EL ESPEJISMO DEL ATAJO
Artículo de Ignacio Villa en “Libertad Digital” del 2-6-03
Una semana después de las
elecciones municipales y autonómicas, el PSOE sigue en sus trece: insisten en
que el 25-M les ha dejado una buena cosecha electoral y que su estrategia ha
obtenido los resultados esperados. Así pues, a siete días vista de los comicios,
los socialistas siguen tropezando en la misma piedra, sin reconocer una realidad
que no ofrece matices. El PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero ha fracasado en
las elecciones al no alcanzar las expectativas, que ellos mismos habían creado,
de victoria y cambio –decían– en las preferencias de los ciudadanos. Zapatero no
solo no ha conseguido lo que quería, sino que, donde el PSOE ha obtenido buenos
resultados, los candidatos socialistas se han desmarcado abiertamente de las
directrices dictadas desde la calle Ferraz.
Los resultados electorales del 25 de mayo son los que son. Si el Partido
Socialista no es capaz de hacer un análisis objetivo y realista de lo que ha
ocurrido, la historia se volverá a repetir dentro de unos meses en las
elecciones generales. Zapatero tiene que hacer un profundo examen de lo que ha
pasado, no dejarse llevar por los cantos de sirena y por las orquestas
sinfónicas que suenen a su alrededor, y acometer los cambios que tenga que
hacer. Y esos cambios previsibles deberían tener tres grandes capítulos si el
PSOE quiere aspirar seriamente a llegar a La Moncloa: renovar los equipos,
rehacer un programa electoral creíble y dejar de lado a Izquierda Unida.
A día de hoy, cabe decir con claridad que, además, Rodríguez Zapatero no ha
estado a la altura de las circunstancias en las ultimas elecciones. No ha dado
la medida de líder y no ha ofrecido el fuste de alguien que aspira a ser
presidente del Gobierno. Pero también es cierto que su gran examen será en la
primavera del año próximo y entonces ya no habrá margen para la duda, ni juegos
florales posibles. Entonces se la jugará de verdad. Por lo tanto, el secretario
general del PSOE tiene exactamente nueve meses de calendario para abordar los
cambios que necesita con premura para ponerse a la altura de las circunstancias.
Con el equipo que tiene, Zapatero no llega ni a la esquina de la calle Ferraz.
Se trata de un grupo voluntarioso, pero poco competente, al que se le va la
fuerza por la boca, que carece de estrategias a medio plazo, son sectarios de
puertas adentro, no tienen una visión general de la situación política y, lo que
es peor, se dedican a adular al jefe cuando se les pone a tiro la ocasión. Así
pues, y sólo para empezar, Zapatero necesita fabricarse un equipo que venda
credibilidad, estabilidad y seriedad. O lo que es lo mismo: menos frases hechas
y más consistencia política, mas claridad de ideas y menos peloteo. Zapatero,
además, necesita abordar ese cambio con carácter y con urgencia porque, si al
final no se atreve, que no se monte películas: cualquier líder que se precie
necesita tras de sí un buen equipo de apoyo y, si prefiere seguir como está, los
resultados confirmaran la equivocación.
Zapatero también necesita un nuevo programa. Mejor dicho, necesita un programa
que diga algo, que proponga iniciativas, que marque pautas políticas y que
defina con claridad una estrategia. Las últimas elecciones municipales y
autonómicas han demostrado que el ciudadano no quiere palabras bonitas ni
apuestas sentimentales. La sociedad española quiere propuestas claras, que se
puedan cumplir y que no atenten contra la estabilidad política ni económica.
Además, Zapatero debería articular, de una vez por todas, un discurso nítido y
unitario sobre la construcción autonómica de España. Sin autoridad dentro del
PSOE –véase Elorza y Maragall, por ejemplo– es difícil que sepa mantener una
autoridad en todo el Estado. Y sin un modelo de Estado definido es imposible
llegar a La Moncloa.
Por último, uno de los errores mas graves que ha cometido el secretario general
de los socialistas en la campaña electoral ha sido su coqueteo político con
Izquierda Unida. El PSOE, con esa aproximación, está evidenciando sus
debilidades y sus complejos. Un Partido Socialista que aspira a gobernar
necesita ofrecer una imagen mas centrada, sin ayudas de Llamazares y sin
hipotecas trasnochadas. Zapatero, desde la izquierda, podría hacer una oferta
alternativa, pero sin apoyos laterales, sin falsas ayudas que nunca podrán
conformar una mayoría real y que, además, no dan credibilidad a su proyecto si
tiene la necesidad de formar una coalición y se atreve a sentar en el Consejo de
Ministros a alguien de IU.
Con todo, llegamos a una conclusión casi evidente: Zapatero se ha precipitado.
El secretario general del PSOE, que desde hace meses esta azuzando las calles
con el Prestige y la guerra de Irak, se ha creído que el jolgorio de las
pancartas era la antesala de las urnas, y se ha equivocado. Aconsejado por los
pelotas de turno y deslumbrado por una aparente rebelión ciudadana, Rodríguez
Zapatero se creyó que podía cambiar de hora el reloj, pensó que estaba todo
hecho y se equivoco de cabo a rabo. Si el secretario general del PSOE sigue
insistiendo –como viene haciendo casi de forma infantil– en que los socialistas
han ganado el 25 de mayo, es capaz de cerrarse las puertas del futuro. Lo
inteligente sería aceptar que se han equivocado, que no han calculado bien los
tiempos, que se han dejado embaucar por la calle, que se han pasado de frenada y
que su proyecto no estaba maduro.
Si Zapatero acepta la realidad tendrá otra oportunidad. Si no cambia, lo echara
todo a perder. Esa es su verdadera responsabilidad.