EL PSOE Y MARAGALL

 Editorial de   “La Razón” del 21/02/2004

 

El presidente de la Generalitat, Pascual Maragall, tiene razón cuando advierte de que el Partido Socialista de Cataluña es un partido «jurídicamente» independiente del PSOE, a quien sólo le une una serie de acuerdos de participación en los órganos federales. Este hecho suele olvidarse cuando se analizan las últimas reacciones de José Luis Rodríguez Zapatero en torno a la crisis desatada por los socios catalanes de ERC. Pero es un olvido perfectamente comprensible, si se tiene en cuenta que la gran mayoría de los votantes del PSC en Cataluña se consideran simplemente socialistas, sin que influyan las consideraciones «jurídicas». Ayer, el presidente extremeño, Rodríguez Ibarra, en un ejercicio de sabiduría política, digna de su ya larga carrera, alababa la serenidad de Zapatero en términos lo suficientemente equívocos que hacen innecesarias las explicaciones. Así, cuando el socialista extremeño entonaba su mea culpa por la meridiana claridad con la que se había expresado en días anteriores sobre el cómo se debía resolver la crisis provocada por Carod-Rovira, no hacía más que reconocer que su secretario general había llegado, exclusivamente, hasta donde podía llegar.
   Ocurrió lo mismo que cuando se supo que el líder de ERC y consejero en jefe de la Generalitat había acudido a una llamada de ETA para entablar conversaciones cuyo contenido, por lo visto después, parece claro. En los primeros momentos, Rodríguez Zapatero, sorprendido por la noticia y bajo la presión de los barones de su partido, exigió a Maragall una decisión firme y drástica con respecto a su díscolo socio en el gobierno; decisión que, al final, se redujo a una componenda impresentable.
   Tras el comunicado de ETA, recibido por toda la ciudadanía como una burla sangrante que a quien más dolía era a la propia sociedad catalana, el líder socialista y actual candidato a la presidencia del Gobierno volvió a plantear las mismas exigencias y a obtener idéntico resultado. Carod-Rovira sigue al frente de su partido, se presenta a las elecciones generales y mantiene la misma cuota de poder en el gobierno autónomo catalán, que es absolutamente desproporcionada a su porcentaje de votos, que antes de su desleal comportamiento.
   Pero así están las cosas. El hecho es que Rodríguez Zapatero no puede forzar la crisis con el Partido Socialista Catalán, que es independiente, como nos recordaba otra vez ayer Pascual Maragall, sin poner en riesgo la representación en Cataluña del único gran partido de carácter nacional, un riesgo de ruptura que entraba, sin duda, en los cálculos de los redactores del comunicado etarra. Tendrán que ser, pues, las propias bases del socialismo catalán quienes calibren si, a la larga, les perjudica o les beneficia mantener una dirección política como la actual, que nunca ha conseguido llegar por sí misma al gobierno y que, cuando lo ha hecho, ha sido de la mano de un partido que, en lo que se refiere al modelo de España, está en las antípodas.