LA UE DEBE ACERCARSE A ORIENTE PRÓXIMO
Artículo de Alain Touraine en “El País” del
23.04.2003
Alain
Touraine es sociólogo y director del Instituto de
Estudios Superiores de París. Traducción de News Clips.
Con un muy breve comentario:
¿EMPIEZA A DESPERTAR LA "VIEJA EUROPA"?
L. B.-B.
La
guerra en Irak, con su desenlace previsto -la caída de Sadam
Husein-, obliga a los adversarios de éste a hacer balance sobre la acción
emprendida, porque se han creado grandes contradicciones entre ellos, que
tienen grandes dificultades para adaptarse a la nueva situación. Aquellos a los
que podemos llamar liberales, en Estados Unidos y en Francia, han combatido las
decisiones unilaterales del presidente Bush en el nombre de los derechos
reconocidos a la ONU. Han logrado una gran victoria moral: la guerra ha
demostrado su principal afirmación, es decir, que el presidente Bush mentía,
que EE UU no estaba tan directamente amenazado como afirmaba y que Irak no
estaba confabulado con Al Qaeda. Se hable de mentiras deliberadas al servicio
de una política de poder, de patología política o de crisis moral desencadenada
por el atentado del 11 de septiembre, el hecho principal está ahí: el
presidente estadounidense y sus asesores decidieron de forma unilateral atacar
a Irak, fuesen cuales fuesen las decisiones de la ONU. Esta política
hegemónica, peligrosa porque llega hasta desencadenar una guerra preventiva,
sólo puede ser defendida por aquellos -aunque sean numerosos- que piensan que
la única defensa de los países democráticos es la capacidad de intervención del
todopoderoso ejército de EE UU.
Al
volver a Francia tras una larga estancia en Nueva York, he descubierto que esta
oposición quedaba ampliamente desbordada en Europa, y en especial en Francia,
por un antiamericanismo que convertía a los países del Tercer Mundo, incluso
aquellos gobernados por dictaduras sanguinarias, en portadores de movimientos
de liberación, con EE UU considerado en todas partes como el "gran Satán".
El
apoyo casi unánime de los franceses a la causa contraria a la guerra y al papel
desempeñado por el Gobierno se debe a que la acción de este último ha
satisfecho a los dos bandos. Pero todo el mundo ha quedado en una situación
embarazosa. El bando antiamericano debe reconocer que la invasión
estadounidense es considerada por muchos como una liberación. El mismo reproche
puede hacerse al Gobierno francés y con mayor fundamento, puesto que recordamos
los estrechos vínculos que unían económicamente a Francia e Irak e incluso
personalmente a Jacques Chirac y Sadam Husein.
Es
evidente que los liberales deben apoyar, tanto hoy como ayer, el papel de la
ONU, pero ahora esta actitud les coloca en una situación de debilidad, ya que
es el Ejército estadounidense el que tiene el verdadero poder en Bagdad y, por
consiguiente, es éste o, más precisamente, el presidente de EE UU, quien puede
decidir el papel de la ONU o de tal o cual país europeo. Estos países europeos,
y sobre todo Francia, están expuestos a un riesgo muy real de ruptura con EE UU
que podría poner en tela de juicio a la Alianza Atlántica, que permitió apartar
los mayores peligros durante la guerra fría. Por tanto, corremos el riesgo de
no volver a escuchar la voz de los liberales, cubierta por el estrépito de la
victoria militar y por las intervenciones cada vez más ruidosas de los
radicales de derechas, que tienen la clara intención de explotar políticamente
los resultados de la victoria militar.
¿Existe
alguna solución positiva en una situación tan difícil o hay que considerar como
ineludible un triunfo estadounidense en todos los ámbitos, mal compensado por
un antiamericanismo cuyos elementos peligrosos son tan visibles como decisivo
fue su papel? Sólo existe una solución aceptable, ya que el izquierdismo antiamericano
se autodestruye defendiendo a unos regímenes rechazados por la opinión pública
de sus propios países. Esta búsqueda es ciertamente difícil, ya que a ambas
orillas del Atlántico la izquierda está lo bastante desorientada como para no
proponer nada. Los socialdemócratas europeos están tan desorientados como el
Partido Demócrata estadounidense. Sin embargo, existe una solución: que Europa,
es decir, la Unión Europea, elija una política de acercamiento con los países
de Oriente Próximo o con algunos de ellos, con la esperanza de poder intervenir
también en el conflicto israelo-palestino, que es el
centro de los problemas de esta región. Dicha política debe consistir en buscar
las mejores combinaciones posibles entre los fundamentos de la democracia, y,
por tanto, de la modernidad política, y la evolución -sin ruptura, en la medida
de lo posible- de culturas que no son únicamente de tradición islámica, sino
que conllevan asimismo unas formas de vida social que también se encuentran en
otras partes del mundo mediterráneo y que constituyen unos obstáculos a la
modernización. El ejemplo de Turquía debe ser objeto aquí de una importancia
especial. Las reticencias de algunos europeos a la entrada de Turquía en la UE representa una grave falta de evaluación. Turquía, aunque
todavía tiene un largo camino por recorrer para ser considerado como un miembro
normal de la familia europea, ha vivido, sin embargo, una experiencia y
realizado trasformaciones de una importancia excepcional. Mientras que, por un
lado, avanzaba el integrismo islamista y se endurecía la resistencia de los
"republicanos" y, en primer lugar, de los militares, en Turquía se
vio la búsqueda de una combinación entre una occidentalización aceptada y una
cultura islámica que no es ni rechazada ni mantenida a cualquier precio, sino
combinada lo más posible con las exigencias de la sociedad occidental. Quienes
conocen Irán y no subestiman el peligro permanente que representa el poder de
los mulás, e incluso el reforzamiento
del ala más conservadora del clero, saben asimismo que en este país están en
marcha unos procesos de modernización y occidentalización y que los elementos
más favorables a esta occidentalización, en su gran mayoría, también se
muestran cuidadosos de no crear una ruptura con una identidad islámica, ya que
dicha ruptura provocaría, según ellos, una reacción popular que sería utilizada
por un golpe de Estado militar. Los dos países que tienen una tradición estatal
y nacional fuerte, Turquía e Irán, son también los países donde puede llevarse
a cabo, o donde ya está en marcha, la búsqueda de combinaciones originales
entre el pasado y el futuro; estas combinaciones nos permiten salir de la
oposición mortal entre una interpretación laica extrema, a la francesa, de la
modernidad, y el peso de unas tradiciones muy vivas, y no sólo en los sectores
más atrasados de la población. Nada impide pensar que esta orientación puede
aplicarse con bastante rapidez a algunos países árabes: el caso decisivo es,
naturalmente, el de Egipto, pero también en Marruecos se puede producir una
evolución rápida, teniendo en cuenta al mismo tiempo las trasformaciones ya
alcanzadas y la gravedad de la situación económica y social en este país como
en todos los de la región.
Por
tanto, es necesario que Europa no se considere como la "vieja
Europa", es decir, como una región incapaz de innovar política y
socialmente; al contrario, mientras que EE UU se lanza a una política de
enfrentamiento o de creación autoritaria de regímenes democráticos que tienen
muchas posibilidades de ser rechazados por la población, es necesario que esta
Europa se muestre capaz de luchar contra su propio integrismo y sepa extender
rápidamente la zona geográfica del globo en la que resultan posibles unos
procesos originales de modernización que aparten toda idea de ruptura y de
revolución. La verdadera alternativa para Europa a partir de hoy está entre la
concepción y la realización de dicha política y el nuevo imperialismo ideado
por el grupo actualmente en el poder en EE UU. Esto supone que los principales
países europeos, y en especial aquellos que han tenido una experiencia de
relación con el mundo árabe y oriental, aunque sea a través de la colonización,
comprendan la importancia y la urgencia de optar por unas relaciones con
"Oriente" que no sean de enfrentamiento, como en las que hoy se sume
EE UU. La elección que haga España, país que tiene un gran conocimiento del
Magreb, es especialmente importante, dada la firmeza con la que el Gobierno
español se ha puesto de parte de EE UU.
No
se trata en absoluto de una utopía o de una propuesta que tenga como contenido
oponerse a la posición estadounidense. Pensar de este modo equivaldría a
olvidar los efectos a la vez positivos y negativos, pero de todos modos
inevitables, de la globalización. La penetración de la civilización material y
de la cultura de masas occidental en el conjunto del planeta sólo puede
conducir a enfrentamientos que tomen la forma de este choque de culturas
anunciado por Samuel Huntington si no se comprende la necesidad y la posibilidad
de combinaciones nuevas entre unas culturas y unas economías ya en plena
transformación y unas tendencias centrífugas, pero que pueden seguir un camino
propiamente democrático; es decir, tratar de combinar las demandas de la
población, en parte determinadas por el pasado y el presente, y unas fuerzas de
transformación económicas y sociales que corren el riesgo en cada momento de
transformarse en un nuevo materialismo. El principal obstáculo aquí no es
definir el contenido de esta política; es encontrar los órganos políticos
capaces de proponer tales decisiones y de ponerlas en marcha. Pero la crisis de
la socialdemocracia y de la izquierda en todos los países es tan grande y tan
profunda que se puede considerar que estas decisiones internacionales deberían
estar en el corazón mismo de la recomposición de una izquierda
pos-socialdemócrata y sensible a todos los efectos de la globalización, tanto
del lado estadounidense como en la "vieja Europa", hoy desgarrada por
unas alternativas estratégicas opuestas, pero que no deberían representar una
barrera infranqueable para la búsqueda de una política internacional activa de
los europeos.
MUY BREVE COMENTARIO:
¿EMPIEZA A DESPERTAR LA
"VIEJA EUROPA"?
L. B.-B.
Este artículo resulta interesante por varias razones: en primer
lugar, por provenir de un intelectual de izquierda que, en medio de la vorágine
y el caos mental europeo comienza a replantearse la situación y a
plantear la exigencia de "acercarse a Oriente Próximo". En segundo
lugar, porque, dada la categoría intelectual de su autor, puede abrir camino
para la reorientación del conjunto de la cultura política europea. En tercer
lugar, por las contradicciones que revela: da por demostradas las
"mentiras" del gobierno norteamericano cuando aún está en proceso la
investigación de la situación iraquí, y da demasiada relevancia a la acitud de fobia hacia la derecha norteamericana como
elemento de peso en el análisis, sin valorar como factor relevante principal a
la ultraderecha islámica y el peligro para la libertad que ésta supone.
Pero, en fin, a mi juicio, es un artículo muy positivo, por la
riqueza analítica que pone de manifiesto y por los efectos catalizadores que
puede producir en Europa. Y al hilo de esta reflexión, me interesaría comentar
muy de pasada la utilidad del libro de Kagan que se
acaba de publicar en España: "Poder y debilidad"(Taurus).
Resulta útil porque intenta diagnosticar las causas históricas de la brecha
trasatlántica y de las divergencias estratégicas actuales entre Europa y
Norteamérica. Y resulta acertada, a mi juicio, la ponderación que realiza de la
"cultura de paraíso posmoderno" europeo, que ha constituido un éxito
histórico al finalizar ---al menos aparentemente--- los conflictos
seculares de nuestro continente, gracias en gran medida al
paraguas estratégico norteamericano y al margen de maniobra económico
derivado de aquél para el desarrollo del Estado de Bienestar.
Pero Kagan señala también, creo que con
razón, que constituiría un error de Europa extrapolar su situación al resto del
mundo, y creer ilusoriamente en que ya es posible un mundo kantiano que habría
superado la etapa hobbesiana de construcción de un
gobierno mundial y un derecho internacional.
Me interesaría volver sobre una idea que creo que es fundamental:
el Leviathán hobbesiano
podrá ser construido tanto más rápida y democráticamente en sus resultados
cuanto más capaces sean los actores estatales de moderar sus intereses más
inmediatos. El tránsito de Hobbes a Locke y, más tarde, a Kant, hubiera podido realizarse ya si
el "contrato social" hubiera funcionado alguna vez en el Consejo de
Seguridad. Por eso Blair, Aznar y el resto de líderes que apoyaron a EEUU
acertaron. Por eso Blair recupera popularidad no sólo en su país, y Aznar será
recordado positivamente en la Historia, no por los momentos iniciales de su
mandato, sino por los finales. ¿Qué harán estos dos líderes jóvenes en el
futuro?
¿Aún estamos a tiempo de salvar la crisis "occidental"
producida por la guerra en Irak? Sí, si somos capaces de repensar y refundar
las instituciones y el Derecho Internacional para gobernar el mundo
globalizado. Pero parece muy difícil conseguir una mayoría de dos tercios y
ningún veto en la Asamblea de las NNUU a favor de una reforma de las
instituciones mundiales. ¿Será inevitable, por ello, limitarse a actuaciones
"ad hoc" de coaliciones entre Estados diversos, renunciando a una
reforma en profundidad de las NNUU?
No, si Europa despierta. Cuando Europa despierte, entonces habrá
más margen de opción para la gobernación mundial.