CIEN DÍAS, CIEN DUDAS
Artículo de José Antonio ZARZALEJOS en “ABC” del 25/07/2004
Por su interés y relevancia, he seleccionado el artículo que sigue para incluirlo en este sitio web. (L. B.-B.)
ABC ofrece
hoy a sus lectores una entrevista con el presidente del Gobierno, José Luis
Rodríguez Zapatero, sólo quince días después de la que se publicó en estas
páginas -el pasado día 11 de julio- con Pasqual Maragall. Ambas son piezas
informativas interpretativamente importantes de la situación política y de los
propósitos e intenciones del socialismo gobernante, tanto en la Generalitat de
Cataluña como en el Gobierno de España, que, en la actual circunstancia
histórica, son indisociables en cuanto a sus objetivos.
Zapatero y Maragall -más allá del simplismo del análisis obvio- tratan de
construir un prototipo en el que los ejes de transmisión de España, aquellos que
distribuyen la fuerza del motor a las ruedas del vehículo nacional, resulten
diferentes a los actuales. No se trataría de «destruir» la Nación, sino de
recrearla conforme a un argumentario por completo distinto al que se ha venido
manejando incluso por el propio socialismo del PSOE. El presidente de la
Generalitat realiza el diseño y el del Gobierno se apresta a ejecutarlo,
cómplices los dos en el doble objetivo de modificar, a través de un nuevo
régimen jurídico-constitucional para Cataluña, otras realidades que,
problemáticas o no, han venido conformando el discurrir español de los últimos
años.
La clave reside -y Maragall es claro al exponerlo- en que las nacionalidades
ejerzan de tales mediante una atribución de poder distinto e incrementado del
que ahora disponen y que las regiones hagan lo propio, en una concepción de
España que sería «plural» -como ahora-, pero que alcanzaría la categoría de
«diversa» -que en la actualidad no se habría logrado con la Constitución de
1978, «una gran disposición transitoria», en apreciación del presidente del
PSC-PSOE.
A partir de ese presupuesto -que requiere incursiones sustanciales en la Carta
Magna y en los Estatutos-, el denominado «problema vasco» tendría una dimensión
y una perspectiva distintas, y se establecería una nueva paternidad
constitucional que sobre el eje de Barcelona, Madrid-Moncloa y Sevilla
imantaría, seguramente, un nuevo ciclo de poder electoral. Estaríamos así ante
un escenario distinto en el que los actores protagonistas de la transición y del
PSOE y el PP con más trayectoria resultarían inadaptados y extraños a la
coreografía y el guión. Es decir, prescindibles.
Esta es, creo, la «segunda transición» que se aborda por Maragall y Zapatero con
el esmero de evitar -sólo si es posible- incurrir en una operación constituyente
que revise los conceptos-pilares del actual sistema, como son el de la soberanía
y el de nación única. La compatibilidad de la significación de ambos conceptos
con la denominada «España plural y diversa» de Maragall, avalada por Zapatero,
es voluntarista y plantea contradicciones radicales que los dos dirigentes
quieren ir limando para conseguir al menor coste posible lo que se proponen.
Desde un punto de vista esencial, los cien primeros días del Gobierno
socialista, unidos a los varios meses del tripartito catalán, podrían asimilarse
a una auscultación previa a las pruebas radiológicas para calcular luego cómo y
hasta dónde será necesario utilizar el bisturí. La feracidad discursiva de
Maragall, el «talante» de Zapatero, las contradicciones del Ejecutivo integrado
por varios ministros buscadamente inexpertos y combativos, el ajuste brutal al
que se somete al PP, especialmente en la persona y significación de José María
Aznar, son maniobras de aproximación en las que se percibe duda, a veces, pero
que se solventan con la determinación de seguir adelante desafiando la
prudencia, aunque a menudo con el pertrecho demagógico de decir una cosa y hacer
otra. Cien días de Gobierno socialista que sirven para albergar, al menos, cien
inquietantes dudas de futuro que las entrevistas de ABC con Maragall y Rodríguez
Zapatero han escudriñado afanosamente.