EL DEDO EN LA LLAGA VASCA
Editorial de "La Razón" del 17-10-02
El juez Garzón pone, con su nuevo auto, el dedo en la
llaga y sienta las bases para hacer frente, de forma integral, al desafío
independentista. Ninguno de los conceptos que el magistrado incluye en su
escrito resulta desconocido, pero es la primera vez que alguien se apresta a
reunir todos los elementos del rompecabezas etarra para poner sobre la mesa de
la justicia una siniestra trama que ha resistido hasta el momento con bastante
éxito todos y cada uno de los contraataques del Estado de Derecho. Garzón
reúne en su auto todo lo que ha podido aprender como magistrado en su trabajo
diario contra el cáncer de ETA.
Su causa es el producto de un trabajo callado y eficaz que ha sido capaz de
reunir, como pocas veces pueden hacerlo los Tribunales, las pruebas e indicios,
necesariamente parciales, con la evidencia que la sociedad percibe de lo que
ocurre con ETA y sus cómplices. Acostumbrados a vivir bajo la amenaza etarra, a
las componendas con los nacionalistas radicales en busca del fin de un
terrorismo que nunca llega, porque no es posible poner precio político a la
paz, y a soportar asesinatos, crímenes, chulerías e imposiciones de todo tipo
para «evitar» otros males que luego siempre llegan, la decisión del
magistrado supone un auténtico chorro de aire fresco en la asfixiante
atmósfera creada por el ETA y sus cómplices. Hemos asistido, con resignación
y ausencia de respuesta dignas de ese nombre, a lo que ahora el juez llama, con
todas sus letras, un proceso de limpieza étnica, para expulsar del censo del
País Vasco a aquellos que no quieran votar afirmativamente en un supuesto
referéndum por la independencia. Nos hemos resignado a considerar como un hecho
inevitable el éxodo de una parte de la población, de personas con nombres y
apellidos, sin que la ley defendiese sus derechos: hemos, en suma, comprobado
con sangre y dolor cómo tenía que huir la víctima inocente mientras el impune
verdugo se mofaba públicamente. Así, en silencio, han abandonado el País
Vasco más de doscientas mil personas. Los censos de La Rioja, Navarra,
Cantabria y las provincias de Burgos y Alicante lo atestiguan.
La estrategia puesta en marcha ayer por Baltasar Garzón supone, de hecho, un
arma para la democracia, para que el Estado de Derecho encuentre una vía basada
en el sentido común para identificar primero a los delincuentes como forma
eficaz de desmontar sus estrategia criminal y cumplir el inexcusable deber de
defensa de las libertades esenciales. Porque es un delito, y un crimen contra la
humanidad, como refleja el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, la
segregación de una parte de la población de derecho en un territorio por
razón de su origen étnico o geográfico o de su presunta adscripción
ideológica.
La Justicia se dispone a reunir en un mismo sumario toda una vastísima
actuación ilegal, recabando todos y cada uno de los datos que se hallan
dispersos en los distintos sumarios abiertos pero que, en conjunto, articularán
una completa visión de conjunto de cómo, gracias al terrorismo y al depurado
estilo mafioso, se infecta una sociedad para hacer de ella un pelele adiestrado
y listo para votar lo que se ordene, bajo pena de muerte o expulsión del
paraíso abertzale soñado por Arzallus y ETA.