LA
VACUNA CAROD
Artículo de PATXO UNZUETA en “El País” del 26/02/2004
Con un breve
comentario al final: ESTA POR VER QUIEN PAGA LA
VACUNA (L. B.-B., 26-2-04, 10:00)
Lo
menos fingido de este carnaval es la cara de asombro que se le ha quedado a Carod
Rovira: no entiende que le forzasen a dimitir por haber hecho algo que
aparentemente todos -todos los que él conoce- veían bien. ¿No había asentido la
multitud cuando Gemma Nierga
instó a los políticos a buscar el fin del terrorismo mediante el diálogo?
La
elasticidad de ese término permite interpretarlo indistintamente como: 1)
diálogo con ETA, a fin de averiguar qué quiere y convencerle de que podrá
alcanzarlo más fácilmente si renuncia a la violencia. Es la interpretación de
Carod. 2) diálogo entre partidos, en particular con los nacionalistas vascos. A
esta segunda acepción se atenía por ejemplo Xavier Bru
de Sala cuando sostenía (La Vanguardia, 26-10-02) que "hay que
estar ciego, o querer estarlo, para no ver que el modo de acabar con ETA es
darle al PNV lo que pide (más lo que pueda pedir)".
La
fórmula Carod no es tan novedosa como parece creer. Fue reiteradamente
ensayada en los años 80, pero hasta sus defensores más entusiastas tuvieron que
concluir que no había nada que hacer por ese lado; que los intentos de
convencer a ETA mediante el diálogo no sólo no acercaban el fin de la violencia
sino que eran interpretados como una prueba de que con ella se puede
condicionar la política: como mínimo, acelerar las contradicciones entre los
partidos; como máximo, obtener concesiones que avalaran la eficacia de la lucha
armada y la necesidad de su continuidad.
A
partir de Ermua (1997) existía un amplio consenso
sobre la conveniencia de cerrar toda vía de negociación política; cuando ETA
comprendió que era definitivo giró hacia la estrategia de frente nacionalista
plasmada en Lizarra. Ese pacto tuvo efectos negativos, pero tal vez fue una
experiencia necesaria para convencer al PNV de que ni siquiera llevando las
concesiones políticas hasta el límite (renuncia al autonomismo) desistiría ETA.
Josu Jon Imaz admite ahora que en Lizarra su partido
cometió el error de "mezclar paz y proyectos políticos". No es poca
cosa: por sostener algo similar expulsaron del PNV a Emilio Guevara.
Sin
embargo, hay cierta incoherencia entre esa autocrítica y la defensa del plan
Ibarretxe. El lehendakari lleva años
diciendo que el verdadero objetivo de su plan es "erradicar la violencia
de ETA de una vez y para siempre", pero para conseguirlo aplica la segunda
interpretación catalana del término diálogo: que los no nacionalistas acepten
su programa máximo. En un folleto del Gobierno vasco difundido a fines de 2002
se resumía su "iniciativa para la convivencia" en diez puntos que
venían a ser un compendio de las reivindicaciones nacionalistas: reconocimiento
jurídico de la identidad nacional vasca y del derecho a consulta, relaciones
con Navarra y País Vasco francés, poder judicial autónomo, selecciones
deportivas, gestión de la Seguridad Social, voz propia en Europa...
Esa
era la situación a comienzos de año. El Pacto Antiterrorista había cerrado la
esperanza etarra de que un cambio de mayoría pudiera significar la vuelta a la
época de la negociación; y el PNV de Josu Jon Imaz,
aunque mantenía el plan Ibarretxe, se
consideraba vacunado contra la tentación de pactar con ETA e incluso rechazaba
la oferta, avalada con el señuelo de una posible tregua, de incorporar a los ex
batasunos a sus listas en candidaturas unitarias por la autodeterminación. En
esas condiciones, Cataluña aparecía ante los encapuchados como el eslabón
débil; como la última esperanza de ser tomados en serio.
El
balance de la operación puede no ser tan beneficioso para ETA como se ha dicho.
Su interlocutor ha quedado fuera de juego. Si lo que pretendía Carod era (como
escribía el domingo en Deia el ex
diputado abertzale Letamendía) "reforzar
su perfil propio en el tripartito" y "presionar al PSC y a través de
él al PSOE" para que rompiera el Pacto Antiterrorista, ha fracasado en
ambos objetivos. Su sucesor, Josep Bargalló,
declaraba el martes que "las cosas se aprenden con la práctica (...) Yo
ahora sé que esto, siendo conseller en cap, es evidente que no se podía hacer". Y Pasqual Maragall, tras recordar que "un millón de
catalanes pidió diálogo tras el asesinato de Ernest Lluch", ha dicho que "hoy no pedimos diálogo; hoy
pedimos acabar con el terror. El único diálogo posible es cuándo y dónde
entregan las armas". Tal vez el efecto de la iniciativa haya sido, por
tanto, extender a Cataluña la vacuna contra la tentación de las soluciones
imaginativas; en ese caso, la operación Carod le habría salido a ETA por la
culata.
BREVE COMENTARIO: ESTA POR VER QUIEN PAGA LA VACUNA (L. B.-B.,
26-2-04, 10:00)
De vez en cuando "El País" resucita y nos saca del sopor.
Hoy es uno de esos días, con Unzueta y Uriarte. Relaciónenlos y
pregúntense: "Bueno, parecen vacunados, pero, ¿quién nos paga la
vacuna?".
Porque, a ver si va a resultar que los electores no pasan factura,
y Carod sube, Maragall no baja y el PP se queda más o menos como está. Entonces
sí que comprobaríamos que la vacuna no ha hecho efecto, al menos de momento, y
nos encontraríamos con una primera intensificación del efecto vírico. Si
así fuera, habría que esperar al invierno próximo, a ver si inyectando
vacuna en dosis más elevadas se produce el efecto homeopático.
Uno coincide parcialmente con Uriarte en el diagnóstico: lo que
está en la base de todo es una crisis de la izquierda, que habrá que ver como
se desenvuelve. Pero hay otra crisis, que es la del nacionalismo
periférico, y es muy importante analizar como se
desarrolla en el PNV y en CIU-ERC, en relación y conexión con la anterior.
Si el resultado de las elecciones es un gobierno del PP, aunque
sea con mayoría absoluta, que congela la crisis de la izquierda y estimula la
política actual de todos contra el PP, malo. Si el resultado de las elecciones
es un gobierno demencial-populista de PSOE, más IU, más ERC, más PNV, más unos
cuantos más, malísimo.
A mi juicio, la crisis más favorable para la democracia española
es aquella que restaure el equilibrio perdido, con una victoria suficiente del
PP, una recomposición y reorientación del PSOE y el PSC, un castigo hacia ERC
que la haga madurar, una estabilización a la baja de CIU y un ascenso neto del
PP en Cataluña.
¿Les gusta la fórmula? Me imagino que a muchos no, pero esta sí
que creo que sería una vacuna efectiva. Pronto veremos qué pasa.