DEFENSA DE GEORGE BUSH
Artículo de Francisco Rodríguez Adrados, de
la Real Academia Española, en "ABC" del 21-9-02
Con un breve comentario al final
Luis Bouza-Brey
Defender a George Bush,
a quien casi todos, progres y menos progres, tiran piedras, es casi una misión
imposible. Es algo así como cuando Gorgias de Leontinos escribió la «Defensa de Helena», la mujer
adúltera a quien odiaba / admiraba toda Grecia; como cuando Erasmo de Rotterdam
hizo el «Elogio de la Locura». Pero algo tendrían Helena y la Locura cuando
tentaban a los mejores pensadores a defenderlos. ¿Será George Bush un paralelo?
Muchos lo ven como un cow-boy poco intelectual, alguien sin muchos escrúpulos
legalistas, que se cree legitimado a vengar, sin más, a su padre y a Nueva York
y a todo nuestro mundo frente a enemigos implacables. A destruirlos
preventivamente, si puede, para cortar de raíz sus hipotéticos ataques. ¿Cómo
no va a caer mal en un mundo que extrema el legalismo para ilegalizar a
enemigos declarados de la legalidad, tal Batasuna? Rompe nuestros esquemas.
Pero hay que dar la
palabra al acusado, como Gorgias se la daba a Helena,
Erasmo a la Locura. ¿Cómo se ve él a sí mismo?
Se ve, si duda, como un cruzado de un Cristianismo o un Occidente
que descuidan sus defensas. Como cuando el imperio romano era asediado por
persas, germanos, eslavos, árabes, que también lo penetraban y le hacían la
guerra desde dentro. Absorbían su cultura para aniquilarlo.
O cuando Felipe II no
sólo vengaba a su padre, sino que defendía a Europa, su Europa, de turcos,
berberiscos, protestantes de fuera y dentro -y hasta franceses. Y no retrocedía
ante abusos, crímenes, inquisición, fronteras cerradas, retrocesos en la
libertad- . El creía que era necesario.
Este es el gran
problema. Y es el problema de la democracia, que da armas a sus enemigos y se
prohíbe a sí misma la ilegalidad. Demóstenes lo decía bien claramente cuando
defendía a Atenas de Filipo de Macedonia. ¿Qué hacer? ¿Dejarse aterrorizar y
conquistar física e intelectualmente por los Filipos
de turno y sus valedores? ¿O los Hitler y los Stalin? O reaccionar a costa,
precisamente, de perder valores liberales que tan trabajosamente han sido
conquistados? ¿O hay un término medio? Unir la fuerza
y la justicia, que decía Solón de Atenas.
Este es el grande,
terrible problema: Bush está atrapado en él. Y todos nosotros. Porque, desde
luego, una gran cultura o un gran imperio, que es su expresión política,
necesitan defenderse, es justo. Suscitan automáticamente enemigos fuera y
comprensiones para ellos dentro, precisamente como un ejercicio de libertad. Y
estos enemigos, a su vez, provocan reacciones de autodefensa. Aunque sea, a
veces, al precio de marchitar flores exquisitas.
Es, repito, un terrible
dilema. El legalismo extremado impidió que Bush padre, en un terrible error,
terminara con el problema de Sadam. Y Sadam (como Hitler y Stalin) había dado motivos más que
sobrados, sigue dándolos. Y tampoco se puede emprender guerras que luego se ve,
a veces, que habrían debido evitarse. Hay que agotar todos los recursos, toda
la diplomacia, todos los consejos.
Pero ¿y luego, si todo
falla? Echarse atrás no parece lo mejor. Aunque la decisión debe acompañarse
del triunfo, como en Afganistán, donde solo ese triunfo quitó la razón a los
defensores de una prudencia imprudente. Así son de trágicas las cosas humanas,
hay el filo de navaja de la decisión y la indecisión, ambas peligrosas.
El 11 de Septiembre
abrió los ojos a muchos hombres, a Bush antes que a ninguno. Vieron,
simplemente, el peligro islamista: de un cierto islamismo, volveré sobre esto.
Vieron a Al Qaeda y
vieron su espíritu por doquier, olvidando matices. Vieron a albaneses frente a servios y macedonios, a chechenos frente a rusos, a
palestinos frente a judíos, a paquistaníes frente a indios, a moros frente a
filipinos, a sudaneses musulmanes frente a los cristianos, a terroristas
egipcios frente a los turistas, y qué decir de Argelia y se nos viene a las
mientes, sin quererlo, la isla Perejil. Y el gran problema de la emigración,
igual que en la antigua Roma.
Como cuando, en la Edad
Media y en el siglo XVI, Europa entera estaba a la defensiva frente a
berberiscos y turcos. Desembarcaban en España, hacían alianzas con los moriscos
y habían inventado ya el lucrativo negocio de los secuestros, recuerden a
Cervantes.
Así es, sin duda, como
Bush y muchos ven las cosas.
Pero ese Islam
extremista no es todo el Islam. Ha habido una cultura islámica, influida por la
griega y la persa, que ha creado obras exquisitas. Y hay, hoy, vastas capas
influidas por Occidente, cuya cultura tratan de hacer compatible con la suya.
Pero a veces no pueden resistir ciertas propagandas.
Esas propagandas traen
al siglo XXI un cierto Islam del siglo VII, la época más desolada de la
Historia. Leyendo la carta dejada por Mohamed Atta
-el martirio como elección para lograr la felicidad en el paraíso de Alá- yo no
puedo dejar de comparar textos cristianos de igual época e inspiración. Pero el
Cristianismo evolucionó, se dejó penetrar del Humanismo antiguo. Y, en todo
caso, algunos cristianos buscaban el martirio, nunca el asesinato. Nadie hubo
entre ellos comparable a los «asesinos» del siglo XI, a los que Hassan ibn Sabha enviaba a Califas y Visires para asesinarlos y
buscar, así, el propio martirio y el paraíso. Todo un precursor.
Es ese tipo de
islamismo el que resucita hoy y al que otros musulmanes hallan difícil
resistir. Y el que horroriza a Bush y a tantos de nosotros.
Tal es el panorama.
Confuso y difícil para los musulmanes, que intentan defenderse de la expansión
universal de nuestra cultura, rechazan una síntesis como la que mal o bien
entre nosotros se va logrando (ciertos globalismos nos gustan tan poco como a
ellos). Tienden, así, a enfrentarse en bloque a una cultura que, por otra
parte, necesitan. Sus políticos navegan en un mar turbio, apenas consiguen no
dejarse arrastrar. De ahí que estas sociedades sean débiles ante los radicales.
Difícil, también, para
Occidente: ¿cómo trazar la línea entre terroristas, simpatizantes,
beneficiados, chantajeados? ¿Cómo conciliar imperativos de supervivencia y
libertades democráticas?
Hay, claro está,
quienes querrían cortar por lo sano, aunque sus aliados les fallen, aunque los
teóricos de la democracia presenten sus críticas. Tal Bush. Encuentra en la
Historia paralelos a que he aludido. Y piensa que la acción se impone, que la
inacción es más peligrosa. Hay que comprender, al menos, su situación: los
riesgos si, como su padre, deja pasar el momento. No quiere ser un Chamberlain.
Pero hay los riesgos si se actúa imprudentemente y, sobre todo, si se pierde.
¿Es esto una defensa?
Es al menos un intento de comprensión. El «imperio» -un imperio con muchas
fisuras- tiene miedo ante un ataque, a veces muy concreto, a veces imaginado o
simplemente posible. Bush se siente responsable de él, reacciona. Piensa en las
ocasiones que otros perdieron.
En tanto, Sadam maniobra: dice que cede. ¿Se escapará otra vez con
sus engaños? ¿O atacará Bush, pese a su mala postura tras esa cesión? Esta es
la situación.
La voz de alarma y el
valor de Bush, en todo caso, han sido, son útiles. Sea cual sea la decisión
definitiva.
Como Helena fue
admirada en Grecia, que no la aprobaba, y luego en las edades sucesivas. Y como
la «locura» produce obras admirables. Bush es el producto de una circunstancia
histórica y tiene en ella un significado. Es un dato inesquivable,
en alguna medida nos representa a todos porque las circunstancias y los riesgos
son de todos. No es un cow-boy improvisado. Esta
podría ser su defensa.
Breve comentario final
Luis Bouza-Brey
Sorprenden estos días los comentarios que
a veces se leen. Hoy, Garton y Rodríguez Adrados
ponen las cosas en su sitio.
Comentarios o posiciones extraños de estos
días: algunos se dan de golpes de pecho para lamentar los males de la
colonización en Africa y Asia, pero después no
proponen ninguna solución a los problemas de Africa y
Asia de hoy. Otros afirman que nada ha cambiado desde el 11S. Otros, como Schröder, afirman que en ningún caso apoyarán ni
intervendrán en una guerra contra Irak... pero oiga, ¿sabe Vd. lo que hay allí?
¿y si hay armamento nuclear en construcción? ¿y si Irak comienza a "hospedar" a toda la red de
Al Quaeda? ¿y si resulta que
con el dinero del petróleo están financiando a Hamás,
la Yihad o Hezbolá y estimulando los atentados
terroristas para distraer la atención del mundo con respecto a Irak? ¿Y si consiguen paralizar la producción de petróleo en el
Golfo, ¿Y si...?
Hay todavía otros comentarios que
traslucen una concepción de EEUU como el "eje del mal" desde 1945, o
actitudes de desentenderse frente a cualquier problema que traspase la puerta
de casa... un día pueden encontrarse con la sorpresa de ver una seta de humo en
la acera de enfrente.
En fin, resulta extraño muchas veces ver
como la retórica aparentemente fundada envuelve frivolidad, o irracionalidad, o
pasividad, o irresponsabilidad.
Lo que sucedió el 11S se veía venir, no
con las características que adoptó, pero sí que podía preverse que alguien
terminaría por agredir al centro en su propio territorio algún día, en lugar de
agredir únicamente las embajadas o las flotas de EEUU. Y una vez que ha
sucedido esto hay que comenzar a prever escenarios nuevos, porque puede
repetirse, o incluso repetirse en un nivel de la espiral más elevado, complejo
y peligroso. Y frente a ello, nadie puede cruzarse de brazos, si no se quiere
dejar la defensa de todo lo que nos interesa en manos de los más
radicales, cuyas voces son de momento minoritarias pero potentes. Imagínense lo
que puede pasar en respuesta a un segundo atentado si no se adoptan medidas de
prevención y defensa.
Este es un aspecto de la situación: no se
puede continuar igual que a principios de los noventa, cruzados de brazos ante
la idea del fin de la Historia.
Pero hay que contemplar también el otro
aspecto y peligros de la situación: la necesidad de mantener el equilibrio, en
defensa de la libertad y la democracia, y en apoyo del desarrollo de la
Humanidad, principalmente del Tercer Mundo. No se puede continuar estimulando
una globalización irresponsable, que destroza el medio ambiente y ahonda la
desigualdad entre los ricos y los pobres, poniendo en peligro el futuro de
nuestros descendientes y acentuando la desesperación de los marginados del
desarrollo. Hay que impulsar el cambio, preocuparse de lo que les sucede a
todos los pueblos que se están quedando atrás, si no queremos ---incluso desde
el punto de vista egoísta--- comenzar a recibir bombazos, Sida y tempestades
cada vez más intensamente.
Y hay que ayudar a EEUU a reinterpretar la
realidad, una realidad mundial que los ha invadido repentinamente y ante la que
tienen que reaccionar con equilibrio, justicia y eficacia. Cuanto menos
desasistidos por los demás se encuentren, más equilibrada será su respuesta.
Por todo lo anterior, me parecen certeros
los artículos de hoy de Garton Ash
y Rodríguez Adrados: el primero, porque recomienda que limpiemos nuestro
espíritu de inercias a fin de ver lúcidamente la realidad; el segundo, porque
sabe percibir la enorme responsabilidad de Bush frente a la crisis del Islam y
los peligros que plantea, así como las dificultades que supone el encontrar
respuestas al mismo tiempo firmes y equilibradas, ante el elevado grado de
incertidumbre y la novedad radical de la situación.