LA PROPUESTA DE IBARRETXE O LA PIEDRA FILOSOFAL
Luis Bouza-Brey, 6-10-02.
Como todos ustedes saben, la piedra filosofal era un producto de
un largo proceso de elaboración alquímica por el cual todos los elementos se transformaban
en oro, consiguiendo simultáneamente la adquisición de la inmortalidad para el
alquimista.
Pues bien, parece que Ibarretxe ha
conseguido la piedra filosofal: pretende transformar a todos los vascos y al
conjunto de los españoles en nacionalistas vascos y convertir en inmortal el
anacrónico pensamiento de Sabino Arana, erigiéndolo en guía del futuro para
todo el siglo XXI.
Esa es la impresión general que uno extrae de las propuestas de Ibarretxe realizadas recientemente en el Parlamento vasco. Pues,
en efecto, desde su evaluación inicial de la situación actual de Euskadi (los
túneles), hasta las propuestas concretas que realiza para trazar el camino del
futuro (la alternativa), su discurso se encierra en la ortodoxia y el programa
máximo nacionalista, renunciando a cualquier compromiso que pueda parecer
aceptable a los que no son nacionalistas.
Claro está que tiene derecho a ello, sobre todo si cree que va a
conseguir de esa manera acabar con la violencia, pero lo que los
constitucionalistas deben hacer es rechazar de plano sus análisis y soluciones,
pues no conducen a ningún sitio, y sólo así se puede frenar el hundimiento
definitivo de Euskadi.
Quizá consiga, con su propuesta, apoyos de algún sector de
votantes de Batasuna, o como quiera que se llamen los nazionalistas
vascos en el futuro. Pero no es probable que vaya a alcanzar la mayoría
suficiente para realizar sus objetivos en la sociedad vasca o en el conjunto de
España .
¿Y qué puede pasar en el Parlamento vasco? Tendrá que apoyarse
en Batasuna, si consigue simultáneamente la desaparición de ETA o la tregua
definitiva, y tendrá que realizar una ruptura de la legalidad constitucional y
estatutaria, si desea convocar por su cuenta un referéndum con los objetivos
declarados en su propuesta.
Empecemos el análisis pormenorizado de la propuesta
nacionalista:
¿QUÉ DECIR DE LOS
TÚNELES?
Ibarretxe afirma que se está
retrocediendo hacia el túnel del autoritarismo, por medio de la
involución democrática y la regresión autonómica, y se está entrando en el
túnel de la exclusión, mediante la negación de pluralismo y la ilegalización de
Batasuna. Para él, según parece deducirse, la situación de Euskadi hasta ahora
era la de una democracia normal, en la que sólo se producía el problema de que
no se reconocía el Estado "plurinacional" previsto en la
Constitución. Según su interpretación, los veintidós años de violencia
terrorista y chantaje mafioso contra la mitad del pueblo vasco constituían
incidencias irrelevantes, indignas de mención en su análisis de la realidad..
Por otra parte, el problema principal, según su interpretación,
derivaba del incumplimiento de la Constitución en su previsión de un
"Estado plurinacional", incumplimiento agravado porque no se sabe muy
bien quién estaba impidiendo que en Euskadi se hablara vasco o se respetara la
cultura vasca. Obstáculos que según su interpretación están creciendo en los
últimos tiempos. Y en eso consiste el túnel del autoritarismo. Como ven, puro
victimismo retórico o interpretación sectaria y falsaria de las previsiones
constitucionales. Constitución que, por otra parte, el PNV siempre rechazó,
aunque la acatara a regañadientes.
Pero Ibarretxe, como hasta estos
momentos no consideró que hubiera problemas para la democracia en Euskadi, no
consigue entender lo que llama el túnel de la "exclusión", que
produce como consecuencia la ilegalización de Batasuna mediante la ley de
partidos. Reprocha al Gobierno la aplicación de una estrategia equivocada ,"Una estrategia que nos prometió acabar con
ETA en cinco años y que ahora, transcurrido ese tiempo, nos augura más
sacrificios y más sufrimiento...arrojando a la clandestinidad a 200.000
personas".
Ibarretxe, además de tener mala
memoria, no parece conocer muy bien en qué consiste eso de la democracia: el
PNV lleva veintitantos años prometiendo que ETA desaparecería con más
nacionalismo; en las últimas elecciones, el candidato nacionalista a
"lehendakari" acusó a los constitucionalistas de que "pretendían
echar al PNV de las instituciones", cuando sólo se trataba de que pasaran
a la oposición, y ahora confunde la ilegalización del brazo político de ETA con
la expulsión a la clandestinidad de sus votantes.
En fin, para poner las cosas en su sitio: el PNV ha fracasado
como partido de gobierno en Euskadi y merece perder las elecciones y pasar a la
oposición, y los votantes de Batasuna, cuyo voto es secreto, pueden seguir
ejerciendo ese derecho siempre que no apoyen a un grupo terrorista o mafioso,
que se niega a rechazar la violencia o la extorsión.
Esos son los túneles de Ibarretxe.
¿CUÁL ES LA
ALTERNATIVA?
Prescindiendo de su definición de objetivos económicos y
sociales, lo más relevante es la asunción de un "compromiso ético",
por el que pretende defender por igual los derechos de todos, frente a "la
extorsión, la tortura y la exclusión por razones políticas o sociales...
...Por eso, no estamos dispuestos a aceptar acusaciones
demagógicas de quien dice defender los derechos de los Pueblos negando los
derechos individuales. De quien defiende los derechos individuales de las
personas pero niega sus derechos colectivos. De quien denuncia la tortura y la
dispersión pero no condena los asesinatos de ETA. De quien no ha sido capaz aún
de condenar los crímenes de la dictadura franquista cuando todavía se están
sacando cadáveres de las cunetas. De quien jalea el indulto de personas
encarceladas por los terribles asesinatos de los GAL. De quien se aprovecha de
la violencia para sus intereses políticos, personales o profesionales. Ni
tampoco estamos dispuestos a aceptar lecciones éticas de quien exige a los
demás solidaridad ante su exclusión política, pero se niega a mostrar su
solidaridad con las personas amenazadas, torturadas o asesinadas por ETA, que
son quienes sufren las mayor de las exclusiones posibles."
Como ven, una perspectiva que no constituye un "compromiso
ético", sino una infamia, una ignominia. ¿Les parece ético y digno
equiparar la extorsión y la tortura —parece que olvida el asesinato--- con la
ilegalización de aquellos que la practican? ¿Les parece realista afirmar que se
están vulnerando los derechos de los vascos, después de haber conseguido
libertad absoluta para disponer de instituciones, competencias, control del
sistema educativo y fomento de la cultura propia?
A la vista de estas deformaciones de la realidad y, como veremos
después, de las propuestas irreales que efectúa, a Ibarretxe
no parecen quedarle recursos para enfrentarse con contundencia al "túnel
de la violencia".
¿Qué sucede entonces para que quien ocupa el poder desde hace
veintidós años se sienta tan oprimido por el poder, tan injustamente tratado, y
al mismo tiempo tan seguro de estar en la posición ética y política correcta,
seleccionando a su irracional arbitrio los rasgos de la realidad?
Pues sucede que se les ha consentido demasiado y se ha sido demasiado
generoso con ellos. La democracia española ha concedido gratuitamente
demasiadas ventajas al nacionalismo vasco, renunciando a la crítica de su
comportamiento y su ideología, esperando a cambio que evolucionara y se
integrara en el sistema. A la vista están las consecuencias de la falta de
competencia por el poder en Euskadi... privilegios e insolidaridad económicos,
deslealtad política, e intentos de romper los compromisos políticos alcanzados
mediante propuestas sólo formalmente reformistas, que intentan liquidar la
Constitución española por medio de un proceso de ruptura de la unidad del
Estado.
Pues eso es precisamente el contenido de la alternativa Ibarretxe en lo que se refiere al "compromiso
democrático...sobre la base del respeto de la voluntad de la sociedad
vasca".
Ibarretxe parece afirmar que
nunca se ha respetado la voluntad de la sociedad vasca, en virtud de la cual
ocupa el poder, y articula una concepción del problema vasco que se deriva de
unas bases irreales de las que deduce soluciones inaceptables.
La primera base ireal consiste en
afirmar la existencia de un pueblo vasco poseedor de unos derechos históricos
que le permitirían superar la voluntad realmente histórica de dos Estados
democráticos, el español y el francés, para unificar Euskadi, Navarra y el país
vasco francés, así como superar la voluntad realmente existente del pueblo
vasco, que ha definido y aprobado el ordenamiento constitucional y estatutario.
Esta es la gran patraña básica, de la que se derivan un conjunto de mandangas
que no por repetidas son más ciertas, como afirmar que se le niegan sus
derechos al pueblo vasco al no reconocerle un adánico derecho de
autodeterminación que implicaría la revisión de las Constituciones española y
francesa, o sostener que se está defendiendo una posición federalista cuando se
reclama el ejercicio de todas las competencias posibles excepto Defensa,
incluida la de firmar tratados internacionales, lo que implica la
desvinculación real del Estado español, aunque formalmente se siga perteneciendo
al mismo —el euro pesa—.
La consecuencia es que el nacionalismo vasco pretende hacer
pasar por un derecho del pueblo vasco la ideología nacionalista, proponiendo un
"trágala" a la mitad del pueblo vasco y al conjunto del pueblo
español a partir de una mayoría escasa y rompìendo
los consensos existentes.
En fin, la calidad intelectual de las propuestas del
nacionalismo vasco es tan reducida que resultaría ridículo tener que argumentar
en su contra si no fuera porque ha conseguido inundar de una espesa niebla la
cultura política vasca, cargándola de una irracionalidad que hace de la necedad
virtud y fomenta el odio y la violencia, obstaculizando la alternancia política
y poniendo en peligro de descomposición y fractura la sociedad vasca.
La propuesta de Ibarretxe, de ser
aprobada, implicaría la necesidad de una revisión —ya no una reforma--- de la
Constitución española, en la medida que exigiría la modificación del título
preliminar de la misma y la aplicación del artículo 168 de la Constitución.
Pero sería una revisión total, puesto que su significado real consistiría en la
liquidación de la unidad del Estado.
Por ello, los constitucionalistas deben oponerse a esta
propuesta, formulando una alternativa al nacionalismo vasco que mantenga la
firmeza frente al terrorismo hasta su derrota definitiva, defienda la vigencia
de la Constitución y el Estatuto, con las actualizaciones que se consideren
necesarias en el medio plazo, y protagonice la modificación de la cultura
política vasca para ponerla al nivel de racionalidad y modernidad del siglo
XXI.
Para conseguir estos objetivos, la unidad de los
constitucionalistas es vital, no sólo en la política antiterrorista, sino en la
formulación de un horizonte de desarrollo político del país a poner en práctica
en el momento que se considere oportuno.
Para ello, es imprescindible que los constitucionalistas se
clarifiquen: el PSOE, formulando unas propuestas reformistas que establezcan
con claridad los límites de descentralización que no se pueden sobrepasar,
rechazando todo lo que signifique soberanismo; el PP,
clarificando su concepción de la Constitución española en lo que se refiere a
la estructura territorial, puesto que parecen actuar con criterios confusos. En
ocasiones, rechazan toda reforma constitucional, como la del Senado o la de
participación de las CCAA en la UE, por razones de oportunidad; en otras
ocasiones huyen del federalismo como si de un tabú se tratara. Lo rechazan a
nivel europeo porque crearía un gobierno por encima de los Estados, y lo
rechazan a nivel español porque opinan que debilitaría la unidad. ¿En qué
quedamos?
En fin y para terminar: la propuesta de Ibarretxe
ha desviado la atención de la necesidad de mantener la presión contra el
terrorismo y su brazo político, creando el riesgo de relajar la exigencia de
cumplimiento de la ley por parte del gobierno vasco. Y esto constituye una
exigencia que hay que hacer valer por encima de todo: no se puede permitir que
el nacionalismo vasco intente torear al conjunto del país en momentos de suma
gravedad, cuando se está activando el proceso de ilegalización y
deslegitimación del terrorismo. El artículo 155 de la Constitución, en último
término, permitiría que el gobierno español asumiera las competencias de
control del orden público y de lucha contra el terrorismo si el gobierno vasco,
por buscar el acuerdo del conjunto del nacionalismo, no cumpliera con la
legalidad vigente y con sus obligaciones.