UN GRAN PACTO DE ESTADO
Editorial de “La Razón” del 07.06.2003
Lo ocurrido ayer en el Parlamento autónomo vasco no es
sólo la escenificación de una argucia vergonzante, auténtica burla del sistema
democrático, es, también, la culminación de un proceso de enfrentamiento con las
instituciones del Estado de una gravedad sin precedentes en la reciente historia
constitucional de España. Poco hay que decir sobre la «habilidad leguleya»
demostrada por Juan María Atucha y sus compañeros de partido. En un sistema
parlamentario normal, lo lógico sería que el presidente de la cámara presentara
su dimisión irrevocable, una vez que le ha sido rechazada una propuesta por los
mismos grupos parlamentarios que le apoyan. Pero aquí no se trataba de cumplir
la ley, de acatar una resolución judicial firme, si no de desobedecer al
Tribunal Supremo y, al mismo tiempo, esquivar las consecuencias penales de una
decisión contraria a todos los principios en los que se basa el Estado de
Derecho. Ha habido «habilidad», pero, sin duda, ha faltado gallardía y valor
para afrontar las repercusiones de esta ruptura institucional.
A partir de ahora, la cuestión ya no puede circunscribirse exclusivamente al
ámbito judicial. Es probable que el Tribunal Supremo acabe por pedir a la
Fiscalia del Estado que deduzca testimonio de lo ocurrido, tanto por si se
hubiera producido un presunto delito de desobediencia, como por un fraude de
ley. Es una situación nueva de difícil diagnóstico procesal y que puede
complicarse si Juan María Atucha decidiera trasladar la decisión a un pleno de
la cámara regional donde el voto es secreto. Pero, en cualquier caso, la actitud
del PNV y de sus coaligados debe ser afrontada desde la política.
Porque el desafío para la estabilidad de España, de una gravedad
inocultable, exige de los dos grandes partidos nacionales un verdadero ejercicio
de unidad y firmeza. El PP y el PSOE están obligados a coordinar esfuerzos y a
sacrificar las pequeñas disputas de poder por una causa tan digna como la
defensa del ordenamiento jurídico y constitucional de España. Y no pueden
limitar su acción exclusivamente al País Vasco. Deben hacer comprender a
Llamazares, que ha tolerado la abstención de Izquierda Unida en un asunto de
Estado de tal calibre, que no se puede mantener una doble actitud frente a la
Constitución y la Ley. Es momento, por ejemplo, de replantearse las pactos
postelectorales, exigiendo a los futuros socios un compromiso claro con el
actual modelo de Estado y una actuación política en consecuencia. La gran
mayoría de los electores lo comprenderá.