TERRORISTA PROFESIONAL
Artículo de Andrés MONTERO GÓMEZ
en “La Razón” del 01/09/2004
Andrés Montero Gómez es presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
Existe un aspecto que no se ha destacado en el análisis del terrorismo. Es
relevante en el mantenimiento del terrorismo a largo plazo y, tal vez porque es
evidente, no lo estamos mencionando. El terrorista global es un profesional. No
denota necesariamente esta cualidad una pericia o calidad en sus dedicaciones.
Es decir, no es que por profesional pueda o deba entenderse que asesina
cumpliendo escrupulosamente los planes de exterminio previamente diseñados en su
banda. O que es certero en la conexión de los temporizadores para que la bomba
explosione exactamente cuando más ciudadanos puedan ser aniquilados. Por
profesional vamos a entender aquel que ha hecho del terrorismo su oficio. Es una
conclusión tremenda.
El secuestro de dos periodistas franceses en Iraq supone un salto cualitativo
en el terrorismo global. No tanto porque, tal cual se ha señalado ya, signifique
que un grupo criminal lleva a cabo una acción de terror en Iraq asociándola a
una reivindicación sobre circunstancias de política exterior de otro país. Eso
es cierto, destacando además paradójica o no tan paradójicamente la
circunstancia de que Francia fue una de las barreras de oposición política
internacional más contundentes ante EE UU y el Reino Unido en la invasión de
Iraq.
Lo cualitativamente significativo de este nuevo esquema del terrorismo,
aquello que subyace, es la recurrencia al instrumento del chantaje criminal
para, aprovechando el escenario de extorsión que el terrorismo ha encontrado en
Iraq, desvirtuar fronteras geopolíticas y cualquier compartimentación de
dossieres para poner de manifiesto que, en realidad, se trata de grupos
fanatizados en torno a un dogma y con vocación de permanencia. El mensaje que
tratan de transmitir es que su «sharia», su fundamentalista ley islamista, será
observada no importa las fronteras donde existan musulmanes obligados a
acatarla. Éste, desde luego, es el mensaje superficial, aquel que el grupo
terrorista difunde para entablar con su auditorio una comunicación de terror.
Sin embargo, en el fondo, el terrorista está afirmando que va a dedicarse a
secuestrar y asesinar, que ha hecho de la aniquilación de otros su oficio. Que
ya tiene interiorizado su lenguaje de programación, compuesto por la radical
interpretación de una doctrina, y que ese adoctrinamiento va a marcar su
protocolo de trabajo. El terrorista islamista se ha convertido en un
profesional.
El secuestro en Iraq de dos periodistas franceses por un grupo criminal
revela que la eventual resistencia que legítimamente pudiera emerger ante la
ocupación de un país por un ejército invasor está infectada por el terrorismo
islamista, desdibujando cualquier posibilidad de distinción. También demuestra
con terquedad meridiana que las razones esgrimidas por el terrorismo responden a
su propia lógica criminal. No puede establecerse que el secuestro sea una
respuesta del terrorismo islamista a la actitud de Francia ante la guerra de
Iraq. La diplomacia francesa lideró, con Alemania, la oposición a EE UU en el
Consejo de Seguridad de la ONU y en la opinión pública mundial. De esta manera,
se invalida cualquier razonamiento que, con una simpleza e irresponsabilidad
infantiles, se haya dirigido a justificar de algún modo la criminalidad de
agrupaciones terroristas islamistas que atentan contra países más involucrados
en el apoyo a la invasión del país árabe. No es sensato considerar que el 11-M
está relacionado con el respaldo de España a EE UU y luego pretender que los
terroristas «se han equivocado» en esta ocasión porque Francia no participó en
la coalición. Porque los terroristas que perpetraron una y otra pertenezcan,
probablemente, a la misma red de intereses. El terrorista islamista asesinará
debido a su propia comprensión de la realidad, y no tomando como referencia la
nuestra.
Que el terrorista islamista llegue a considerar su oficio, su modo de vida,
asesinar y aterrorizar en virtud del código fundamentalista del islamismo
radical, despeja una de las claves psicosociales más pertinentes a tener en
cuenta en nuestras políticas de enfrentamiento de la amenaza. El informe de la
comisión del congreso de los EE UU sobre los atentados del 11-S relata cómo
alguno de los terroristas enlistados en grupos próximos a Al-Qaida en la época
en que Ben Laden residía entre Sudán y Afganistán abandonaba la causa islamista
del asesinato debido a que no percibía suficientes haberes. En concreto, algunos
terroristas «dimitían» porque en vez de cerca de los 1.200 dólares mensuales que
venían percibiendo por su servicios otros criminales, la organización de Ben
Laden había rebajado los sueldos a prácticamente la mitad.
Hay que comprender que el terrorista islamista está viviendo en su propia
atmósfera excavada en el interior de la nuestra. El significado que las penas
por trasgresión o la cárcel pudieran tener para un ciudadano adaptado de
cualquiera de nuestras democracias son totalmente inaplicables al terrorista
islamista. Sencillamente, funciona con otros códigos. La cárcel para un
terrorista profesional no es más que otra etapa en sus operaciones, otro destino
en su trabajo. Le supone dedicarse a mantener contactos en prisión, a divulgar
consignas, a hacer proselitismo entre otros presos y a proseguir su
adoctrinamiento.
Tenemos que recomponer por completo nuestra comprensión de la amenaza
terrorista. Los viejos códigos no funcionan. Ni nuestras leyes debilitadas, ni
nuestros razonamientos anclados en tópicos, ni nuestra aproximación belicista
ante terroristas que se creen soldados profesionales, ni nuestros análisis
simplistas. El terrorismo profesional es ajeno a todos nuestros planteamientos.
Aunque evidentemente no tengo la respuesta, sí presiento cuál es el camino. Hay
que repensar el terrorismo islamista de otro modo.