EL PSC MANDA EN FERRAZ
Informe de Pablo Planas en “ABC” del 12/07/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
«Papeles
para todos es igual a problemas para todos». El autor de esta frase, José
Montilla, se ha convertido en uno de los hombres fuertes del socialismo español
después del último Congreso federal, en el que se decidió su entrada en la
ejecutiva
BARCELONA. José Montilla, el ministro de Industria, el primer secretario del
Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC), ha demostrado que su partido no es
el PSOE, que todas las dinámicas internas de Ferraz son influenciables y que si
no hay un grupo socialista catalán propio en el Congreso eso tiene más que ver
con las inercias propias de los socialistas catalanes que con la supeditación de
el PSC al proyecto que encarna Zapatero. Alfredo Pérez Rubalcaba y José Blanco
asumen ya que al PSC no le interesan las cuotas dentro de los organismos
internos sino que sus posiciones convergan con las del PSOE a través de la
figura de Montilla. El político cordobés, ex alcalde de Cornellà del Llobregat,
el hombre fuerte de Cataluña, ejerce de martes a viernes como ministro de
Industria. Sin haber podido acabar ninguna de las dos carreras que emprendió
(Derecho y Economía) por razones profesionales, Montilla accedió a esa cartera
con el aval de haber sido uno de los inspiradores intelectuales y ejecutivos de
las «Zonas de Urgente Reindustrialización» (ZUR), un operativo que consistió en
ampliar las bases industriales del cinturón rojo de Barcelona, ancladas en la
crisis de los 80 en el monocultivo del textil y el metal.
Los «capitanes»
Cornellà, su segunda ciudad en Cataluña (la llegada de la familia Montilla tiene
como primera escala Sant Joan Despí), es un ejemplo de lo que significó el plan
de reindustrialización. Se mantuvieron las empresas de automoción y llegó El
Corte Inglés. Es obvio que su experiencia de gestión le avala. En 1979 resultó
elegido concejal en Sant Joan Despí. Un año después se trasladó a Cornellà y en
1983 encabezó la candidatura socialista y consiguió la alcaldía. Desde esa
ciudad satélite se erigió en el representante más destacado de los «capitanes»,
un grupo heterogéneo y alternativo a una dirección anquilosada y entonces
connotada peyorativamente como catalanista.
Dos décadas después, Montilla alterna el catalán con el castellano en sus
intervenciones, se ha vuelto a casar (tiene dos hijos, de 17 y 19 años, de su
primer matrimonio y trillizos, dos niños y una niña, de cuatro años del actual)
y, como rasgo político más significativo es el político español que menos habla
y más escucha. En sus manos residen dos de losequilibrios más complejos de la
política española: el mantenimiento del tripartito con sus múltiples
contradicciones y la calidad de las relaciones entre el PSC y el PSOE, lo que
supone de facto que Ferraz no dispone en Cataluña de nadie más. «Es
relativamente fácil llenar el Sant Jordi con Zapatero. Era fácil con Felipe.
Pero el PSC de Montilla es capaz de llenar el pabellón con Joaquín Almunia»,
dice uno de los colabores de más confianza del ministro para explicar entre
otras cosas lo que podía significar, a sensu contrario, que Montilla no hubiera
sido admitido en la Ejecutiva del PSOE.
Y si de martes a viernes quien responde al teléfono acostumbra a resolver
cuestiones como ministro de Industria, de sábado a lunes Montilla opera
prioritariamente como primer secretario de los socialistas de Cataluña. Sobre él
descansan las relaciones exteriores del PSC y, de paso, los canales por los que
habrían de pasar Rubalcaba o el mismísimo Zapatero para conectar con Carod y
Puigcercòs, con Mas y Duran o incluso con Piqué y Alberto Fernández. Ni que
decir que también con Saura y Guillot, los líderes de Iniciativa per Catalunya.
La transversalidad de Montilla y su capacidad para la cohabitación con Pasqual
Maragall le han convertido en uno de los hombres más influyentes de la política
española, un personaje que trata de mantener espacios de reserva respecto a sus
afinidades, que jamás pronuncia una palabra más alta que otra y que ha hecho de
sus silencios y frases a medias señas de identidad. Casi no hay espacio para la
vida familiar (su esposa es concejal), se sabe que le gusta la novela negra
americana, bosteza con el fútbol y cuando suma tres días libres se va de viaje.
La crisis de Carod
La última escala, Navidades en Viena. Carod todavía no se había reunido con ETA,
faltaban unos pocos días. A partir de ahí Montilla arrojó algunas luces sobre su
verdadera dimensión política más evidentes aún que en el acceso de Maragall a la
presidencia de la Generalitat: El tripartito estaba roto y en el PSOE se llegó a
sondear la posibilidad de montar un PSOE catalán ante el insoportable peso de
una hipotética continuidad de Carod como «conseller en cap»y la actitud del PSC.
Montilla logró conjurar las dos hipótesis. El PSC hizo lo que le pedía el PSOE
pero tan a su manera que ERC salvó la cara. Al autor, con ayuda de Ernest
Maragall, el hermanísimo, y Joaquim Nadal, de esta operación, a Montilla,
alguien le quiso probar en el último congreso del PSOE, pero pronto se
alcanzaron a comprender las consecuencias que podía tener ese supuesto de no
contar con el primer secretario del PSC. Entre otras cosas, Zapatero le debe
mucho a la «delegación catalana» incluida su llegada a la secretaria general del
PSOE, hace cuatro años. «La seguridad ciudadana no puede ser sólo patrimonio de
la derecha porque es un valor de la izquierda». Zapatero pide orejas y Montilla
pronunciaba esa frase hace ya unos años, cuando Cornellà aún no era la ciudad
que ahora rememoran los Estopa. Aviso para navegantes: este cordobés y catalán
cree en la España plural y en un nuevo Estatuto.