AZNAR Y THATCHER
Artículo de PEDRO SCHWARTZ en “La Vanguardia” del 21/04/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
José María Aznar esperaba retirarse con aplauso. Había traído la prosperidad
económica a España, había apoyado a las dos democracias más antiguas en una
renovada lucha por la libertad, había hecho frente a la matonería de Francia y
Alemania en el seno de la UE, había intentado mantener los nacionalismos de
campanario dentro de nuestra Constitución, y había renunciado después de dos
legislaturas, como prometió. Pero estos logros han contado poco para una mayoría
de votantes españoles, que no han podido aguantar la tensión de encontrarse en
guerra contra dos terrorismos, el nacional de ETA y el mundial de Al Qaeda. En
vez de eso, Aznar es ahora el “mentiroso” que utilizó la masacre de Atocha para
ganar votos, el “asesino” responsable de muertes en Iraq y en España, el
“dictadorzuelo” que aplastó la libertad de expresión.
Me atrevo a trazar un paralelo entre los últimos días del mandato de Aznar en
España y la salida de lady Thatcher de la escena política británica. En ambos
casos, la izquierda ilustrada se sintió libre de cubrir de insultos a líderes
que, cuando se escriba la historia, serán recordados por haber ayudado a
encaminar a sus dos países hacia la prosperidad perdida. Recetaron amargas
medicinas que hicieron su efecto. Tony Blair no ha tocado las reformas de
Thatcher. Zapatero repite a quien quiera oírle que “no tocará la economía” y
mantendrá el déficit cero y las rebajas de impuestos. Pero mientras la herencia
de los dos gobernantes conservadores se mantiene de hecho, sus personas se
denigran de palabra.
Aznar fue más suave que Thatcher, en consonancia con la mayor timidez española.
Ella rompió el poder del sindicato minero, combatió contra los generales
argentinos en las Malvinas, no se inmutó ante las huelgas de hambre hasta la
muerte de los presos del IRA. Fue la primera gobernante europea en suprimir los
controles de cambios, privatizó empresas nacionales y viviendas municipales,
combatió la inflación, redujo impuestos. Hoy la economía británica es mayor que
la de Francia y crece a un ritmo que deben envidiar las grandes naciones del
continente –excepto España–.
Los logros de Aznar también han sido notables. Basó su política
antiinflacionista en la búsqueda de un presupuesto equilibrado. España consiguió
participar en el proyecto del euro desde el principio y sorprendió a quienes
dudaron de la capacidad de España para cumplir las condiciones de Maastricht.
Había congelado los sueldos de los funcionarios durante tres años y fue
recortando el déficit público hasta conseguir un pequeño superávit. Privatizó 51
empresas públicas y trajo 31.000 millones de euros a las arcas del Estado. Una
modesta reforma laboral condujo a un aumento del número de inscritos en la
Seguridad Social de 13,5 millones a casi 17. Ayudó a crear cinco millones de
nuevos puestos de trabajo. Redujo el tipo marginal del impuesto sobre la renta
de las personas físicas del 56% al 44%. España sigue creciendo al doble que sus
vecinos europeos.
Las ministras de Educación de sus gobiernos iniciaron una reforma de la
enseñanza para mejorar la calidad y la seriedad de los estudios en las escuelas
públicas, reformas que ahora pueden estar en entredicho. Una timidísima reforma
de las pensiones en el marco del pacto de Toledo y la creación de un mínimo
fondo de reserva al menos sirvió para crear la conciencia de un grave problema
sin resolver. La ambiciosa política de obras públicas buscó mejorar las vías de
comunicación y distribuir el agua de autonomías hasta entonces mal atendidas.
Los gobiernos de Aznar lucharon con algún éxito contra el terrorismo de ETA:
tolerancia cero para con la “kale borroka”, ilegalización de Batasuna,
cumplimiento íntegro de las penas por los terroristas, apoyo de Francia para
privarles del santuario francés. Cuando Marruecos dio un pequeño golpe para
relanzar sus reivindicaciones territoriales por la fuerza, una operación de
policía cerró el incidente, por cierto, con el apoyo de Estados Unidos y no de
Francia. Como Thatcher, Aznar fue un firme atlantista, colocándose al lado de
los americanos para defender la libertad en el mundo. A Aznar le quedaron cosas
por hacer, la liberación del suelo, el bono escolar, una verdadera reforma de
las pensiones públicas, mayor inversión en defensa, pero el saldo es positivo.
Tanto lady Thatcher como José María Aznar cometieron errores. “La Dama de
Hierro” sintió poco entusiasmo por la reunificación alemana, no supo mantener
con suficiente firmeza su visión de una Europa de Estados, creó un impuesto de
capitación municipal que los británicos consideraron injusto. El desastre de
este impuesto fue una muestra de su incapacidad para comunicarse con el
electorado, sobre todo durante sus últimos años de gobierno. Aznar también falló
en este punto. Hizo mucho por Catalunya, pero dio la impresión de que se tiraba
al cuello de los nacionalistas. Fue a las Azores a ponerse al lado del
presidente Bush y del primer ministro Blair, pero no explicó bien la necesidad
de apoyarlos a fondo en la lucha contra el terrorismo internacional. Tanto
Thatcher como Aznar reñían demasiado a su conciudadanos como unos preceptores,
amenazándoles con el dedo para que hicieran sus deberes. Arrastraron a sus
países hacia la modernidad poco amablemente –y ahora la mitad del país les
detesta–. Pero pueden estar seguros de ocupar un lugar honroso en la historia de
sus países y del mundo occidental.