VIENTO SUR EN CATALUÑA
Artículo de José Antonio ZARZALEJOS en “ABC” del 01/02/2004
CUANDO en Vizcaya y Guipúzcoa sopla el viento sur, la atmósfera se apelmaza, el calor se humedece y ahoga y en San Mamés los jugadores del Athletic deambulan con las piernas emplomadas. Los días de viento sur son tórridos y malhumoran de antiguo a los naturales, a tal punto que el sabio Fuero Viejo de Vizcaya amparaba con una atuante comprensiva al que perpetraba crimen de sangre en jornadas de climatología tan ríspida. De esos humores recoge con acierto Kepa Aulestia el título de uno de los mejores ensayos que se han escrito sobre «La violencia en Euskadi», subtítulo de «Días de viento sur» (1993), al que le sigue otro, igualmente aleccionador, «HB, crónica de un delirio», que hace del autor un analista cualificado de la situación vasca. Aulestia ha escrito ayer a propósito del «caso Carod-Rovira» unas acertadas reflexiones, siendo la más aguda, a mi juicio, la siguiente: «Cuando los más optimistas de entre los vascos esperaban de Catalunya un soplo de aire fresco que aliviara las tensiones en Euskadi, Carod-Rovira ha decidido emprender el camino inverso, importando hacia la vida política catalana un factor tan poderoso como incontrolable cual es la pretensión de un protagonismo propio en la interlocución con ETA. Un organismo extraño que prodría causar estragos en el ecosistema catalán».
Me temo que los estragos ya están causados, y sin remedio, en Cataluña. La insolvencia del secretario general de ERC, combinada con la temeridad del PSC y la debilidad del PSOE, ha conducido la situación del tripartito a un estado comatoso, vegetativo y crítico. No se recuperará la fórmula gubernamental catalana por mucho que, regurgitando el PSOE et allii la estrategia de la «trama inmobiliaria» que se inventó para cubrir la crisis de la FSM el pasado mes de junio en Madrid, intente otra vez enfatizar lo adjetivo en detrimento de lo sustancial. Pueden marear la pérdiz unos y otros -afectados aquéllos por el tremendo error de Carod-Rovira y éstos por los efectos competenciales de la información de ABC que desveló el asunto el pasado lunes-, pero lo cierto y verdad es la que es, lo diga Agamenón o su porquero. Carod-Rovira y el ralentizado Pasqual Maragall, que ha abducido a Rodríguez Zapatero, son responsables por acción y por omisión de conducir la habitualmente razonable y controlada dinámica política catalana a una torrentera de despropósitos como ha denunciado Jordi Pujol antes, mucho antes, de lo que el ex presidente de la Generalitat hubiese deseado.
La apuesta del socialismo catalán y del PSOE en forma de tripartito heterogéneo, dando forma a un combinado político que se resiste conceptualmente a una mínima cohesión, ha sido un fracaso a los cuarenta días de nacer como, por otra parte, era fácil prever. Desde 2001, en sucesivas reuniones, declaraciones y escritos, el secretario general de ERC ha sido transparente en sus propósitos: hablar con ETA para situarla «en el mapa de España» que no incluye a la particular Cataluña de la formación de Carod-Rovira. Se comportaba y se comporta este político excéntrico y aventado como todo nacionalista impermeable: con la creencia de que su dimensión moral, política y cultural es la propia de su país -Cataluña-, y tratando de forzar la realidad catalana y nacional a los estrechos márgenes de sus deseos y ensoñaciones. Se trata de un planteamiento visceral, voluntarista, egotista y sólo coherente y explicable desde una perspectiva de angular estrecho y ética laxa y oportunista. Lo grave no es que Carod-Rovira sea así y así se conduzca. Lo grave es que -pese a la deslealtad y el desafío que su conducta comporta- sus socios socialistas le amparen en detrimento de sus proclamados principios. Si Carod-Rovira quería -y acaso lo ha conseguido- que el viento sur cantábrico azote la mediterránea Cataluña, parecía de cajón que el PSC y el PSOE tratasen de erradicar con determinación y rapidez ese «organismo extraño» a Cataluña al que se refiere Aulestia y que es la banda terrorista ETA, que cuando se le cierra la puerta del País Vasco trata de abrir la ventana catalana para seguir respirando. Y el viento sur ha entrado en turbión allí donde nunca lo había hecho. De ello se cuidó Pujol y CiU, que supieron mantener con la denominada «izquierda abertzale» y con las expresiones más radicales del nacionalismo vasco, unas relaciones formalmente dialogantes pero, en el fondo, frías, distantes y, sobre todo, despectivas.
Carod-Rovira, como otros nacionalistas fanáticos de distintos lugares, saben ejercer de separatistas y de separadores. El secretario general de ERC, siguiendo modelos bien conocidos, necesita la ruptura espiritual y emocional de los catalanes con el resto de los españoles y crear el ambiente espeso, húmedo y emplomado de un viento sur que cuando se cuela -como ETA- se convierte en crónico. No sabe -¿o sí?- el daño que Carod-Rovira y quienes le secundan han causado a Cataluña. Cuando ETA tercie -que lo hará- quizás perciba que su viaje a Perpiñán lo fue hacia un error históricamente incalificable.