CONTRA LA CULTURA
Artículo de Ignacio SÁNCHEZ CÁMARA en “ABC” del 01/05/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
LA nueva ministra de Cultura ha
dicho, al parecer, que en el mercado la cultura tiene frío. Siempre quedará el
recurso a la manta subvencionadora. O también la terapia de lo cursi, pues, como
dijo Gómez de la Serna, lo cursi abriga. El problema primero consiste en
determinar el sujeto, la identidad de quien necesita abrigo, pues las fronteras
entre la cultura y la barbarie parecen cada día más difusas. En realidad, no se
trata tanto de fronteras como de suplantación. Lo que siempre ha sido barbarie o
zafiedad es hoy cultura y lo que era arte ha «degenerado» en espiritualidad. Un
actor semialfabetizado o un pícaro aprovechado son tan cultura como Cervantes o
Bach. ¡Qué frío no sentirán en el cielo estas dos cimas! Lo peor no es su
ignorancia, que se podría aguantar. Ni sus modales, ni siquiera su talante de
trileros de feria. Lo peor es su pretensión, tan ridícula como fallida, de
erigirse en conciencia moral. Pero como todo es cultura y no todo puede ser
subvencionado, hay que elegir. El criterio es claro.
Ahora, uno por ahí, que dice que es autor teatral, aspira a ganar notoriedad por
lo fácil, a la baja: la blasfemia considerada como una de las bellas artes.
Blasfemia, naturalmente, subvencionada. No es más que un síntoma pero todo un
síntoma: se trata de operar la más perfecta inversión de los valores y deprimir
lo más elevado. Mas no le demos demasiada importancia. Es tan patente su
perturbación que ni aspira a la respetabilidad ni puede ser dañino más que a sí
mismo. El problema es otro y está en otros. ¿No hemos quedado en que todo es
cultura? Buscar un nuevo Eliot o un sucesor de Pound es tarea dura. Salgamos a
la calle y subvencionemos al primero que pase por allí. Además, la excelencia es
trabajosa y lleva su tiempo. Y no crean que la cosa es una broma.
EL problema educativo y cultural es el más grave y radical que tiene planteado
España. Los demás, incluido el terrorismo, son menos radicales y encuentran en
aquél el camino hacia su solución. Desde la cultura fuimos a la contracultura.
Ahora estamos en el trance de pasar de ésta a la anticultura. Lo peor quizá no
sea la existencia de lo abyecto. Siempre ha coexistido con lo sublime. Lo grave
de nuestra situación es la pretensión de lo degradado y degradante, no ya de lo
vulgar, a ocupar no sólo el lugar de lo normal sino el de lo excelso. Se trata
de una farsa y de una suplantación. Antes, durante la rebelión de las masas,
imperaba la igualdad: todo había de valer lo mismo. Ahora, victoriosas las
masas, ya no basta con esta envidiosa igualación. De lo que se trata es de
instaurar una nueva jerarquía en la que lo más elevado, lo espiritual, ocupe el
lugar más bajo en la escala jerárquica, y la pura escatología se eleve hasta
coronar el reino de los valores.
TAL y como se están poniendo las cosas, la cultura (o la anticultura) debería
pasar a depender del Ministerio de Sanidad, en su negociado de protección de la
salud mental. En nuestros días Cervantes no podría aspirar a integrar el mundo
de la Cultura (no creo que aspirara a ello y tampoco le fue muy bien en su
tiempo) o, si acaso, ocuparía su estrato más bajo en un orbe presidido por el
bufón Calabacillas, que, entre gracia y gracia, convertiría a Churchill en
representante de la extrema derecha británica y a Hitler en apóstol de la
libertad y de la paz entre los pueblos. Vives habló de «cultura animi», cultivo
del espíritu. Eso es cultura. Lo demás es, en el mejor de los casos, fisiología.
¿Por qué no convertir el Prado en una sala de bingo y llevar los cuadros a las
letrinas?