UNA INVITACIÓN AL CAOS
Artículo de GERMÁN YANKE en “ABC” del 30/08/04
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
«Afianzar la
estabilidad de nuestro sistema institucional y fortalecer las funciones básicas
del Estado (en lugar de poner en cuestión sus fundamentos». Estas palabras del
ex presidente Aznar, en el debate sobre el estado de la nación de 2003, le
parecen al actual vicepresidente de la Comisión europea, Joaquín Almunia,
sospechosas, es decir, el ex secretario general del PSOE piensa que pueden
interpretarse, a la vista de la política del PP, como un contrafuero en el
sistema autonómico español, como un disfraz para modificar el exitoso entramado
de la Constitución española. No creo exagerar cuando este tipo de críticas se
acompañan, en este caso como en otros procedentes de la izquierda, de
comentarios sobre los recelos iniciales de la derecha sobre la Carta Magna y
sobre su empeño por apropiarse de ella unilateral y equivocadamente en los
últimos tiempos.
Seguramente el socialismo puede encontrar, revisando textos e intervenciones
políticas, un crítico más avisado e inteligente de la política autonómica del PP
y de la evolución de su actitud ante los nacionalismos, pero la opinión de
Almunia, tan pavorosamente engañado por los nacionalistas cuando pilotaba el
PSOE, aparece una y otra vez. Cuando las palabras más razonables sobre la
organización de un Estado sometido a las tensiones nacionalistas aparecen como
susceptibles de sospecha, en vez de como argumentos para un consenso tan
elemental como razonable, hay que estar atentos a lo que pueda ocurrir cuando es
a la izquierda a la que le toca gobernar. Cuando se intenta analizar el problema
autonómico, y en el caso concreto del País Vasco también, a pesar de la
implicación de la violencia y de los nexos políticos del PNV con quienes la
sostienen, como un simple «choque de trenes», como la generalización sin más de
las intolerancias, hay que poner, además de la atención, mucha cautela al
analizar los acuerdos que el PSOE pueda impulsar ahora en esta trascendental
materia.
Sobre todo cuando parece abordarse como si de una tertulia se tratara, en la que
cada cual puede decir lo que quiera e imponer sus costumbres. En la preparación
de la reunión socialista de Santillana, en la que se trataba de exponer con
cierta y no lograda concreción algunos postulados de su política autonómica, se
llegó a escribir que España era la suma de Comunidades autónomas, lo que suponía
una barbaridad histórica y un peligro político, ya que la España actual, la
constitucional y democrática, no era fruto, afortunadamente, de acuerdos entre
administraciones intermedias, sino de la soberanía de los españoles.
Se terminó por desechar una formulación tan absurda pero me temo que ahora se
cuela por la vía práctica: reforma de estatutos a la carta, ventanilla abierta
para todo tipo de sugerencias de modificación constitucional, conferencia de
presidentes autonómicos, Senado con una determinada capacidad de veto de las
comunidades autónomas. La España que debería ser construida por todos, por la
soberanía política de los españoles y el respeto a sus derechos individuales,
parece elaborarse por la mezcla de ilusorios derechos colectivos y la
satisfacción de aspiraciones, por poco razonables que sean muchas de ellas.
A la quiebra de la soberanía se añade, además, el riesgo de ineficacia, porque
en un país, Alemania, tan admirado por los socialistas españoles (hasta el punto
de aplaudir su mención en el discurso de investidura de José Luis Rodríguez
Zapatero), quieren recorrer el camino inverso, eliminando las trabas de la
intromisión injustificada de los Estados en la política general. Y se suma,
además, una aparente tendencia a olvidar algo que otro socialista, Fernando
Buesa, defendió con brillantez en el Parlamento vasco hasta que los asesinos de
ETA acabaron con él: que un sistema autonómico precisa lealtad constitucional de
los distintos territorios y sus gobernantes, como ocurre en Alemania o Estados
Unidos, y que, sin él, es imposible la colaboración para construir el país.
Almunia y muchos socialistas piensan que la política autonómica de Aznar, que
fue durante años mucho más avanzada que la del PSOE precedente, tenía como
origen la necesidad de contar con un puñado de votos nacionalistas. Deberían
aplicarse el cuento, sobre todo cuando, más allá de lo ya concedido, se
pretende, y a veces se invita, a desbaratarlo.