EUSKADI es
la tierra de los vascos, es la comunidad con más capacidad para tomar sus
propias decisiones, para equivocarse o para acertar en el uso del poder.
Lástima que su desarrollo valla parejo al conflicto permanente y a la
división social por efectos de la práctica política.
En el
momento presente, dos frentes colocan a esta hermosa región en la cabecera
de los informativos. Álava se debate entre los acontecimientos en dos
edificios que apenas distan trescientos metros entre sí. En el palacio
foral, socialistas y conservadores, afirman tener derecho a ocupar el
sillón del diputado general del territorio, a pesar de no haber logrado
ser la primera fuerza (Partido Nacionalista Vasco) política en las
elecciones forales.
Las buenas
gentes confían que primen los intereses generales del constitucionalismo,
antes que los partidarios, que pudieran abrirle la puerta del Gobierno
Foral al plan soberanista de Ibarretxe.
Que las
ejecutivas nacionales del Partido Popular y del PSOE hayan intervenido
puede ser incluso hasta contraproducente, pues conozco al hombre
influyente sobre el secretario general de los socialistas alaveses, que no
es otro que Guevara, aquel portavoz del Partido Nacionalista Vasco cuando
Carlos Garaicoetxea era lehendakari en mayoría parlamentaria absoluta.
Temo que si
el Partido Popular no anda listo, don Emilio convenza a Rojo sobre la
conveniencia de un gobierno de mistura, para lograr tres cosas: Cambiar el
rumbo del desacuerdo entre nacionalistas y no nacionalistas, volviendo al
vasquismo, en el que el PSE siempre hacía de colaboracionista; colocar a
un diputado general socialista, y así sumar otro gobierno más del lado de
la oposición a José María Aznar, con vistas al futuro; y reeditar fórmulas
que aproximen a un nuevo pacto de Ajuria Enea, dejando aislado al Partido
Popular.
Pero con
todo, lo peor sucede en el Parlamento Vasco, donde su presidente Juan
María Atutxa ha pasado de héroe frente a ETA a villano, por obstaculizar
el camino de la Justicia contra los malhechores. Un Parlamento no puede ir
más lejos del límite que suponen las leyes y las sentencias de los
tribunales.
Pero,
conociendo la tozudez de los vascos, su deseo de confrontación con el
Estado y su capacidad para movilizar victimismos, me temo que harán del
asunto Batasuna un elemento más para justificar su incomodidad con la
pertenencia a España.
En cuanto
al asunto de Álava, lo normal es que Ramón Rabanera sea diputado general y
el Partido Socialista de Euskadi colabore con lealtad a consolidar la
normalidad en el territorio.
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