ALTA TENSIÓN
Artículo de Aleix Vidal-Quadras en “La Razón” del 11.06.2003
El fraude de ley cometido por el presidente de la Cámara
vasca con el fin de no dar cumplimiento a la resolución del Tribunal Supremo que
le daba un plazo de cinco días para proceder a la disolución del grupo
parlamentario Sozialista Abertzaleak, demuestra que el PNV sigue desarrollando
su estrategia rupturista sin que le importe demasiado entrar en terrenos cada
vez más peligrosos. La ilegalización de Batasuna ha eliminado el escudo
protector que separaba al partido de Arzalluz del enfrentamiento abierto con el
Estado. Hasta la eliminación de la sucursal institucional de ETA del mapa
democrático español, la cúpula peneuvista venía utilizando a Batasuna como
fusible que impedía que los picos de tensión con los dos grandes partidos
nacionales afectaran a su integridad física y política. Sin embargo, una vez
desaparecido el elemento que enmascaraba sus choques con el marco legal vigente,
la corriente circula directamente a su través y el episodio protagonizado por
Atutxa al negarse a obedecer a la autoridad judicial demuestra hasta qué punto
la formación aranista se ocultaba tras el independentismo violento en su labor
de permanente hostigamiento al sistema.
La pregunta que cabe plantearse es si existe un límite que los habitantes de
la Sabin Echea no se atrevan a traspasar y que sirva de freno a su alocada
carrera hacia el abismo. Porque el Pacto de Estella, la Declaración de
Barcelona, la oposición en el Congreso a la Ley de Partidos o los gestos
públicos de apoyo moral a los socios de la banda han sido en el pasado formas
más o menos descaradas de desafiar al ordenamiento constitucional, pero la nueva
dinámica que se abre obliga al nacionalismo oficial a quitarse la careta y
mostrar su rostro más montaraz e irresponsable introduciendo un cambio
cualitativo cuyo alcance resulta difícil ponderar. Nunca los analistas se habían
planteado seriamente, como está sucediendo estos días, la posibilidad de
recurrir al artículo 155 de la Constitución. La grotesca oferta del lehendakari
Ibarreche de «negociar» con Aznar el cumplimiento de una resolución del Tribunal
Supremo pone de manifiesto que los dirigentes del PNV parecen dispuestos a
provocar una situación cuya única salida sea el conflicto abierto, traumático e
irreversible con el Estado.
Llegados a este punto, el Partido Popular y el Partido Socialista han de
tomar conciencia conjuntamente de la gravedad del problema y hacer piña frente
al ataque insensato que se avecina contra la estabilidad y la cohesión del país.
La técnica del avestruz sólo conseguirá acelerar el desastre y el discurso
confuso y las actitudes equívocas de la actual dirección del PSE, que se reunía
recientemente con los nacionalistas para estudiar posibles pactos municipales,
descorazonan al más optimista. Si ha sonado la hora del asalto final, por lo
menos que nos coja mental y políticamente preparados.