisamente, a los autores de la
violencia. Sus frases no tienen otra lectura posible. Ahora bien, ¿no llevamos
en España treinta años de violencia terrorista? ¿Propone usted que cedamos a
ella de una vez? Me temo que eso es, precisamente, lo que usted propone, aunque
de modo confuso quizá para usted mismo: sus últimas maniobras y globos sonda en
relación con la ETA así lo indican. Tal manera de «afrontar la realidad» no
constituye un servicio a la democracia, sino, propiamente, un pacto con los
terroristas y contra ella. En Iraq y en España. No puede extrañar a nadie la
alegría de «El Egipcio», de Castro y de otros.
Calibre usted, además, los intereses occidentales en su conjunto. Iraq está
en el corazón de una zona de vital interés para las democracias, tanto por el
petróleo como por el problema de Israel. Abandonar Iraq a los peores enemigos de
la democracia y de Occidente –que, puede usted estar seguro, no traerán libertad
a Iraq ni estabilidad a la región, por mucho que usted intente creerlo o hacerlo
creer– sería una catástrofe para todos los iraquíes, los demás países de la zona
y los europeos.
Opondrá usted que no sólo se han alegrado de su victoria electoral los
terroristas y los dictadores, también lo han hecho Chirac y Schröder. Cierto, lo
cual no deja de llamar la atención, sobre todo en el caso de Chirac. El
presidente francés apoyó a Marruecos contra España en el conflicto de Perejil y
en el del Sahara. Esto seguramente no le dirá nada a usted, que también fue a
Marruecos a respaldar moral y políticamente a Mohamed VI y a dejarse fotografiar
bajo el mapa famoso. Usted es ajeno al patriotismo, al menos al patriotismo
español, como usted mismo ha indicado y ha vuelto a demostrar renunciando, en
beneficio de Francia y Alemania, a las cuotas de poder para España alcanzadas
por Aznar en Europa, y dejando de paso en la estacada a Polonia. Pero
prescindiendo del patriotismo y los intereses españoles, tan secundarios para
usted, no cabe duda de que usted y Chirac han defendido a la tiranía marroquí
contra un país democrático como España.
La política de Chirac en relación con Marruecos tiene lógica, pero no tanto
la de usted, si reprocha a USA actuar contra la legalidad internacional. Francia
defiende en Marruecos y en buena parte de África unos intereses que rondan, y a
menudo caen, en el neocolonialismo, sin excluir intervenciones armadas
perfectamente ilegales ante las cuales usted ha callado siempre. Chirac mantenía
excelentes relaciones con Sadam Husein, y en general las mantiene con cualquier
dictadura si de ella puede extraer beneficios. El episodio del tirano caníbal
Bokassa –protegido por Giscard d’Estaing, otro político contento con el triunfo
de usted y protector también de la ETA contra España durante largos años– no es
una excepción, sino más bien la regla. Difícilmente creeremos, por tanto, que
sea la supuesta ilegalidad de la intervención de USA la razón real de su
anterior oposición al derrocamiento de Sadam Husein y de su actual propuesta de
devolver Iraq a alguna dictadura parecida. Como ciudadano, y teniendo en cuenta
su pasado, no puedo menos de alegrarme de su aspiración a ser un buen demócrata,
tanto como entristecerme por su continuo fracaso ante ese objetivo. Y no menos
me entristece la falta de coherencia lógica en su discurso, cada vez más cercano
a la extravagancia. Esos extraños razonamientos que usted suelta sobre el
feminismo como remedio al terrorismo, o sobre la unidad y diversidad de España,
merecen comentario aparte. Pero de entrada, créame, adolecen del mismo carácter
antidemocrático y absurdo visible en sus declaraciones sobre Iraq. No es usted
todavía un buen demócrata, tampoco es un buen líder, y tengo la impresión de que
si no revisa usted sus ideas y no percibe algo al menos de la vacuidad e
incoherencia de ellas, todos vamos a pagarlo muy caro.
Pío Moa es historiador y escritor