OTRO
ARTÍCULO INÚTIL
Artículo de Iban Zaldua y Patxi
Zubizarreta en "El País" del 27-9-02
Con un breve comentario al final. El formateado es mío (L. B.-B.)
Firman
también este artículo los escritores Ana Arregi,
Bernardo Atxaga, Jorge Giménez, Joxemari
Iturralde, Anjel Lertxundi,
Inazio Mujika y Jabier Muguruza.
1.
La cuestión de la inutilidad de la literatura no puede ser más lacerante para
los escritores vascos: nada de lo que hayamos escrito o podamos escribir parece
capaz de detener la espiral de violencia y venganzas en la que nos hallamos
sumidos. Menos aún un artículo como éste, uno más de los que ya se cuentan por
miles, publicados durante todos estos años en decenas de periódicos y revistas.
Y sin embargo...
2.
Asistimos estupefactos a un acto más de nuestra tragedia colectiva: la
suspensión de actividades de un partido político, Batasuna, y la apertura de un
proceso que llevará a su casi segura ilegalización. Decisiones como éstas, de por sí graves en cualquier
democracia que merezca tal nombre, lo son más en nuestro caso, pues dejan sin cobertura
política legal a una parte minoritaria pero importante de nuestra sociedad, y son rechazadas por una mayoría
significativa de la ciudadanía vasca. A pesar de las conexiones, connivencias o
complicidades que puedan unir a Batasuna con ETA (aún por demostrar
judicialmente), impedir que los postulados del independentismo radical puedan tener
un cauce de expresión en el sistema político no conduce más que a alimentar la
idea de que sus propuestas no tienen cabida en esta democracia: precisamente lo
que las fuerzas de la llamada izquierda abertzale vienen defendiendo
desde la época de la transición. Dicho de otra manera, y como ya se ha
subrayado más de una vez: no nos cabe ninguna duda de que las relaciones entre
el Sinn Fein y el IRA eran o son similares a las que
unen el mundo de Batasuna a ETA; pero: ¿qué hubiera sido del proceso de paz irlandés
-aún no finalizado- si el Gobierno británico hubiera dejado fuera de la ley a
dicho partido independentista?
No condenar un asesinato, por muy repugnante que nos pueda parecer, no es
suficiente prueba para llevar adelante un proceso de la excepcionalidad como el
que proponen las Cortes, el Gobierno y la fiscalía; Javier Pérez Royo ya lo ha
explicado con claridad en estas mismas páginas. Pero es que, además, es
contraproducente, si lo que verdaderamente se quiere lograr es un escenario
permanente de paz y convivencia y no ahondar más la fractura social.
3.
Dicho esto, queremos subrayar que, pese a todo, seguimos creyendo que el
problema más inmediato es el de la continuidad de la violencia de ETA y su
entorno. Que nos mostremos contrarios a la ilegalización de Batasuna no quiere
decir que estemos de acuerdo con sus postulados. Nos negamos a admitir la
argumentación casi biologista, repetida hasta la
saciedad por los portavoces de la 'izquierda abertzale', de que todo,
hasta las mayores aberraciones que puedan haberse cometido, son consecuencias naturales
de un conflicto cuyas raíces se pierden en la noche de los tiempos. La
situación de los cargos públicos del PP y del PSE, así como otras muchas
personas que se han significado por su opción política, no ha hecho sino
empeorar y nos produce una gran repugnancia moral. Todo esto no lo decimos porque sea
políticamente correcto, por disculparnos o porque este tipo de condenas se
hayan convertido en un imperativo legal (lo que, por cierto, vacía aún más de
contenido el concepto de 'condena'), sino porque así lo creemos, y pensamos que
es necesario repetirlo todas las veces que haga falta.
4.
Ahora bien, creemos que las medidas impulsadas desde el Gobierno de José María Aznar, además de ser
antidemocráticas, no van a solucionar nada, sino todo lo contrario; ha sido el mismo presidente quien
nos ha augurado 'más sufrimiento'. Sobre todo teniendo en cuenta cuáles parecen
ser las motivaciones que han llevado a tomar decisiones tan graves: un
intento a corto plazo de cambiar el mapa electoral del País Vasco, por un lado,
y la venganza, por otro.
Nos gustaría equivocarnos, pero no podemos arrojar de nuestras mentes la idea
de que tras la iniciativa de la Ley de Partidos hay un intento por parte del
pacto PP-PSE de llevar a cabo, por la vía de la excepcionalidad, lo que no
pudieron lograr en las elecciones autonómicas de mayo de 2001: eliminada
Batasuna del mapa electoral, les sería más fácil conseguir una mayoría en los
ayuntamientos más importantes y en las diputaciones, en las próximas elecciones
municipales, y en el Parlamento vasco, en las siguientes autonómicas. Ni que decir tiene que creemos que es
absolutamente legítimo que las fuerzas denominadas constitucionalistas aspiren
a la mayoría política en el País Vasco; nos parece reprobable, sin embargo, el
cálculo que subyace en esta situación de excepcionalidad política. En cuanto al
deseo de venganza, de hacer pagar a todo aquel que se percibe como el enemigo
por las afrentas y el dolor sufridos -un deseo de venganza comprensible quizás
a nivel personal, si bien injustificable en el plano político-, no hay más que
leer o escuchar las declaraciones de algunos portavoces del PP y del PSOE para
darse cuenta de hasta qué punto late la idea del 'ojo por ojo', ni siquiera en
el fondo, sino en la superficie de sus discursos. No creemos que la venganza
y el odio sean una buena guía en política. Primo Levi dejó escrito con
respecto a la venganza: 'Creo en la razón y en la discusión como supremos
instrumentos de progreso, y por eso antepongo la justicia al odio'. Nosotros
tenemos serias dudas sobre la justicia de las acciones emprendidas por Gobierno
y judicatura.
5.
Desde luego, hay que enmarcar todo este proceso en el clima involucionista y de
recorte de las libertades que viven las democracias occidentales al menos a
partir de los atentados del 11 de septiembre de 2001, y probablemente desde
antes. La manera de afrontar retos como el de la inmigración, las desigualdades
económicas o conflictos como los de los Balcanes, Chechenia o Palestina, así
como los ataques de represalia en Afganistán, dan cuenta del auge creciente de
la opción militarista como guía de la política a seguir. Desde esta
perspectiva, la gestión por parte del Gobierno español del conflicto vasco es
significativa en tres sentidos: por una parte, le es útil para ocultar sus
carencias en materias políticas marcadas por la controversia (como la
educación, las relaciones laborales, la política de inmigración...); por otra parte, afianza
una idea de España totalmente unitarista, que desconfía de cualquier
nacionalismo que no sea el propio y está cada vez más alejada de una visión
plurinacional de la misma (y en la que cupiera, por lo tanto, el derecho a la
secesión);
finalmente, parecería una muestra, a escala, de la orientación que al tema de
la resolución de conflictos están dando países como Estados Unidos o Israel. La
ilegalización de Batasuna es un paso más, muy grave si se quiere, pero uno más,
que se añade a otros problemas que ya vienen de largo como la situación de los
presos de ETA y sus familiares, las continuas denuncias de torturas, las
exageradas penas que recaen sobre los jóvenes acusados de kale
borroka (el mismo delito, quemar un contenedor,
tiene un castigo muchísimo mayor que si se llevara a cabo, por ejemplo, en
Valencia), o la
reiterada discriminación a la que, por parte de los poderes públicos, es
sometida la minoría vascoparlante en Navarra, auténtico laboratorio de pruebas
de la política del PP en este campo.
6.
La instalación
de un Estado absoluto de excepción en la política del País Vasco es una
condición imprescindible para la aplicación definitiva de una solución
exclusivamente policial (o, si se quiere, militarista) al conflicto vasco,
frente a las opciones que hacen hincapié en el diálogo y la conciliación. No somos tan ingenuos como para
pensar que la vía militarista no tiene ninguna posibilidad de acabar con
ETA y de pacificar el país: la historia nos ofrece más de un ejemplo en este
sentido; entre otros, el del propio País Vasco durante los últimos dos siglos.
Otra cuestión es la del precio: el precio que habríamos de pagar ahora,
desde el punto de vista material y moral, y el de que el conflicto se
reprodujera con toda su violencia, una vez más, dentro de una o dos
generaciones. Franco logró la pacificación, pero plantó la semilla del
odio en una parte de la sociedad vasca (y de la española), y aún estamos
pagando las consecuencias;
ETA también lo ha hecho, a su manera: durante estos últimos 30 años es quien
más méritos ha hecho para generar odio y desprecio en una buena parte de la
sociedad vasca (y, evidentemente, de la española). Nos preguntamos si es lícito
y, sobre todo, qué futuro tiene que el Estado siga por ese mismo camino,
alimentando esta espiral de miseria moral en la que nos hundimos más y más.
La
suspensión, de facto, del derecho de manifestación (ya denunciada por
Amnistía Internacional) y los acontecimientos del pasado sábado en Bilbao, en
los que la Ertzaintza bloqueó violentamente una
marcha, en principio pacífica, de miles de personas, auguran lo peor a este
respecto.
7.
Los firmantes de este artículo no tenemos certezas inamovibles, como los
políticos que, de uno y otro lado, nos conminan: 'o conmigo o contra mí'.
Tenemos dudas, preguntas, temores. Escribimos, desde el filo de la navaja,
artículos inútiles como éste.
Sin
embargo, estamos obligados a escribirlos.
BREVE COMENTARIO (L. B.-B.)
Comienzo a escribir este comentario intentando contenerme y
no ser demasiado agresivo. Los nombres de algunos de los firmantes de este
artículo me suenan, aunque desconozco sus filiaciones o filias políticas.
Pero debo manifestar que nunca he encontrado tanta concentración de estupidez
al cuadrado por línea. Y esto confirma la impresión de que en Euskadi existe un
sector de opinión que, aún contando con
cualificaciones intelectuales para interpretar la realidad ---dicen que son
escritores---, está tan contaminado por la densa patraña de la cultura política
vasca, que es incapaz de elaborar ningún tipo de idea válida sobre la realidad.
Y lo peor es que crean opinión.
Vayamos por partes, en el análisis del recital de mosergas falsarias al que nos tienen condenados algunos
vascos.
Primera falsedad: comparar el proceso vasco con Irlanda del Norte.
Lo que en Irlanda comenzó hace dos o tres años, con el abandono por el IRA de
la lucha armada, hace veinticuatro que se activó aquí, con las amnistías, la
Constitución, el Estatuto de Autonomía y el pluralismo político, cultural y
lingüístico. Así que, por favor, pongan a trabajar las neuronas de una vez, que
ya llevan mucho tiempo de vacaciones.
Segunda falsedad: afirmar que con la ilegalización de Batasuna se
intenta impedir la existencia del independentismo radical, dejando sin
cobertura a una parte de la sociedad. En Euskadi existen independentistas
legales actuando políticamente: sectores del PNV, con su actual dirección a la
cabeza, EA, y Aralar. Difunden sus brillantes
ideas libremente, se presentan a las elecciones, obtienen escaños, y hasta
gobiernan. Pero lo que no se puede admitir democráticamente es que ---como
vienen haciendo lus sucesivos brazos políticos de ETA
desde hace ya demasiado tiempo --- se utilice o apoye la violencia para
destruir al adversario o al sistema del que se forma parte, cuyas normas son de
obligado cumplimiento. Esto es el "b a ba"
de la democracia, y el que no lo entiende no es demócrata. Por eso, afirmar que
se deja sin cobertura legal a una parte de la población por ilegalizar a
Batasuna es otra falsedad: las democracias tienen la obligación de defenderse
contra los delincuentes, sean mafiosos, del Ku Klux Klan,
narcotraficantes, nazis o nazional-socialistas vascos.
Todo aquel que utilice, promueva, defienda o apoye la utilización de la
violencia para conseguir sus objetivos en el marco de un sistema democrático,
no tiene cabida en el mismo, tenga el tamaño que tenga ese sector de la
población. Los que actúan directamente son delincuentes, los que los apoyan con
su voto son opuestos a la democracia, y su voto debe quedar sin representación.
Tercer paquete de falsedades: se intenta cambiar el mapa electoral
con la ilegalización de Batasuna; se tiene una idea unitarista de España; se
está agrediendo a los presos de ETA y a los actores de la "kale borroka"; se está
estableciendo un estado de excepción en Euskadi; Franco consiguió la
"pacificación" mediante la fuerza, como ahora... Pero bueno, ¿son
ustedes estúpidos o se creen que somos estúpidos los demás? El mapa electoral
lo viene cambiando ETA desde hace años en Euskadi con un proceso de terror
ideológico y eliminación del adversario; el concepto constitucional de España
es pluralista; los pobres presos de ETA deben sufrir mucho, a la vista de sus
cartas de apoyo a ETA y sus brindis ante los crímenes de la organización
terrorista; los pobres muchachos de la "kale borroka" no tienen derecho a divertirse por las
noches... son otras almas en pena de Euskadi, que sufren los horrores del
enemigo torturador e injusto; el estado de excepción hace años que existe en
Euskadi para la mitad de la población, cuyo único derecho fundamental es el
derecho a callar y a temer la ejecución sumaria o la expropiación mafiosa de
sus bienes; y ya sólo faltaba que compararan la dictadura de Franco con la
actuación de la democracia española en defensa de su dignidad y supervivencia.
En fin, tener que argumentar todo esto sólo manifiesta el nivel de
estupidez y de patología política que impregna a sectores de la
"cultura" vasca, cuya "repugnancia moral" ante los crímenes
de ETA no constituye incentivo alguno para depurarse de las patrañas que
destilan en su artículo y enfrentarse al terrorismo. Y el hartazgo frente a
esta realidad falsaria es de tal tamaño que todas estas patrañas se están
revelando cada vez más a cada vez más gente como insostenibles. Es
preciso volver a repetir lo anterior: o ponen ustedes las neuronas a trabajar
de una vez o se van a quedar solos ante el espejo.