VOCIFERANTES EN LA UNIVERSIDAD
Artículo de Javier Tejada, Catedrático de Física de la Universidad de Barcelona, en "El Periódico" del 14-3-03.
• Es muy duro ver a la UB, que debe acoger la discusión racional,
convertida en generadora de boicots movidos por la mayor de las estupideces
Escribo este artículo bastante enojado y mucho más entristecido por los
sucesos que desde hace algún tiempo ocurren en el mundo universitario y en
particular en la Universitat de Barcelona.
Desconozco la identidad de los jóvenes y no tan jóvenes que boicotean los actos
en los que intervienen personas que no son de su gusto, amén de que les insultan
y hasta a veces los zarandean. Lo impresionante del caso es que, además, los
insultos que lanzan no se corresponden con la realidad ni con las filias o
fobias de la mayoría de los insultados. El denominador común de los insultados
es una actitud crítica, razonada y sustentada por hechos públicos, de las
actuaciones del llamado nacionalismo vasco democrático.
A TODOS los que amamos la universidad y sabemos que siempre debe ser fuero de
discusión racional regida por el principio de búsqueda de la verdad nos resulta
muy duro ver convertida una y otra vez a nuestra institución en algo movido por
la máxima de las estupideces, que no es sino la del dominio de la fuerza sobre
el pensamiento. Con razón uno de los asistentes al último acto, en el que debía
hablar el filósofo Fernando Savater, increpó a los vociferantes: "Cuidado con
éste, que es de los que piensan".
Me he interrogado sobre la lógica a que obedecen los vociferantes y creo haber
dado con la explicación: siguen la de los que lo único que pretenden es hacer el
mal a los otros a la vez que a sí mismos. A los otros, está claro, porque les
insultan y ultrajan; a sí mismos, porque se niegan, también a los demás, el
derecho a discutir racionalmente y no son capaces de practicar la autocorrección
que practican todas las especies animales.
Estos vociferantes deberían saber que para hablar, y ya no digamos gritar, lo
primero es conocer los hechos, el presente y el pasado. Por ejemplo, la ciencia
nos enseña que para descubrir lo primero es saber, en caso contrario siempre
descubriremos el imposible motor continuo. En el caso de la política, la
ignorancia, la falta de cultura y sensibilidad democrática nos conducen a los
inevitables paraísos perdidos.
Por otra parte, la praxis universitaria me ha enseñado que debemos ser
tolerantes salvo con la intolerancia, pues ésta siempre lleva el germen de la
destrucción. Debemos tener siempre claro que el respeto a los demás es el límite
de la acción individual.
La historia de la humanidad es la de los problemas planteados y resueltos de
forma inteligente. Los mejores problemas planteados son los que con su solución
se genera el bien común. Pero tan importante es plantearse buenos problemas como
saber reconocer los falsos problemas. El contenido y forma como los humanos
planteamos problemas nos define y posiblemente sea la mejor forma de reconocer a
los que el profesor Carlo Cipolla llama inteligentes, malvados y estúpidos.
Según Cipolla, los inteligentes son los que plantean problemas cuyas soluciones
hacen bien a todos, a ellos y a los demás. Los malvados sólo plantean problemas
cuyas soluciones perjudican a los otros y les benefician a ellos. Por último,
los estúpidos hacen el mal a diestro y siniestro sin obtener ningún beneficio
propio. Creo que el mundo sabe lidiar con los inteligentes y los malvados; los
dos contribuyen a su estabilidad y todos sabemos reconocer las cartas que
juegan.
El problema radica en los estúpidos, que no generan ningún bien y, además, sus
acciones no son de fácil predicción, dada la dificultad que todos tenemos para
ponernos en la piel de un estúpido. La única forma de reconocer a los estúpidos
antes de que actúen es ponerles un micrófono a su alcance y analizar
racionalmente lo que dicen: sus gritos, a la larga, se vuelven contra todos.
Si queremos seguir teniendo una universidad racional que contribuya con su
producto al bien común, sigamos dando cobijo a todos los que de forma racional
plantean problemas y buscan su validación con la discusión y la constante
búsqueda de la verdad, pues así sabremos siempre detectar cuando se nos llama a
la involución, al atontamiento o al oscurantismo de la paraciencia. En
definitiva, como universitarios debemos trabajar tanto en pro del florecimiento
de las ideas como en la elaboración de criterios de racionalidad y objetividad
para enriquecer las complejas relaciones humanas.